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Aunque ostenta otra vez el rango de Nacional, todo en el San Pío X es familiar. El ambiente que se genera en cada partido que juegan las chicas es especial desde hace años, sinónimo de disfrute pase lo que pase sobre el campo. El trasiego generado por un nuevo ascenso, con los viajes a la capital y a Castilla-La Mancha no han hecho cambiar ni a Peke ni a sus compañeras. Cristina Ramírez –así es como se llama uno de los pilares del equipo que dirige Martín Olmedo– ha madurado vestida de rojiblanco, y sin embargo la esencia siendo igual, la humildad que encarna al club y que manifiesta cada quince días en Los Cerros, venga quien venga. Siempre con el apoyo de su familia, que desde la banda la anima del más mayor a su sobrina; la más pequeña.
–¿Qué significado tiene la palabra fútbol?
–Para mí es algo que forma parte de mi vida, que pertenece a mi rutina diaria. Es una parte importante de mi día a día; si no juego es como que me falta algo para sentir que mi vida está completa.
–Su primer recuerdo dentro del fútbol.
–Mi mayor recuerdo es una foto que tengo con mis dos hermanos en un campo de fútbol al que fuimos a ver jugar a mi padre. Tengo otra mía en la que salgo con un balón de fútbol y a la que también tengo cariño. En mi casa somos 100% futboleros.
–Una anécdota que recuerde de sus inicios.
–Cuando empecé a jugar solía ser la más pequeña. Era tan pequeña que me llamaban la 'mascotilla'. Era como la mascota del equipo. Después, en el San Pío, como había otra Cristina (Franco), como nos confundían, me empezaron a llamar Peke. Como en casa siempre he sido la pequeña...
–Un momento que le marcase.
–El primer ascenso a Nacional. Tras cuatro años intentándolo, por fin lo conseguimos. Fue un sueño que todo el equipo teníamos, a pesar de que éramos una plantilla muy joven, y que conseguimos cumplir.
–Un lugar que sea sinónimo de fútbol.
–Mi casa. Mi padre está todo el día con el fútbol y en mi cuarto tengo el cartel del ascenso y un cuadro que me hicieron mis compañeras por mi dieciocho cumpleaños.
–Un referente.
–Me gustaba Puyol y los valores que transmitía dentro del campo como capitán. Además, dicen que dentro del campo me parezco un poco a él.
–Cómo ve el fútbol femenino de base en la actualidad?
–Ha habido un avance importante, pero todavía tiene que crecer aquí y en general. Siempre ha habido un estereotipo que nos marcaba y que en parte aún nos está marcando, y es el de que el fútbol no es de chicas o que las que jugamos somos unos marimachos. Cuando era pequeña siempre escuchaba ese comentario. Aunque creo que por suerte es algo que está cambiando, y, además, cada vez se ve jugar a más chicas. Hay que seguir en ese camino.
–Dentro de diez años se imagina un deporte en el que...
–A mí me gustaría que hubiera una igualdad con el masculino, aunque sé que es difícil. Espero que haya por lo menos equidad; creo que es algo que se puede conseguir. Cada vez se está apostando y apoyando más, pero hay que seguir avanzando. El fútbol masculino está muy avanzado y nos lleva mucha ventaja, pero el fútbol no es solo un deporte de chicos.
–¿Y qué papel cree que jugará en estos años?
–Mi ilusión y mi esperanza es poder seguir practicando el deporte, pero compaginado con mi profesión. Me estoy preparando las oposiciones de profesora de Educación Física en la Enseñanza Secundaria, pero querría seguir aunque consiguiese plaza. El fútbol es como una liberación para mí, por eso quiero seguir jugando y, si puedo, también entrenar. Desde hace tres años entreno a la escuela del San José. Si tuviese tiempo libre me gustaría formarme y seguir.
A Peke la define la velocidad y la contundencia que muestra en las labores defensivas. Central, aunque lateral en ocasiones en el pasado, desde ahí comanda la zaga como una de las capitanas y de las jugadoras que tienen más ascendencia en el San Pío X. Su fútbol lo define su intensidad, al más puro estilo Carles Puyol, si bien fuera del campo es suave como la seda. Cuando tiene la ocasión, sale conduciendo por dentro e intenta sumarse a las jugadoras ofensivas para trata de llevar peligro a la portería rival. Dan igual el cansancio o quien esté enfrente, ella proyecta una fe que mueve montañas a pesar de que el apodo la delata. Puede no ser muy corpulenta, pero en arrojo es grande. Tanto como en normalidad y humildad.
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