El segoviano posa celebra su llegada a Roma posando junto al Coliseo. Fotos cedidas por Fernando Álvaro
Ciclismo

Una clásica de 4.700 kilómetros

Fernando Álvaro repasa su odisea de 47 etapas entre Segovia y Roma, un viaje espiritual para celebrar sus 50 años y honrar los orígenes segovianos

Sábado, 31 de diciembre 2022, 11:34

El ser humano necesita poner distancia con su zona de confort para mirarse al espejo. «Cuanto más lejos viajes, más cerca de ti llegarás». Para Fernando Álvaro (5 de noviembre de 1972), eso significó marcharse en bicicleta desde Segovia a Roma: 4.700 kilómetros divididos ... en 47 etapas y 54 días. Una introspección de cien kilómetros al día por tres países con una conclusión: «Cuando llegué a Roma pensé, esto ha sido un calentamiento. Parece el infinito y más allá, pero no está tan lejos».

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Tras aventuras como recorrer la costa portuguesa o llegar a Múnich, la «excusa» para ir a Roma era rendir homenaje a la ciudad de Segovia. Trabaja en Madrid como bombero y vive en Cantimpalos. «No pago impuestos en Segovia, pero es mi ciudad, disfruto de ella. Juntó el mes de octubre (vacaciones) y noviembre (empleo y sueldo). «Cumplía 50 años y me quería regalar una ruta un poco más grande».

El viaje de ida fueron unos 2.200 kilómetros, siguiendo la línea Soria-Zaragoza-Lérida hasta pasar a Francia por Puigcerdá, tramo en el que consumió siete etapas. Tras la primera jornada de descanso, atravesó la costa francesa y descubrió lugares como Aix en Provenza, que vio nacer a Cézanne, rumbo a Niza o Mónaco. Con todo, su odisea no incluía turismo. «En media hora veo un poco el pueblo. Lo que hago es lavar la ropa en una lavandería, echar un vistazo a la bici y, sobre todo, descansar. Hay veces que no salgo ni del hotel».

«En media hora veo un poco el pueblo. Lo que hago es lavar la ropa en una lavandería, echar un vistazo a la bici y, sobre todo, descansar»

fernando álvaro

Cada etapa, de unos 100 kilómetros, le llevaba unas cinco o seis horas. Su día empezaba con un buen desayuno –buscó hoteles con un buen buffet libre– para ponerse en marcha en torno a las 9:30 horas. Solía hacer una primera parada breve y una segunda más larga para comer –nada excesivo, un bocata– para llegar al destino a eso de las cinco de la tarde. Entre bicicleta y alforjas, su vehículo pesaba 34 kilos. Lleva ropa de repuesto, una chaqueta de inverno, ropa de calle (apenas dos camisetas, una sudadera, un pantalón y unas zapatillas) y repuestos mecánicos (dos cámaras, dos cubiertas, una llave multiusos, correas o botes). En el manillar llevaba un pequeño cofre destinado a la comida.

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Ya en Italia, su camino le llevó por Pisa o Livorno. «Ahí lo pasé bastante mal con el tráfico, así que me pasé al interior en vez de seguir por la costa». Llegó a Roma y se relajó por su carril bici tras 21 etapas en 23 días. Lo dice un cuentakilómetros, nada de moderneces. Llegó a las cuatro de la tarde, se hizo la foto en el Coliseo y a dormir. Estaba tan cansado que el día siguiente no salió del hotel. Sin concesiones, al día siguiente se puso en marcha. Esperaba la vuelta por Siena o Florencia para pasar por los Alpes.

Cesana Torinese, que no llega a los mil habitantes, es el último pueblo de Italia, rumbo al puerto de Montgenèvre, que corona a 1.850 metros y traza la frontera. «Tuve mucha suerte porque hacía sol y la coronación fue espectacular». Tras la bajada, Briançon, cerca de Alpe D'Huez. Pero sin distracciones. «Yo quería avanzar porque si viene la nieve te puedes quedar ahí una semana».

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«He comido muchísimo, desayunaba el triple de lo que hago normalmente. Gasto en comer y dormir lo que ahorro en gasolina»

Fernando Álvaro

Ya en Francia, se marchó una línea «muy rural» para evitar grandes ciudades. Llegó a San Juan Pie de Puerto, inicio del Camino de Santiago, y cruzó por Navarra, subiendo el puerto de Ibañeta para desembocar en Roncesvalles. Descansó en Espinal, un día en el que nevó: bienvenido a casa. El mal tiempo le acompañó en los últimos días y lo que iban a ser cinco etapas fueron seis. Hubo una de 40 kilómetros. Y la posterior, solo 10. Recuerda la gasolinera de Matalebreras (Soria) en la que se refugió.

Cuanto más cerca de casa, más sufrimiento. Entre Maderuelo y Sepúlveda vivió una etapa terrible. «Normalmente cuando llueve, no hace frío. Pero es que hacía frío. Lo pasé fatal. Fue el peor día; llevo toda la vida montando en bici y no lo he pasado peor. Estaba con nauseas, diciendo: por favor, no pinches». La última etapa, entre Segovia y Sepúlveda, la hizo el 25 de noviembre. Principio y fin en el Acueducto.

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Fernando Álvaro en su llegada a Segovia, el 25 de noviembre. Fotos cedidas por Fernando Álvaro

Su preparación se centró en tiradas largas de senderismo y bicicleta en todas sus variantes. Hizo «cuatro salidas muy duras». Caminata de seis días por la sierra norte de Madrid; examen de calor por el interior de Valencia y Alicante, «durísimo», aclimatación al frío en Gredos y máster en desniveles por la montaña leonesa, «subiendo puertos de tierra con la bici de la mano». Su experiencia con la bicicleta, que condujo a una velocidad media de unos 19 kilómetros por hora, hizo el resto. «Si sabes manejar la bici y que trabaje ella, hay tramos que el esfuerzo es cero».

Dos kilos perdidos

Por el camino ha perdido dos kilos: salió con 84 y regresó con 82. «He comido muchísimo. Devorar. Desayunaba el triple de lo que hago normalmente y cenaba lo que me daban». Cada día despertaba sin la certeza de dónde dormiría «Si hay cinco hoteles, me despreocupo. No reservo porque a lo mejor no llego. Y si en un hotel no encuentro alojamiento, desde allí me lo gestionan ellos. No he tenido problema. Lo que no gasto en gasolina, lo gasto en comer y dormir».

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Él relató a través de un diario sus emociones y repasa alguna de sus frases: hay que dejar de cumplir años para cumplir sueños. «Cuando pones tierra de por medio de tu monotonía, te cambia. Pierdes el miedo a todo, es libertad. La bici llega muy lejos, pero si la acompañas de educación, respeto y paciencia, llegarás al fin del mundo».

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