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Patricia Coco es una de las principales bazas del deporte vallisoletano para poder estar en los Juegos Olímpicos del próximo año. Después de muchísimo esfuerzo, El Dorado está en Tokio. Quién podría haberlo imaginado cuando tenía que manejar su frustración debido a ... que no le pasaban el balón o fallaban una canasta cuando jugaba al basket. Un capricho de niña le hizo cambiar de deporte, y el tiempo le dio la razón: no pensaba volver al baloncesto, no volvió y hoy tiene un palmarés como el de pocos deportistas en la ciudad.
Una niña de ocho años insiste a sus padres que ella también quiere, que igual que su hermana, quiere hacer deporte; por qué no, en piragua. Los padres acceden y a la niña empieza a dársele bien el deporte en general, ya que incluso practica baloncesto, consigue que le llame la selección.
«Empecé en el verano del 98. El que fue mi entrenador era amigo de la familia de mi madre y empezó mi hermana. Me gustó no depender de nadie, desarrollarme sin tener que pensar en la destreza de otros«, dice esa niña, hoy adulta, recordando su inicio en el piragüismo. Patricia Coco, esa niña, se encontró en sus inicios dando paladas con deportistas como Laura Pedro o Eva Barrios, quienes tenían ya una mayor trayectoria. Sin embargo, dos Copas de España, con dos segundos puestos, empezaron a indicar que tenía potencial.
Después de un primer año flojo, en el segundo de cadetes se cambió al Club Cisne. Ya nunca lo abandonó, pues hoy es la presidenta. Se encontró un ambiente y un aliciente distintos y su progresión se relanzó hasta que llegó llegó el primer tropiezo serio.
Toda lesión, como el adiós, lleva un tatuaje de unos labios torcidos, como con un gesto de dolor, de anhelo, de oportunidad, a veces perdida. Pasar por una ruptura, por una despedida o una lesión es algo obligado con el transcurso vital, pero nunca gusta.
En el caso de Patricia Coco, pasó en época juvenil. Aunque conseguía buenos resultados, no le acababa de convencer su modalidad, el kayak (con el que ya fue internacional), y llegó a pensar en dejarlo. Con solo una semana de preparación se hizo con una plata en el C1 1.000 en una Copa de España. Ese mismo año fue a un Campeonato de Europa, si bien se cayó antes de llegar a la meta. Pero ese pequeño sinsabor no la detuvo, se había conseguido reponer tanto de la lesión como de la duda previa al cambio de modalidad, así que no podía no seguir remando.
Una habitación en Sevilla oye el eco de una aventura. Si se le llama así es porque implica riesgo, en ocasiones, perder. Algo, lo que sea. Pero perder, al fin y al cabo. Muchas veces no nos damos cuenta de que ese privilegio que vemos en un deportista es algo más. Mucho más. Es muchas veces salir de casa, es entrenarse durante muchas horas para que quizá luego las cosas no salgan como uno desea. Y la cabeza; ay, la cabeza... Juega una mala pasada en muchas ocasiones; nos pasa a todos. A Patricia Coco, por desgracia, también.
La pretemporada pasada no le fue muy bien a nivel mental. Tras otra lesión, otro bache. Tener que volver a casa, estando con la selección, hizo que entrara en un bache. «Todo iba hacia atrás. Voy a cumplir 29 años y me entró todo el estrés propio de la edad, de pensar qué hago aquí y de que tengo que trabajar y hacer algo. Quería terminar mi carrera (estudia psicología), trabajar para poder irme de casa y tuve que cambiar el chip. Me aferré a la última posibilidad de ir a los Juegos Olímpicos«, indica. Y en esas está, sin evitar la palabra que para muchos es un tabú: depresión.
Entendió que «tenía que cambiar todo» y de nuevo fue convocada por el equipo nacional. Y sí, hoy abraza y apura sus opciones de estar el año próximo en los Juegos Olímpicos de Tokio. «Es primordial comprender lo que pasa. Si entiendes el proceso por el que estás pasando, eres capaz de afrontarlo y de superarlo», cree, mientras intenta relativizar toda la presión mental que el deportista se carga sobre los hombros. Porque no son robots, ni hay que pensar en su actividad como un privilegio o como fruto simplemente de la suerte. Los habrá afortunados. Pero, sobre todo, los hay sacrificados.
Y es que no es fácil ser un pez de ciudad; haber empezado a remar en Valladolid y entrar en una élite que comandan los gallegos. Patricia Coco lo consiguió. Tokio, después de todo lo remado, 'solo' es una meta más.
Después de no conseguir la plaza en el Mundial, la embarcación de Patricia Coco y Antía Jaimé mantiene una baza para clasificarse todavía. Tienen el Continental, en el que pueden obtener un pasaporte para Tokio siempre que la evolución siga por su camino, hasta ahora, bueno.
No será fácil, por los rivales y porque, bueno, las ayudas van a menos, a pesar del buen hacer en lo deportivo. Coco ha visto cómo en estos últimos años bajaban los apoyos por ser deportista. Por ser deportista minorizada, no por su sexo, sino por su disciplina, pues parece que muchas veces tan solo se centran en deportistas de otras disciplinas que cuentan con más ayudas de base.
Por eso Patricia Coco dudó hace un año sobre su futuro. Aunque tiene la posibilidad de mantener su actividad deportiva hoy, sabe que debe acabar de formarse para el mañana. Y no es que pretenda vivir siempre del presente. Pero, desde luego, se ve aliviado como deportista de élite si uno tiene la posibilidad de concentrarse más en su disciplina. Se suele afirmar, basándose en el refranero, que quien algo quiere algo le cuesta. Si España quiere medallas, tiene que saber que eso también.
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