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Jesús Soria agarra las redes antes del comienzo de un encuentro de voleibol disputado en Valladolid. Ricardo Otazo
El anhelado deseo por impartir justicia

El anhelado deseo por impartir justicia

Jesús Soria Ibazeta Árbitro de voleibol de la Superliga Masculina 2 ·

El colegiado peruano llegó a Valladolid con el sueño de poder ganar dinero para construir un polideportivo en su país

Gerardo Liendo

Jueves, 6 de febrero 2020, 07:56

Con 12 años, Jesús Soria Ibazeta leía los libros que su padre utilizaba para impartir clases de Educación Física en un colegio de su Perú natal. «A partir de ahí, comenzó a gustarme el deporte en general en todas sus facetas: como jugador, árbitro e incluso dirigente». Los fines de semana acudía a los estadios donde su progenitor ejercía de colegiado de fútbol, «y presenciaba las broncas que le echaban desde la grada. Yo pensaba que mi padre era un tío importante, que mandaba. Esto me gustó. Siempre me ha encantado impartir justicia y que niños y mayores hagan lo posible para ganar pero cumpliendo el reglamento».

Durante su adolescencia, además de jugar al fútbol, baloncesto y voleibol, arbitraba los partidos de juegos escolares en todas las disciplinas deportivas posibles, mientras superaba cursos de árbitro y entrenador, previos a su entrada a la Universidad con 16 años. «En aquella época, teníamos que estudiar lo que querían los padres, y el mío decidió que debía cursar Ciencias Económicas, algo que no me gustaba en absoluto».

Pero su pasión era el deporte en general y el arbitraje en particular. «Pitaba a la selección de la Universidad», recuerda, hasta que consiguió finalizar la carrera. «Ese día, cogí el título y se lo di a mi padre. 'Toma, es tuyo', le dije, y ahora voy a estudiar lo que a mí me gusta. Me fui a Lima y me matriculé en Educación Física. Durante la carrera me obligaron a estudiar los cursos de árbitros de todas las disciplinas deportivas. Junto con otros estudiantes, acudimos a las direcciones generales de Educación, donde necesitaban técnicos deportivos, y decidimos crear una empresa de árbitros para pitar balonmano, baloncesto, fútbol, fútbol sala, voleibol, incluso hacíamos de jueces de atletismo y de tenis. Seguramente no éramos buenos, pero éramos personas necesarias para las competiciones».

Soria se vio obligado a decidirse por un deporte a la hora de arbitrar. «En mi país, para ser árbitro de fútbol debes medir, como mínimo, 1,75, y yo mido 1,70, así que descartado; en baloncesto me impresionaba la altura de los jugadores, mientras que el balonmano en Perú es un deporte menor. Me decanté por el voleibol. A los 21 años era árbitro titulado de este deporte».

Una ilusión

Con 35 años, Jesús Soria decide vivir el 'sueño europeo' y aterriza en una fábrica de Íscar con una única ilusión: «Trabajar durante cinco años de sol a sol y ganar el suficiente dinero para construir un polideportivo en mi país, pero las cosas no fueron como las imaginé. Llegué cuando comenzaba la crisis y pensé: 'Con lo que gano, no construyo un pabellón en mi vida».

Mientras negociaba con la empresa un contrato fijo que le permitiera traer a su familia, Soria tiene sus primeros acercamientos con la Federación de Voleibol. «Dejo la fábrica, me voy al paro, realizo más cursos de entrenador y árbitro, y una vez superados, a las pocas semanas ya pitaba Primera División Nacional. En 2010, colaboro con la Federación para arbitrar todo lo que podía, juegos escolares incluidos, y me hice entrenador de la Universidad de Ávila. Con el paso de los años, me introduzco de pleno en la Federación y compagino ese trabajo con el entrenamiento de los equipos del Colegio Apostolado de Valladolid. Me hice cargo del Comité Territorial de Árbitros y ahora pito en la Súper Liga 2 -a veces subo a la Súper Liga 1- y doy cursos de arbitraje».

En Valladolid, cada temporada, entre 30 y 35 personas participan en los cursos de entrenadores y árbitros de voleibol, mientras que los sábados por la mañana más de 150 niños 'viven' este deporte en los juegos escolares, siendo arbitrados por casi 120 jóvenes que comienzan a adentrarse en el mundo del arbitraje. «En algunas ocasiones, a los que empiezan les subimos a partidos federados como anotadores de mesa para que vean cómo se desenvuelven los árbitros más mayores, porque mirando también se aprende».

El principal consejo que Soria les ofrece a los jóvenes que dan sus primeros pasos como árbitros es que «tengan seguridad y que se sepan el reglamento porque interpretarlo bien o mal en una jugada determinada viene dado por la experiencia. Deben saber que todos cometemos errores, pero tienen que aprender de ellos para no volver a cometerlos. También es mejor que hayan sido jugadores en este deporte porque les será más fácil interpretar las cosas, aunque es cierto que algunos árbitros han llegado lejos sin haber jugado, lo que les exige mucho trabajo de vídeos y mucha experiencia en las canchas», concluye el árbitro.

El voleibol, un deporte respetuoso

El voleibol es un deporte respetuoso con la labor arbitral, aunque Soria ya advierte de la aparición de pequeños brotes de intolerancia desde las gradas. «No podemos aceptar que los padres echen broncas a árbitros de entre 14 y 20 años; pero este problema no el del deporte en sí, sino de la sociedad. Hay padres que piensan que sus hijos son lo máximo en el mundo del deporte y les meten presión, sin dejar que se diviertan. Nosotros decimos a nuestros árbitros que se centren y que piten lo que ven, y que si se equivocan, deben retractarse, pedir perdón y dar el balón al contrario; no pasa nada»

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