Cuando a falta de dos kilómetros derrapó, las miradas se cruzaron en el pelotón, despreocupadas. «El abuelo no puede llegar». Y sí, aquel abuelo no solo llegó sino que cruzó la meta, levantó los brazos y esbozó una leve sonrisa antes de enfundarse al maillot ... arcoíris. No era Innsbruck, se trataba del circuito italiano de Giavera del Montello, y el 'abuelo' era Joop Zoetemelk, que se acababa de proclamar campeón del Mundo con 38 años y 9 meses, tan solo cien días más que los que hoy cuenta Alejandro Valverde. Corría el mes de septiembre de 1985 y en aquel campeonato, chapurreando italiano, ya impartía magisterio Javier Mínguez, entonces al frente del Zor.
Publicidad
«Pero el holandés» –de la quinta de corredores como Planckaert o Van Impe–, no tenía el mismo palmarés que Valverde», interrumpe el todavía seleccionador, que el pasado domingo acabó el día bañado en champagne dentro de la piscina climatizada del hotel. No era para menos. Valverde, que había ganado carreras de todos los colores hasta un total de 122, se acababa de enfundar el maillot arcoíris. El hijo del camionero, el 'Bala' como se le conoce en el pelotón, ponía la guinda doce mundiales después a una hoja de servicios intachable.
Una gesta con una intrahistoria que tiene mucho que ver con eso que los puristas llaman en deporte intangibles, y en los que el seleccionador ha jugado un papel trascendental. No le hizo caso Valverde a Mínguez cuando le aconsejó que descartara disputar la Vuelta a España, pero sí tuvo que transigir cuando el seleccionador le agarró del hombro para convencerle de que era necesaria una miniconcentración para llegar en óptimas condiciones al Mundial. Los corredores no estaban por la labor. «Primero le dije que no corriera la Vuelta, que iba a explotar y que no haría ni podio. Y sin embargo se empeñó», exclama el vallisoletano, que meses más tarde va un poco más lejos en aquel consejo. «Igual si Valverde no hubiera disputado la Vuelta, hubiera estado más fresco y llegado solo a meta en Innsbruck».
Y llegó la concentración. «¡Y Valverde estaba muerto! Luego ellos mismos se han dado cuenta de que ha venido bien, y lo cierto es que nos ha salvado la vida pese a las peleas que he tenido». Y no solo por recuperar fuerzas y poner de nuevo el cuerpo a punto, reconoce Mínguez, sino por la labor de grupo que se hizo durante la estancia en Sierra Nevada. «Ha sido muy beneficioso por el buen ambiente que ha habido entre los corredores. Luego, está claro, ha habido otros factores. Había un estado de ánimo fuera de lo normal, y la sensación era de que se escapaba el tren». Habla Javier Mínguez de un buen rollo que se palpó desde el mismo día en el que la expedición aterrizó en Innsbruck. Los corredores le recibían incluso al grito de «¡Luis Aragonés, Luis Aragonés!». Y el Sabio de Valdearcos de la Vega –curiosamente tiene los mismos años que tenía el de Hortaleza cuando conquistó la Eurocopa con la selección española–, tozudo como Luis, siempre ha dado prioridad a su propia intuición, producto de la experiencia acumulada con el paso de los años. «Tengo buen rollo con los corredores y hablo de frente. Y cuando hablo, termino. Luego hablan los demás pero si me equivoco lo hago yo, que soy el que se la juega. Porque si deciden ellos, habría nueve tácticas y tienes que saber coger el toro por los cuernos para que no haya confusión», explicaba ayer en conversación con este diario poco después de aterrizar en Madrid.
Al igual que el Zapatones, también Mínguez sigue a pies juntillas y tiene fe ciega en su filosofía. «Mi filosofía es correr con la cabeza, no con el corazón, y cometer los menos errores posibles. Si luego te ganan cinco porque han sido mejores, ¡olé!, pero si te ganan porque tú has cometido el error y te has despistado, eso sí que me llevan los demonios», sostiene.
Publicidad
Esa personalidad tan acusada y tan conocida en el pelotón le lleva ahora a plantarse pese a que ayer mismo José Luis López Cerrón, presidente de la Federación Española de Ciclismo, daba por hecha su continuidad hasta los Juegos Olímpicos de Pekín, año 2020. «La situación de Mínguez es la misma hoy –por ayer– que hace una semana», asegura rotundo el seleccionador, que descarta seguir en las mismas condiciones. «No hay dinero, al precio que estoy no merece la pena», reconoce antes de apuntar otros factores. «La federación tiene infinidad de problemas, y la situación es complicadas».
López Cerrón, mientras, se remite a la cena con la que la selección celebró el oro de Valverde. «Pregunté a los corredores y la unanimidad, incluso entre los más jóvenes, fue rotunda. No hay ningún problema».
Publicidad
Pero sí lo hay...
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.