El Recoletas gana al Oporto en un partido de probaturas

La estrategia, por tanto, parece clara. Probó Pisonero dos defensas y dos tipos de ataque distintos en la primera mitad. Al fin y al cabo, para eso son estos partidos.

Y lo que pudo verse es que el 5-1 está muy verde aún con muchos problemas a la hora de cambiar las asignaciones o de seguir al par correspondiente, lo que acababa por provocar enormes boquetes defensivos; o que en el 6-0 hay demasiadas lagunas a la hora de protegerse de los dos contra dos; o que los sistemas ofensivos tienen mucho que pulir de momento en lo que a coordinación se refiere pese al trabajo a destajo de los dos pivotes, que no cejan un segundo en su búsqueda de posiciones ventajosas para sus compañeros.

Así que, en el sentido de mostrar las carencias a corregir, el encuentro resultó enormemente productivo. En especial porque un rival que tiene enfrente a centrales como Rui Silva ayuda mucho a definir los puntos que hay que trabajar con más ahínco para mejorarlos.

35 goles en 30 minutos son muchos goles, y esa cifra dice mucho de cómo se desenvolvieron ambos equipos. Otro ejemplo. En menos de 60 segundos los porteros habían detenido dos balones lanzados desde seis metros y otros dos se habían marchado fuera. Así que las defensas tardaron mucho en ajustarse. Lo hizo antes la del Oporto, que en los momentos que puso intensidad y piernas fue infranqueable para el Recoletas. Los guerreros azules (esta vez de granate para no coincidir con el rayado blanco y azul de los lusos), solo encontraban caminos a base de contragolpes (que los bordan, eso sí), y cuando encontraban la manera de mover deprisa el balón. Y si no la encontraba, siempre podía confiar en que el empuje de los 375 espectadores pusiera una velocidad más al balón. El apoyo del público es tan vital para el Atlético Valladolid, le insufla tal vitalidad, que da miedo pensar qué puede pasarle a este equipo si ha de disputar una Liga completa con las sillas de testigos pasivos.

El segundo acto quedó algo desvirtuado por el exceso de probaturas. Pisonero incluso dio minutos a Sergio Casares, un juvenil del BM Viana con una notable rapidez, algo interesante siempre para el Recoletas.

Enfrente, el Oporto se lo tomó de otra manera y perdió parte de su intensidad en la búsqueda de alternativas a su juego. Y no le funcionaron. Ni adelante ni atrás. De hecho empezaron a sumar exclusiones y pérdidas. Solo cuando Rui Silva regresó al 40x20 los de la desembocadura del Duero encontraron huecos y juego, pero para entonces el Recoletas había puesto tierra de por medio.

Así que Bruno Matinga, el técnico luso, hizo regresar al campo a la primera unidad y el Recoletas, cansado ya y con un Diego Camino especialmente ineficaz en la dirección, dejó ir la ventaja.

Los 10 últimos minutos fueron un suplicio para los pucelanos, a los que nada salía en gran parte por su precipitación y ansiedad, y que no lograban ni frenar a Rui Silva ni hilar el juego de ataque con solidez. Pero Oporto se buscó media docena de exclusiones y el Recoletas respiró y se llevó el partido. Que es lo de menos en pretemporada, pero que cuenta