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Señalaba Óscar Olleros, primer entrenador ocasional del Recoletas por el confinamiento de Pisonero, que el rendimiento de sus jugadores ante el Cisne de Pontevedra iba a ser una incógnita. La mezcla de cuarentenas y pocos entrenamientos suele ser implosiva en los equipos profesionales. Y si a eso se le suma la ausencia de Diego Camino y Víctor Rodríguez por la dichosa covid-19, se te forma una madeja enmarañada que no es fácil de descifrar de antemano. ¿Habría fondo físico suficiente para aguantar los 60 minutos a ritmo de Asobal? ¿La coordinación de movimientos en las circulaciones y en los bloqueos permanecería o se perdería? ¿Cómo estarían esas piernas para facilitar los desplazamientos frontales y laterales en defensa? Un sudoku de nivel 3.
Recoletas
César Pérez ( 6 paradas), Carlos Calle (11 paradas); Nico López (1), Ander Ugarte (5), Turrado (), Dani Pérez (), Adrián (3), Patrianova (2), Álvaro (), Miguel Martínez (3), Roberto (2), Serrano (9, 4 de penalti), Miguel Camino (4), Pablo Herrero (), Manuel García (), Sergio Casares ().
29
-
26
Cisne
Villamarín (10 paradas), Pablo ( paradas); Chan (5, 1 de penalti), Picallo (2), Sánchez (4), Preciado (5), Simón(), Vázquez (1), Leiras (), Calvo (), Pombo (), Gayoso (5), Ramos (4), Conde (), Álvarez (), De Moura ().
Marcador cada cinco minutos: 2-2, 3-4, 6-6, 7-8, 8-9, 12-11 (Descanso) 15-14, 19-16, 23-19, 26-20, 26-24, 29-26
Árbitros: Macías de Paz y Ruiz Vergara. Su presencia era obligatoria para que se disputara el partido, pero no tuvieron su día. Flojitos para los dos equipos
Y bien que sabía Ollero lo que le esperaba. A él y a su equipo. El balonmano moderno es un deporte de precisión, de ajuste fino. Los tiempos de los lanzapiedras ya pasaron, y ahora hay que trabajar mucho los movimientos para deshacer los muros defensivos. Y ahí es donde falló el Recoletas en la primera mitad. Le costó un tiempo entero encontrar no ya el camino del gol. No. Hallar el ritmo y la capacidad necesaria para pasar el balón al compañero, lanzar entre los tres palos o no estrellar el balón en el cuerpo del portero. Miguel Martínez y Ugarte destacaron en el primer y tercer concepto. Patrianova y Adrián, en el segundo.
Pero no hay mal que cien años dure ni juego que se olvide, y con el pasar de los minutos los guerrero pucelanos le fueron cogiendo el tranquillo al encuentro. El Cisne, sabedor de las carencias en primera línea de los locales, planteó el partido con agresividad a la hora de cerrar las líneas de pase y con una extraordinaria movilidad en el ataque. Y durante mucho tiempo le funcionó.
El 3-3 ofensivo del Atlético Valladolid era bien contenido por el muro gallego. Y los desdoblamientos de los extremos carecían de eficacia ante la ofuscación de los laterales, más pendientes de la portería que de las circulaciones. Y el 6-0 solo funcionaba a ratos, solo cuando Nico López lograba arrastrar a sus compañeros para que igualaran su intensidad.
Ollero intentó prevenir el posible problema con rotaciones constantes. Pero Patrianova y Turrado no terminaban de ser eficaces en el relevo a Adrián, que aunque no se desgastaba en defensa, acumulaba ataque tras ataque. Y eso podía ser un problema cuando se acercara el desenlace y las piernas no obedecieran los requerimientos de la cabeza.
La solución, entonces, era romper el partido cuanto antes. Y a ello se dedicó el Recoletas en la reanudación. Y pareció lograrlo al acumular tres goles de renta a los 40 minutos. Carlos Calle paraba, Miguel calentaba el brazo y la defensa se le empeza a atragantar al animoso Cisne. Y el Recoletas pudo correr.
El partido entró en un intercambio de goles del que el más perjudicado era el cuadro gallego. Que para más inri tuvo que jugar con dos menos durante seis minutos. El Recoletas alzó la renta hasta el más 4 y más cinco en cuanto se recuperó la primera igualdad. Ollero tenía el partido donde quería.
Pero no podía ser fácil. No. Había que complicarse la vida. Va en los genes del Atlético Balonmano Valladolid. Una exclusión, un mal cambio -justo lo mismo que habían hecho los rivales-, mermó la ventaja a dos goles a falta de cinco minutos.
Todo lo anterior ya no valía.
Cisne ordenó mixta sobre el central, fuera Adrián o fuera Patrianova y subió la intensidad en defensa. Las ideas se fueron a pasear por el exterior de Huerta del Rey y el Recoletas tuvo que tirar del acierto de Calle bajo los palos y de Serrano desde la línea de siete metros para capear la galerna que se le estaba viniendo encima. Y evitó el naufragio.
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