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Los corredores se preparan en la Acera de Recoletos para salir hacia Santander en la segunda etapa de la Vuelta a España de 1935. El Norte
1935: La Vuelta llega a Valladolid por primera vez
Ciclismo

1935: La Vuelta llega a Valladolid por primera vez

Pasó por Boecillo, accedió a la ciudad a través del Arco de Ladrillo, y culminó en línea de meta situada en el número once de la Acera de Recoletos

Martes, 5 de septiembre 2023, 13:02

Salió el asunto desde la Glorieta de Atocha. Cincuenta ciclistas, treinta y dos españoles, el resto entre belgas, austriacos, holandeses, suizos, franceses, transalpinos. Treinta de abril, año 1935. Nueve menos cuarto, porque aquí no somos puntuales, para qué voy a intentar convencerles. Hace los honores Rafael Guerra del Rio, canario y Ministro de Obras Públicas, Partido Republicano Radical de Lerroux, símbolos masónicos desde el mismo anagrama. Cuentan que si hay veinte mil personas, dos mil automóviles y cuatro mil ciclistas, pero a mí me sobran ceros en todo este asunto...

Banderazo y... salen. Tienen por delante ciento ochenta y cinco kilómetros.

La Vuelta a España comienza, y lo hace en dirección a Valladolid.

Lo de la Vuelta a España es historia curiosísima, porque nació como prueba anómala para sus propios progenitores. Que eran dos. Estaba, de un lado, Clemente López-Dóriga. Montañés, santanderino. Y un López Dóriga. Que no es poco asunto, eh, ser un López-Dóriga en la Cantabria de su época. Alcaldes por la capital, tíos forrados a más no poder, representantes de la Casa Rostchild en el puerto de la Bahía. Así que niños pijos. Coches, veleros, aeroplanos. Y bicis, cómo no. Bicis. Cuando los velocípedos eran objetos carísimos, inalcanzables para el común de los paisanucos... allí estaban los López-Dóriga sobre dos ruedas. Tanto que compitieron. Tanto que uno de ellos, Alfredo, fallece en fatal accidente. La mamá López-Dóriga hace jurar a los otros hijos... Vais a dejar de lado ese demonio de la bici. Ellos prometen y, como suele suceder, fallan. Clemente se apunta a las carreras con pseudónimo. 'Lapize', como el escalador francés, como un 'Lápiz' más largo. Porque también se mete a reporterismo ciclista, y organiza Grandes Premios, y termina llevándose a Vicente Trueba hasta el Tour de Francia para que demuestre a los galos lo que es un grimpeur. Pero quiere más. Más. Allí tienen el Tour, en Italia el Giro...

¿Y si?

Hay dos equipos, uno con maillot azul, otro con maillot verde. Los de allá patrocinados por B.H., los de aquí por Orbea. Claro que equipos, lo que se dice equipos... nada de nada, cada uno a lo suyo, dolor de cráneo ver a uno con tus mismos colores delante, aliarse con los oponentes, hacer carrera en individual.

La salida es locurón, porque en aquel entonces las salidas eran siempre locurón. Todo Madrid en la calle, todos aplaudiendo a esos tipos tan curiosos. Y, muy pronto... el puerto. La primera pendiente en La Vuelta a España. De Guadarrama para arriba, Alto del León, le dicen, porque esa es su verdadera denominación, porque arriba hay un solo felino, porque lo de Los Leones es cosa del fascismo, que quería marcar territorio a cada paso.

Alto del León, sí, y Leo Amberg que ataca. Leo Amberg es un helvético con buen tino para lo de escalar, y empieza a subir sin bajarse de la bici, sin cambiar desarrollo, totalmente atrancado. Cuentan las crónicas que si hubo paisanucos advirtiéndole. Dónde va usted, señor, dónde va, que así no llega arriba. Lo logra, pero con menos cadencia en el último kilómetro que una película de arte y ensayo...

Después es cuando llega el momento decisivo. Escapa Dignef, un flamenco, y a su rueda va Mariano Cañardo, que es figura del ciclismo español, que viene fortísimo, que, cuentan, podría ganar este asunto. Relevos, los otros se miran, tres minutos de ventaja. Y... la rueda de Cañardo dice basta, la rueda de Cañardo revienta, la rueda de Cañardo añora las carreteras lisas y suaves al norte de los Pirineos. Así que Antoine Dignef marcha solo, y ninguno quiere perseguirlo, porque ya les comentamos eso de las escuadras ficticias. Así que Antonine Dignef marcha solo, y va para apuntarse la primera etapa de siempre en la Vuelta, y el primer maillot de líder. Que no era rojo, ni amarillo, ni blanco, sino naranja... sí, naranja.

Originalidad por bandera.

El otro padre de la criatura, el otro demiurgo de la Vuelta, es un tal Juan Pujol. O, más bien, su periódico. Informaciones. Sí, sí, Informaciones, nada menos. De tendencia política... a ver, cómo decírselo... Conservadora. Muy conservadora. Vamos, que fascista. Vamos, que bastante nazi, que se ponían contentísimo el periódico Informaciones con cada victoria de la blitzkrieg.

Así que entre López-Dóriga, que tiraba a monárquico, y Juan Pujol, que gustaba de esvásticas, se pusieron a crear una carrera ciclista para mayor gloria de la República Española. Bueno, para mayor gloria de la venta de ejemplares, fundamentalmente, que cuando hay ventas de ejemplares se olvidan todos los problemas.

La vida te da sorpresas.

La llegada en Valladolid está perfectamente señalizada. Y es lógico, eh, que llevábamos semanas con todo en manos de un Comité de Honor rimbombante. Comité de Honor compuesto por la pertinente aportación política (alcalde, gobernador, presidente de la Diputación), la pertinente aportación mediática (redactores deportivos de periódicos insignes como Diario Regional, La Libertad y El Norte de Castilla) y la pertinente aportación futbolística (cómo no incluir al presidente del Valladolid, cómo).

La llegada está perfectamente señalizada, dije, y desde Boecillo había carteles indicando 'por aquí, por aquí no', para que nadie pudiera perderse. Luego, tras pasar el Arco de Ladrillo, rótulos para indicar la senda que debían tomar corredores y vehículos. Meta en el número once de la Acera de Recoletos. Solo que en 1935 a aquello le decían Avenida de la República. Ya ven, es que todo estaba pensao para mayor gloria del republicanismo...

Ganó Dignef, recuerden, y después entran Cañardo, Marinus Valentyn, Capella. Sebastiano Picardo, un transalpino, entra en último lugar, dos horas más tarde.

Al día siguiente... segunda etapa, dirección Santander. Salen solo cuarenta y nueve ciclistas, porque Santiago Mostajo va a convertirse en el primer abandono de toda la historia en la Vuelta Ciclista a España. Igual tomó buena nota para explicárselo, décadas después, a su discípulo más conocido. Sí, amigos, este Mostajo es quien sufragó las primeras pedaladas en la bici de un chavaluco que llaman Federico Martín Bahamontes...

Pero esa es otra historia.

Toque de corneta pronto, porque la neutralizada se cita para las cinco y media de la mañana, Plaza de la Rinconada. Que a las cinco y media de la mañana, Plaza de la Rinconada, antes había bicis, vale, pero ahora es que solo encuentras a peña que vuelve fiesta. En fin... Primeras pedaladas torpes, somnolientas, y salida real desde el fielato que hay por la carretera a Santander, a eso de las siete, que ya me dirán si era necesario el madrugón para luego tenernos hora y media por ahí haciendo el indio. De allí bajaron hasta Cantabria por... bueno, en fin, pues por el antiguo Camino Real de Reinosa, ese que abrieron a mediados del Siglo XVIII entre Ensenada, Fernando VI y un montón de harinócratas con ganas de hacer pasta (literal y figurada). Así que llano llanísimo hasta Pozazal, luego bajada vertiginosa por las Hoces, más tarde terreno rompepiernas entre Torrelavega y Santander. Si hasta puntuaron un puerto allí, que le dijeron Alto de La Pajosa, y hoy lo pasan con Alto de San Mateo por nombre, aunque no vaya exactamente por el mismo sitio, ni con las mismas curvas, ni con idénticas pendientes. Luego volvemos, sí, al Alto de La Pajosa...

Porque decide el asunto. Salvador Cardona ataca Reinosa abajo, a la altura de Lantueno, y va pillando cada vez más y más segundines para con los otros. Trueba hace un intento llegando a Corrales, en un par de rampitas que hay, pero nada, que no le dejan marchar. Y Cardona sigue. Que si el repecho de Requejada, que si Pedroa, que sin ese murito que hay después del Pas. Dos minutos va sacando, pero es que salta Escuriet, y Antonio Escuriet es ciclista fiero, es ciclista de los grandes, Antonio Escuriet siempre lleva un pañuelo cubriendo la nuca para que su madre lo reconozca en las fotos de prensa. Y va comiéndose la ventaja de Salvador, y todo queda para La Pajosa.

La Pajosa son dos kilómetros, La Pajosa tiene rampas del diez. La Pajosa es un repecho como cualquier otro, pero puntúa en aquella Vuelta a España de 1935. ¿Recuerdan al hermano muerto de Clemente López-Dóriga? Sí, el que tuvo un accidente en bici. Pues fue en La Pajosa. Resulta difícil no ver en esa distinción montañera un homenaje póstumo a quien no está.

Y allí, decimos, se decide la etapa, porque Escuriet captura a Cardona, y Escuriet adelanta a Cardona, y Cardona va muerto, y Escuriet desciende como un loco hasta Peñacastillo, y entra como ganador en Santander. Doscientos cincuenta kilómetros desde Valladolid, segunda jornada de siempre en la Vuelta a España. Ah, también trinca maillot de líder. Detrás, acechando, Gustaaf Deloor. Mañana será otro día, pudo pensar. Mañana ascienden Alisas, y La Sía, y luego bajan hasta Bilbao. Mañana se puede ganar la Vuelta.

Hoy ya no. Hoy pasó.

El sueño comienza. El sueño sigue.

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