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Existe el debate de si las carreras en las que participa Mathieu Van der Poel, Tadej Pogaçar o Jonas Vingegaard –cambie el orden si quiere– son aburridas. De si la infinita superioridad de estos tres ciclistas, con el permiso de otros grandes –quizá sin tanta ... suerte, pero coetáneos–, como Evenepoel, Roglic o Van Aert, hace de las pruebas en las que se suben a la bicicleta un monólogo que resulta a veces hasta soporífero, con la única duda de que en kilómetro decidirán marcharse en solitario. De ahí que haya muchos aficionados que señalen el calendario para ver cuando éstos coincidirán en la carretera para ver quién es realmente el más fuerte.
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En Flandes, el segundo monumento de la temporada, pasó algo parecido. Sin Van Aert, operado tras la dura caída del miércoles; y sin el vigente campeón, Pogacar –centrado en la preparación del Giro de Italia de dentro de un mes–, todos los focos se concentraban en Van der Poel, segundo el pasado año; y con el objetivo de entrar en el olimpo de la carrera con tres victorias, e igualar a Buysse, Magni, Leman, Museeuw, Boonen o el propio Fabian Cancellara –que para más inri, y como el neerlandés, ganó con el jersey de campeón del mundo–.
Así que la duda estaba en si el líder del Alpecin-Deceuninck atacaría a casi 100 kilómetros de meta en el Molenberg (con 460 metros al 7% de pendiente); o si esperaría al Oude Kwaremont, a falta de 54 kilómetros, una distancia que se antojaba ideal para él. No fue así, y el que lo intentó fue Mads Pedersen, que el pasado domingo ya le birló la cartera a Van der Poel al sprint, pero la aventura casi en solitario del danés, lo único que hizo fue desgastarlo para el tramo definitivo a falta de 50 kilómetros con el empinado Paterberg.
Y ahí entraron los españoles del Movistar. Lejos de hacer de extras de la prueba flamenca, decidieron ir al ataque. El primero que lo intento fue Lazkano. El alavés se había atrevido incluso a arrancar ante el resto de favoritos en la segunda ascensión al Oude Kwaremont, mientras que Iván García Cortina se marchó en solitario camino del Koppenber a menos de 44 kilómetros para la meta. Las sensaciones eran inmejorables, y entonces... El rampón flamenco –llamado a decidir la carrera–, con el adoquín mojado, le jugó una mala pasada a Cortina que iba camino de hacer la carrera de su vida. Pie a tierra y gestos de desesperación ante la imposibilidad de volver a subir a la bicicleta. Gran parte del pelotón con la bici a cuestas, resbalando con las calas sobre el adoquín. Lazkano perdió una eternidad y ya no se recompuso. Y Van der Poel, el rey del ciclocross, pasando a todos, y rumbo a la meta. Sólo intentó seguirlo Jorgenson, tque atraviesa un gran estado de forma, pero Mathieu le quemó mientras le caían segundos y segundos, y un minuto, y otro minuto, mientras por detrás ya se organizaban para repartirse el resto del podio. Cortina soñó con él, pero Flandes y sus 271 kilómetros no perdonan los esfuerzos, y Luca Mozzato y Nils Politt acompañaron al nuevo rey de Flandes, que ya piensa en la Paris-Roubaix del próximo domingo.
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