El salto al arbitraje llegó a sus 22 años en la Asociación Vallisoletana de Fútbol Sala (Asofusa). «Mi madre conocía a un miembro de la junta directiva y este le comentó que necesitaban árbitros, por lo que decidí sacarme el título y me encantó», asegura Vaquero. «Poco a poco notaba que estaba lo suficientemente capacitado como arbitrar categorías superiores. Hablé con la presidenta de Asofusa y aumenté considerablemente el número de partidos.Empecé con uno o dos y terminé con toda una mañana de arbitraje».
Y desde las categorías inferiores a la provincia, hasta pitar partidos a nivel nacional en Valladolid y Almería y ser convocado como jugador con la selección senior de fútbol sala en Asofusa hace cinco años. Méritos que Vaquero ha conseguido gracias al apoyo de sus familiares. Le encanta que le vengan a ver a las competiciones, pero detesta cuando presencia algún comportamiento deplorable en la grada hacia él o hacia un compañero. «Mi madre ha dejado de ir por la cantidad de comentarios ofensivos, pero yo tengo muy claras mis decisiones, me olvido de la grada y solo estoy atento al partido», asegura.
«El fútbol sala tiene la misma magia que cualquier otro deporte, pero no está valorado»
Unos años atrás, ya tuvo contacto con Asofusa gracias a la obtención del título de monitor. «Al principio no sabía si iba a poder plasmar todo lo aprendido en el terreno de juego», recuerda. Pero no fue así. Tanta fue su satisfación que decidió estudiar también para entrenador de fútbol y actualmente dirige el CD Parquesol C en Tercera División Provincial y es segundo entrenador del CD Parquesol B, de Primera División Provincial, además de dirigir la preparación física de ambos equipos.
«Mi objetivo en el deporte base es primar el ámbito formativo, no el competitivo», relata. Por ello, se sorprende de ciertos comportamientos en el terreno de juego. «Mis amigos dejaron el arbitraje de fútbol sala para no aguantar insultos de los padres en los partidos». No solo árbitros sufren este tipo de presión, también entrenadores y jugadores. «Si una niña escucha desde pequeña insultos por jugar a lo que más le gusta, de lo único que va a tener ganas es de llorar y de abandonar el deporte», asevera Vaquero.
Ganar, un complemento
Una de las soluciones pasa por «trabajar valores como el compañerismo, el aprendizaje colaborativo, la amistad y el esfuerzo en equipo», explica. Un niño, desde los seis años, ya puede inscribirse en algún tipo de competición, es por ello que Vaquero enseña a sus jugadores a que «ganar es únicamente un complemento». El joven vallisoletano se siente así «más satisfecho» cuando un niño aprende a hacer un ejercicio nuevo que cuando obtiene una victoria.
Una vida entera dedicada al deporte. Árbitro, entrenador, jugador, preparador físico..., pero se queda con la experiencia como jugador. «Nunca he podido dejar de competir porque es lo que más me llena y me completa», comenta. Junto a sus amigos, Vaquero juega en el Ryava FS en la categoría bronce de Asofusa, donde nota que en el fútbol sala «hay muchas ligas 'ocultas' con la misma magia que cualquier deporte, pero no está valorado».
Valladolid es una ciudad muy activa en el deporte escolar. La Fundación Municipal de Deportes y Asofusa trabajan de la mano para sacar adelante cada fin de semana los cientos de partidos de las diferentes categorías. «Es una pena que no se conozca a los equipos humildes de la ciudad y no vean cómo suben de categoria año tras año», anota Vaquero, quien piensa que una de las soluciones pasaría por «la creación de campañas en redes sociales y revistas con contenido exclusivo de fútbol sala».
Igualdad desde la base
Hasta cumplir los dieciséis años, niñas y niños pueden competir juntos en equipos mixtos según la normativa de la FMD y Asofusa. «La gente ve que la mujer es igual al hombre en las competiciones y eso es lo que fomenta la participación de cada vez más niñas». No solo jugadoras, también árbitras o cronometradoras. «En Asofusa antes había solo dos chicas de cronometradoras y ahora hay cinco, además de una árbitra», explica.
Su vida gira alrededor del fútbol. Vaquero cuenta que tiene «poco tiempo libre», pero que «lo aprovecha muy bien» ya sea con su novia, familia o amigos. «Aunque solo tenga dos horas libres el fin de semana, intento dedicarme tiempo a mí y a mi ocio personal», sostiene. Pero hay una hora «innegociable» de ocio todas las semanas que no es otra que el partido de fútbol con sus amigos.
Aunque «está muy cómodo» con su trabajo actual en el CD La Victoria como coordinador de fútbol sala, siente que «no es un trabajo continuo» y por ello le gustaría «dar el salto» como entrenador y preparador físico en categorías superiores. «Mi objetivo a medio o largo plazo es estar en un equipo con mayor nivel de competitividad, pero sin abandonar la formación de los niños en el deporte base», postula.
David Vaquero tiene ya proyección para estar al mayor nivel en su especialidad. Su amplio currículum y el deseo por seguir con su pasión hará posible que se le siga viendo en los campos de juego ya sea como jugador, entrenador o árbitro.
De su pasión por el deporte al dilema entre el fútbol y el fútbol sala
«Con ocho años ya estaba jugando con mis compañeros de clase y no nos fue nada mal ya que ganamos hasta una liga», recuerda David Vaquero, que comenzó su trayectoria como jugador de fútbol sala en la categoría benjamín y alevín en el colegio Ponce de León. En el paso al instituto, Vaquero decidió probar suerte en el fútbol. Siete años después de pasar por las categorías de infantil, cadete (únicamente un año ya que le subieron de categoría a regional) y juvenil de fútbol en el CD La Rubia, este joven apasionado del deporte fichó como entrenador del Ryava FS, un equipo de fútbol sala que habían creado sus amigos y su hermano. «Me picó el gusanillo y acabé jugando yo también», afirma.
Al cumplir los 18 años, David Vaquero decidió seguir con el deporte en la categoría de aficionado. Estuvo cuatro años en el Club Deportivo Zaratán El Cuadrón y terminó su trayectoria en el Club Deportivo Cigales. Dejó el fútbol, pero no se ha podido separar de él ya que entrena a dos equipos en Parquesol.
Las dos mitades de su vida se reparten entre el fútbol y el fútbol sala. «Me gusta mucho más el fútbol, aunque juego a fútbol sala», ríe.
A la hora de escoger los estudios, no dudó en decantarse por la carrera de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Asegura que en su clase «había dos mujeres que jugaban al fútbol en Parquesol y era un privilegio ver cómo se formaban porque eso hace que por fin la gente reconozca el valor del fútbol femenino en un mundo, todavía, de hombres». Finalmente, Vaquero llevó a cabo las prácticas de su máster en el CD La Victoria y es ahí donde ahora trabaja como coordinador de fútbol sala.
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