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Jesús Zancada Lobato, en el vestuario de Los Anexos. Ricardo Otazo
Amores que no se olvidan

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El árbitro ·

Después de 32 años en el mundo del fútbol, Jesús Zancada Lobato sigue disfrutando de su deporte y ayudando a los jóvenes colegiados igual que el primer día

Nuria Galindo

Jueves, 13 de febrero 2020, 07:45

Hay canciones que parecen estar hechas para personas, momentos vitales o situaciones. La pasión por el arbitraje de Jesús Zancada Lobato recuerda a aquella de Antonio Machín. «Toda una vida estaría contigo, no me importa en qué forma, ni cómo, ni cuándo, pero junto a ti», parece decirle. Aunque se retiró de la elite en el verano de 2017, todavía sigue pitando siempre que puede. «Mi motivación para salir al campo es ver la ilusión con la que vienen los árbitros más jóvenes. El arbitraje es mi pasión; cuando salgo al campo tengo la misma ilusión y concentración que el primer día. Hay cosas que no se pueden dejar de vivir, explica el que fuera juez de línea en la máxima categoría.

A sus 45 años, se considera un privilegiado por haber dirigido encuentros en los templos de fútbol más importantes de España, desde el Camp Nou pasando por Mestalla hasta llegar al Santiago Bernabéu, entre otros. «He tenido la suerte de salir por la puerta grande; arbitré derbis andaluces, catalanes, madrileños... He podido viajar por todo el mundo; siempre tenía la maleta hecha. Es una vida muy bonita y el año se te pasa rápido», rememora.

Estuvo diez años en la élite del fútbol, seis en Primera y cuatro en Segunda. Y los últimos partidos que dirigió, Atlético de Madrid-Real Sociedad, Espanyol-Barcelona y Real Madrid- Sevilla, permanecen en su retina. «La temporada fue buena. Sé que ahora se apuesta por la juventud. Antes se premiaba a la veteranía, pero el ciclo ha cambiado», dice, melancólico.

Fútbol de barrio y barro

Jesús Zancada recuerda que un amigo le animó a aventurarse en el mundo del arbitraje: «Vio un cartel y nos apuntamos. Yo jugaba al fútbol en el San Agustín y me interesaba conocer las reglas de juego. Comenzamos a estrechar vínculos, a viajar, a disfrutar del deporte y a cogerle cariño». Por eso nunca lo ha dejado.

El trencilla comenzó a arbitrar en categoría alevín, dado que no existían la prebenjamín ni la benjamín. «Mi padre me llevaba a los partidos. Aunque me manchaba la ropa de barro, en mi casa nunca me pusieron pegas», dice con cariño. Y cuando tuvo la oportunidad, como formador, tuvo muy claro que no quería que los árbitros que empezaban se sintieran solos. «Todo el mundo piensa que sabe de fútbol y, como se cree en el derecho a criticar, a veces hay que aguantar insultos. Por eso es fundamental, además del apoyo de la familia, como el que yo tuve de mis padres, tener a alguien al lado que sepa lo que es, que conozca el mundillo y que apoye al chico que empieza. Hay que mimar a las nuevas promesas con clases muy concretas para que empiecen a entender el arbitraje una vez saltan al campo», pondera, sabiendo también lo importante que es contar con un referente. En su caso, no tiene dudas: fue Julián Rodríguez Santiago, quien, cuando él comenzaba, «era uno de los cinco grandes colegiados que habían en la élite».

Y es que si algo tiene el arbitraje, si algo cree Zancada que le ha dado, es «compañerismo», la posibilidad de «hacer amistades que duran para toda la vida, con los que compartes una pasión y estableces un vínculo muy fuerte». Estas relaciones las mantiene con los clubes de la provincia también, que le reconocen por su labor. «Es un honor», confiesa el colegiado, que, sin duda alguna, anima a los más jóvenes a entrar a formar parte «de la gran familia que es el arbitraje», pero «sin descuidar nunca sus estudios», porque son el principal pilar de su formación y, además, ayudan en la formación arbitral. «Como árbitros tenemos que pasar una serie de controles teóricos y, por ejemplo, el inglés es una herramienta importante para avanzar en la carrera arbitral. Me encantaría poder contar mi experiencia a todos aquellos que pueden dudar, porque seguro que se animarían a adentrarse en este bonito deporte», cree Zancada, tras más de media vida dedicada a su pasión, esa a la que quiere seguir ligado. «No importa en qué forma, ni cómo, ni cuándo, pero junto a ti», como decía la canción.

«Mi función es educar a los nuevos árbitros»

Tras abandonar la élite, Jesús Zancada no quiso apartarse del arbitraje y comenzó su andadura como delegado de las selecciones regionales y participando en el Centro de Tecnificación de la Federación. «Mi función es educar a los nuevos árbitros. Cuando vamos a las concentraciones, no solo hablamos de reglas del juego, sino que también arbitramos amistosos para poder trabajar con determinadas jugadas o introducir un ritmo mayor en la preparación. Ese trabajo de campo, con equipos y con los árbitros noveles, es muy importante», dice. En Valladolid percibe una crisis del colectivo, ya que el número de árbitros ha bajado y la Delegación no tiene árbitros en Tercera. «Hay que actuar, porque estamos tocando fondo», lamenta.

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