Julio Jiménez en sus años en activo.

La montaña de verdad

De ayer a hoy ·

«Ante las grandes cuestas, los buenos escaladores acumulaban una ventaja suficiente para, después, mover la carrera según las circunstancias y la respuesta de los rivales más peligrosos»

Ángel María de Pablos

Domingo, 6 de septiembre 2020, 10:13

Mi entrañable Julio Jiménez siempre me decía que, en Francia, el Tour no comenzaba hasta la montaña. Y como el buen escalador que era, el abulense remataba su frase de forma contundente, «pero la montaña de verdad, la dura, la difícil, la que te obliga ... a retorcerte en la bicicleta». Y ayer se puso de manifiesto su sabiduría en estos temas del ciclismo y la alta montaña.

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Se puso de manifiesto porque los corredores abandonaron su táctica ratonil de dar prioridad a la velocidad del pelotón sobre la fuerza física y las cualidades técnicas y estratégicas. Julio, además, añadía que, ante las grandes cuestas, los buenos escaladores acumulaban una ventaja suficiente para, después, mover la carrera según las circunstancias y la respuesta de los rivales más peligrosos. «Cuesta arriba no hay más que pedalear», me decía Julio que, por su nacimiento en Ávila, siempre que salía en el entorno de su capital para entrenar era difícil que no se encontrase un puerto.

Bueno, pues ayer, por fin, los participantes en el Tour de Francia se encontraron con los Pirineos que, desde la primera edición de la prueba, se tiñeron de opciones para quienes han aspirado a vestirse el maillot amarillo en los Campos Elíseos de París. Y los Pirineos, como primer aperitivo, presentaron dos puertos (El Col de Balès de 11 kilómetros y el Peyresourde de casi diez) que forzaron a una batalla espectacular desde los primeros kilómetros de la etapa. Primero fue Cousin, que repetía intento, y más tarde Nans Peters que, como el año pasado en el Giro de Italia, acabaría ganando en Loudenvielle por delante de Skujins, Verona y Zakarin mientras, quienes quieren el amarillo, se pegaban a muchos minutos de distancia: el pelotón del líder Yates empezó a tomar conciencia de la etapa cuando llevaban 12 minutos de retraso.

Por cierto, cuando esperábamos a otros nombres, ayer el verdadero nombre español fue el de Carlos Verona, del Movistar, que comprendió la importancia de incrustarse entre los grupos cabeceros. Y acabó en tercera posición con el mismo tiempo del segundo. Luego hay que reconocer que, en esa pelea por detrás para tener un hueco por delante en la general, Mikel Landa se codeó con los mejores y arregló en cierta medida su despiste del día anterior, zarandeado por el viento.

Pero lo mejor para la fama del Tour es que, hoy, domingo, hay más Pirineos y desde Pau, camino de Laruns, los ciclistas se van a encontrar con el Col de Marie Blanque que es una auténtica pared, de esas que Julio Jiménez llama «montaña de verdad».

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