![El CD Cabezón, el equipo del pueblo, recuerda y celebra sus 50 años](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201911/13/media/cortadas/cabez%c3%b3n3-RTg2BxgeNNFODYYRA5D1ZBL-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Suele afirmarse que aquel que olvida su historia está, por decreto divino, condenado a volver a vivirla. Algo así le sucedió a Sísifo, según la mitología griega: una y otra vez la piedra caía antes de alcanzar la cima y se veía obligado a volver a empujarla colina arriba. Da igual el motivo, el caso es que una y otra vez tuvo que hacer algo tan laborioso y sacrificado como eso.
Ese peso y esa forma de empujar se asemejan mucho a lo que año tras año tienen que llevar a cabo muchos clubes de base de la provincia. Uno de ellos, el CD Cabezón, desde hace nada menos que 50 años, los que ha cumplido en este 2019. Con ahínco y gran pasión, la directiva presidida por Ángel Núñez trabaja en pos del fútbol de Cabezón de Pisuerga como si fuera una dulce condena. Y ya se sabe, lo que es dulce nunca amargó. «Hacemos todo lo que podemos y a veces incluso más. Estoy muy, muy, muy acompañado. La colaboración es total. Por eso somos una familia», comenta Núñez, que conoció el club siendo un niño.
El fútbol entonces era diferente, en el pueblo también. Mucho antes de que lo desnaturalizaran las redes sociales y las televisiones, el fútbol era ocio en un sentido más estricto: uno iba al prado en el que se jugaba y echaba la bien tarde o incluso todo el día. La gente atestaba el campo y hasta se desplazaba a otros pueblos para animar a un equipo que llegó a ser campeón de la Copa Federación. «Entonces la categoría era regional. Estuvimos cerca de subir a Tercera, jugamos en Cuéllar o en Medina de Rioseco y algunas veces viajábamos hasta dos autocares», rememora el presidente.
Trofeos como el citado se pudieron ver en la Casa Cultural de Cabezón durante toda una semana. Además, se realizó un bonito homenaje a los fundadores y jugadores que fueron parte de los comienzos del Cabezón. Descubrieron juntos una placa que recuerda su aportación a la entidad, además de recibir cada uno una que conmemora el aniversario. La foto con los integrantes actuales, con los niños pertenecientes a los distintos equipos, fue la constatación de que el pasado, el presente y el futuro del club van de la mano gracias a la gran familiaridad que se vive. No en vano, son varias las familias que tienen a varias generaciones han defendido sus colores y su escudo.
En el pasado los equipos llegaron a ser siete, frente a los cinco que hay hoy, cuatro federados y uno con los más pequeñitos de las escuelas, tras haber perdido el aficionado que dio tantas alegrías en el pasado. Si bien es pronto, la directiva trabaja ya con la intención de recuperarlo de cara a la próxima temporada, en la cual, una vez más, deberán tratar de frenar la sangría que se da en tantos clubes, que lleva a algunos de sus niños a otros, haciendo que cambien su entorno y a sus amigos por otro sitio donde se les promete competir, cuando lo importante en edades formativas es eso, formarse y divertirse. Por esta circunstancia, niños que jugaban en el Cabezón ahora lo hacen con otros colores y por debajo de la categoría en la que habrían militado, «solo por ser lugares con más renombre». «En los pueblos pequeños tenemos que luchar mucho para seguir adelante. Tenemos pocas ayudas y a veces la burocracia no facilita las cosas», dice Ángel Núñez, que cuenta cómo esta cuestión ralentiza la posibilidad de que jueguen algunos niños.
Porque lo que importa no es cuál es su procedencia o si sus padres son o no los biológicos. Lo que importa es que jueguen al fútbol y aprendan los valores intrínsecos al deporte y tengan hábitos de vida saludables, algo que se fomenta en el Cabezón con el cariño de quien se siente como el equipo del pueblo. Porque eso es, y no otros que se vanaglorian de ser eso y, en cambio, gastan millones al año en confeccionar plantillas. Todo en la entidad rojiblanca se hace por el balompié local y para poder vivir otros 50 años, sino con las glorias de un pasado lustroso, por lo menos sí con una filosofía y un arraigo por lo local de los que presumen siempre que pueden.
El combate al sedentarismo de las consolas y los móviles comienza en el campo, en las horas que pasan en los entrenamientos y partidos, y con el tiempo compartido horas antes y al acabar en las instalaciones. Como cuando viajaban juntos en autocar y casi ascienden a Tercera. Como en esos tiempos en los que siempre que jugaban fuera de casa el local hacía su 'día de club', sabedor de que iba a hacer caja. Manteniendo el espíritu de Sísifo subiendo la colina: porque la 'condena' bien lo merece.
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