La etapa de París, de común acuerdo, siempre ha sido una explosión de simpatía dentro del pelotón, de alegría en los que ganan y de aceptación en los que pierden, un homenaje en cierta medida a los supervivientes de la carrera. Y comenzaba, durante la ... firma de salida, con una copa de champagne para todos que pagaba el equipo del líder. No sé si se habrá perdido esa costumbre, pero era un buen remate al sufrimiento anterior.
Publicidad
Luego, eso si, cuando se entra en la capital, cuando se pisan los Campos Elíseos, se acaba la tregua para luchar por la última victoria parcial con la seguridad de no afectar al primer puesto de la general. Una victoria al sprint que tienen en su palmarés grandes velocistas desde Van Steenbergen hasta los más modernos, incluido Peter Sagan que este año no ha rodado muy fino, aunque ayer en Paris fuese tercero.
La organización del Tour siempre ha dicho que ganar la última etapa supone una victoria de prestigio y ese prestigio, este año, lo suma Sam Bennett, el irlandés que comenzó esta temporada de la pandemia ganando una etapa en la Vuelta a Burgos y que se ha perfilado, con el maillot verde, como el mejor velocista. Es verdad que ayer mismo apareció
como adversario de cuidado hasta la misma línea de llegada el danés Mads Pedersen. Pero, sin duda, en Paris el protagonista fue el eslavo Pogacar que, a sus 21 años, puede acumular muchos más éxitos.
PD.- No sé cómo andarán los contagios en Francia. Millares de personas se asomaban a los dos lados de la ruta sin guardar distancias de seguridad y una minoría tan solo con mascarilla.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.