Jorge Gaspar pasó de dar patadas a un balón a vigilar y juzgar si otro tipo de patadas, en este caso más bien dirigidas al rival, eran una infracción o un simple lance del juego. Como árbitro, alcanzó su cima en el año 2012 cuando ... llegó a Tercera División, categoría en la que permaneció hasta 2018. «En ese momento, cumplí los 34 años y como no conseguí ascender pasé a la denominada 'situación especial'. Pero no quería alejarme del mundo del arbitraje y por ello accedí a la Escuela de Árbitros de Fútbol de Valladolid, de la que actualmente soy coordinador».
–¿Qué hace exactamente dentro de la Escuela de Árbitros?
–Varias cosas, pero una de las principales es la impartición de un curso en las dependencias de la Federación de Castilla y León de Fútbol todos los viernes, en el que los árbitros de Valladolid de todas las categorías, desde cursillistas que acaban de entrar en el estamento, hasta la Segunda División –la máxima categoría en la que tenemos a un compañero de esta delegación– están convocados a las clases, gracias a las cuales intentamos mejorar y ver los fallos de la semana anterior para poder evitarlos en un futuro. Además, los fines de semana acudo a algunos campos para realizar un informe arbitral de mis compañeros.
«Es tan malo el que insulta al árbitro como aquel que está a su lado y le ríe el insulto»
–¿Cómo es la salud del arbitraje en Valladolid?
–No nos podemos quejar. Ha habido épocas muy malas, otras muy buenas –éstas llegaron con la crisis, porque hubo mucha gente que decidió dedicarse al arbitraje por motivos económicos–, y ahora nos encontramos en una situación intermedia –rondamos los 150 compañeros–. Pero siempre nos hacen falta árbitros, los 'malos' de la película, para poder gestionar todavía mejor una competición como la de Valladolid, donde se juegan más de 300 partidos los fines de semana. Todo es mejorable, pero creo que el déficit está en la calidad, y no porque mis compañeros sean mejores o peores, sino porque nuestros resultados no se ven reflejados en las categorías más altas del fútbol nacional e internacional.
–¿Es cuestión de hornadas?
–Sí. Nuestro referente es el vallisoletano Óliver de la Fuente, que está en Segunda División, pero en Segunda B no tenemos a ningún representante y en Tercera tan solo tenemos a cuatro y los asistentes. Este año, el objetivo de la Delegación es que nuestros compañeros asciendan a categorías superiores.
–Las noticias publicadas en los medios algunos fines de semana no ayudan a alimentar la vocación arbitral.
–No, realmente ayudan poco. Por fortuna, estos hechos son cada vez más esporádicos. Pero a mí me da mucha pena seguir presenciando escenas muy feas en los campos de Valladolid y Castilla y León; parece que el insulto al árbitro está sociabilizado, y no sé si es peor el que insulta o el que se ríe con los insultos. Al igual que la gente ya se está concienciando de que hay determinados insultos que deben estar fuera de la sociedad –racistas, machistas y homófobos–, los dirigidos a los árbitros, de cualquier deporte, también tienen que erradicarse.
–¿Cree que clubes, jugadores y aficionados son conscientes de que sin árbitros no hay competición?
–Sí, pero lo más difícil es que nos vean como deportistas, que es lo que somos. Por nuestra labor como jueces, y por la cantidad de decisiones que tenemos que tomar en cada partido, posiblemente seamos las personas que más nos equivocamos en cada encuentro sobre un terreno de juego, pero eso no nos inhabilita como deportistas. Tenemos la obligación de prepararnos como cualquier otro deportista, debemos pasar una serie de pruebas físicas y luego estar en forma para tomar las mejores decisiones. Junto con ello, tenemos nuestro apartado técnico, que nos permite mejorar día a día. Muchas veces hablamos de que en un partido de fútbol hay dos equipos, pero en realidad hay tres porque nosotros queremos que se nos considere como el tercer equipo, el arbitral.
–Y en las categorías de fútbol base, ¿cree que directivos, jugadores y padres entienden los errores de un árbitro que empieza?
–En el fútbol base, en la mayoría de los casos, los árbitros son jóvenes que están en pleno proceso formativo y llevarán a lo sumo tres años arbitrando. Lógicamente, no tenemos capacidad logística para enviar asistentes a partidos de categorías inferiores, y eso complica más la actuación del árbitro. Pero lo que nos cuesta entender es que, al igual que nuestros hijos o sobrinos o conocidos están aprendiendo a jugar al fútbol en esos partidos, las personas que están de negro con un silbo en la mano también. ¿Qué pretendemos entonces? Esos árbitros pueden confundirse igual que los jóvenes futbolistas a la hora de lanzar a portería; la única diferencia es que, mientras a los chicos se les aplaude y se les anima para que lo hagan mejor la próxima vez, al árbitro se le recrimina el error.
–¿Considera que haber sido jugador ayuda para ser mejor árbitro?
–En mi caso sí que me ha ayudado, pero hoy en día, tal y como está planteado el mundo del arbitraje, es muy complicado porque cuanto más joven eres, más posibilidades tienes de desarrollar tu carrera como árbitro. Hoy hay colegiados que con 25 años llegan al fútbol profesional; eso quiere decir que han tenido que empezar muy pronto y, por tanto, han jugado poco al fútbol.
–¿Partidario o detractor del VAR?
–El VAR es lo mejor que le ha pasado al fútbol en muchos años, porque permite que se reduzcan los errores arbitrales. Pero no hay que olvidar que estamos ante el segundo año del VAR en España, y al final todo hay que mejorarlo. Creo que con la colaboración de todos –jugadores, entrenadores, directivos y árbitros– vamos a hacer un VAR mucho más eficaz, teniendo en cuenta que el VAR de 2020 no tendrá nada que ver con el de los próximos diez años.
«Intentamos transmitir a los árbitros que el diálogo es lo más importante»
Jorge Gaspar reconoce que es partidario del diálogo de los árbitros con los jugadores para controlar los partidos.
–¿Cuál es el primer mensaje que da a los árbitros que acceden a su escuela?
–Les digo 'bienvenidos' y que van a disfrutar de un deporte muy bonito pero desde un punto de vista muy desconocido. También les aseguro que dentro del colectivo arbitral se pueden entablar relaciones de amistad muy fuertes.
–¿Autoridad o diálogo sobre el terreno de juego?
–Creo que una demostración de autoridad no es la mejor forma para gestionar un partido, pero eso va con la persona. Intentamos transmitir que el diálogo es lo más importante, pero ¡cuidado!, hay que ser receptivo a ese diálogo, hay veces que ni entrenadores ni jugadores están por la labor.
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