La desventura del solitario
De ayer a hoy ·
El autor lamenta que la aventura del suizo Hirschi no llegara a buen puerto y recuerda a algunos especialistas en largas escapadas en solitarioDe ayer a hoy ·
El autor lamenta que la aventura del suizo Hirschi no llegara a buen puerto y recuerda a algunos especialistas en largas escapadas en solitarioTodos queríamos empujar a Marc Hirschi hacia la meta de Laruns después de casi 100 kilómetros en solitario y de enfrentarse, a lo largo de ese centenar incierto y terrible, a puertos como Hourcère, Soudet, Ichère y el durísimo Marie Blanche. Una escapada iniciada con desparpajo y mantenida con un pedaleo suelto, alegre y poderoso que, sin duda, le pasó factura.
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Pero, en el mundo del ciclismo profesional, no hay sentimentalismos, ni emociones, ni agradecimientos reales a quienes derrochan sus facultades físicas y sus sueños de victoria. No hay nada de eso. Al contrario, como sucedió ayer en Francia, quienes se apoyan en equipos poderosos y en gregarios dispuestos a tirar del carro son los que se llevan el gato al agua. Y como es la historia de siempre y no hay nada de ilícito en ello, bienvenido el triunfo de Pogacar que, sin duda, fue también el triunfo de sus sacrificados compañeros.
Pero a mi la escapada en solitario me recordó a ciclistas españoles que gustaban de ese apartado de la competición aunque, desde luego, eran conscientes que podría sucederles lo que ayer le sucedió al suizo. Por ejemplo Fernando Manzaneque, 'Manzaneque de la Mancha' como le apodó un querido compañero de profesión, siempre decía que él prefería «ir solo que mal acompañado». Se refería, claro, a quienes luego le podían disputar el triunfo en la carrera. Y bien que dejó patente esa preferencia incluso en el propio Tour. Martín Piñera era otro de esos corredores que iniciaba, cuando menos se le esperaba, una aventura en solitario que, si bien tuvo algunos buenos finales, lo normal es que acabara engullido por un pelotón perseguidor. José Manuel Santisteban, también era de ese batallón, pero encontró la muerte en la primera etapa del Giro 1976 por un golpe en la cabeza cuando bajaba un puerto puntuable.
Pero, por encima de estas consideraciones, la última de las etapas pirenaicas fue muy emotiva y tensa hasta el final cuando cuatro aspirantes al podio de París dieron caza al valiente y solitario Hirschi y se disputaron un triunfo de etapa que, pese a toda la carga de sus piernas, todavía se atrevió a disputar el suizo en una desventaja que aprovecharon Pogacar y Roglic para que este último se vistiese de amarillo antes del día de descanso, que ojalá no traiga ninguna sorpresa. Porque el Tour someterá a todos los seguidores de la prueba a PCR en busca de algún tocado por el virus. Ojalá que no.
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