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La penúltima jornada de la competición empezaba de forma irregular, con un partido fuera de la hora de la jornada unificada. No obstante, al Balonmano Nava no le vino mal, porque le afectaba directamente y terminó con el resultado que esperaba. Sinfín no podía casi ... ni hacerle cosquillas al Barça, con lo que un punto servía para, matemáticamente, eludir el descenso. Lo de la promoción, era otra película.
BM Benidorm
Rodríguez, Vainstein (3), Oliver, James (6), Grau, Vallés (8) y Nikcevic 3); Barceló (1), Iker Serrano, Benito (2), Lignieres (2), Sempere, Iván Rodriguez (5), Calle (1) y Vaquera.
31
-
26
Viveros Herol Nava
Patotski, Vujovic, Moyano (2),
PARCIALES: 1-1; 5-3; 7-5; 12-5; 13-8: 15-12; 18-13; 20-13; 23-15; 26-16; 28-19 y 30-23.
ÁRBITROS: Sebastián Fernández Molina y Alberto Murillo Castro. Mostraron tarjeta amarilla a Andrés Moyano y tarjeta roja a Jakub Prokop en el minuto 34.
Y lo del punto, también empezó a parecer otra película por momentos en la cancha del Benidorm. Cualquiera que hubiera puesto el partido en los primeros cinco minutos, que terminaron con 2-1 en el marcador, podría haber pensado que se había equivocado de deporte. Lo que ocurre es que esa igualdad se difuminó cuando a los segovianos empezaron a acumulárseles expedientes X en la mesa del despacho. Pasados los diez primeros minutos, con 4-3, se acumuló la primera serie de catastróficas desdichas. Una exclusión acompañada de lanzamiento de siete metros anotado por los locales y, en el siguiente ataque, un robo en primera línea y otro gol a puerta vacía. 6-3 sin saber ni cómo, ni porqué.
Dos minutos después, Benidorm se quedaba con uno menos durante dos minutos y, al contrario que en la secuencia anterior, Rodrigo fallaba el castigo. Y es que las diferencias en la portería estaban siendo sonrojantes. Cuando Rodríguez sumaba tres paradas en ocho lanzamientos, Patotski estaba en un 2 de 11. Es decir, estaba fallando lo de siempre y, además, lo que nunca que era la portería.
No obstante, el momento crítico estaba por llegar y había señales que hacían presagiar que no podía caer del lado navero. Carlos Villagrán tomó el mando de las operaciones y empezó a hacer circular algo más rápido. En una de esas, asistió de tal manera a Carró que se quedó solo para tirar al muñeco y quedarse brazos en alto, atónito y sin respuesta. Lo que pudo ser el 9-6, iba a terminar en otra secuencia negativa. Le caían a Tsanaxidis dos minutos discutibles y discutidos y, con el 10-5, Zupo pedía tiempo muerto para hacer saber que el camino hacía rato que no era ese. En la vuelta al juego, pérdida de Horiha en el centro de la cancha y 11-5 a portería vacía. En la siguiente acción, lanzamiento acompañado otra vez de parada de Rodríguez Lario, mal repliegue de una maquinaria que daba síntomas de estar mucho más que gripada y el 12-5 que volvía a caer sin nadie bajo palos.
Sin embargo, en la interacción Villagrán-Prokop iba a nacer un conato interesante de reacción. El capitán navero, a pesar de haber fallado un lanzamiento sin portero que tenía que haber anotado, no decayó. Y Prokop empezó a sumar gotas de calidad con un gol desde el extremo izquierdo lanzando rosca de mucha calidad con un giro de la muñeca derecha; con un lanzamiento potente desde fuera y con otro tanto llegando al descanso que, casi sin tener claro muy bien cómo, hacía que el Nava estuviera vivo y solo tres abajo cuando podía haber terminado en la lona.
Esa reacción que la calidad de Prokop había suscitado, se acalló nada más comenzar la segunda parte. En una acción nefasta, Iván Rodríguez atacaba desde su pródigo extremo derecho y, en el salto, la rodilla impactaba en el muslo del jugador navero. Un bocadillo que impedía que Prokop pudiera seguir y, además, la acción se sancionaba con tarjeta roja. Un todo en uno absolutamente decisivo. Sin comerlo ni beberlo, sin apenas haber entrado en juego, la cosa ya estaba otra vez en un 19-13 que se empezaba a hacer demasiado cuesta arriba. Un gol de Vainstein que colocaba el 20-13 hizo que Zupo tuviera que parar de nuevo el partido. Esta vez no hacía falta un tiempo muerto contundente, de enfado; sino uno didáctico para diseñar un nuevo plan al que pudieran agarrarse unos jugadores que estaban en el partido como náufragos en medio de un isla.
En la siguiente acción, James Lewis iba a ser frenado por Villagrán en una acción punible, pero que no debía tener más. Salvo que el capitán segoviano alargó un poco de más la acción y el de Benidorm vio mala fe en el medio. Se encararon, sin más, y unos árbitros que nada habían visto, acataron el precedente salomónico y mandaron fuera a ambos dos minutos. Otra piedra para una opción improbable de segunda reacción.
A partir de ese momento, el equipo de Fernando Latorre ya no lanzó al equipo a atacar con la portería vacía. Sabía que lo mejor era contemporizar, ir navegando en las escasas olas que el impulso del Balonmano Nava deparaba; construyendo a fuego lento una victoria que el tiempo le tendría necesariamente que traer. Con eso y, de nuevo en momentos puntuales que sentaban como puñaladas entre las costillas al equipo segoviano, paradas de Rodríguez; el viaje estaba hecho. El punto que le hacía falta al Viveros Herol para garantizar que no va a descender de forma directa, no iba a llegar en la penúltima jornada. El sino empujaba fuertemente a jugárselo todo en la carta de casa, en el último partido. Abonados al alambre del necesario equilibrio de la última jornada.
Con el partido completamente decidido, sobraba la mitad de la segunda parte. Y ojalá le hubieran permitido a Equisoain decidir no jugarla más y negociar un armisticio en ese momento. En el abrazo del desencanto, los segovianos se fueron meciendo en un correcalles en el que solo podía ganar el equipo que iba por delante, sin cinchas, suelto y a la carrera con el viento a favor. El otro, el que remaba desde galeras viendo cómo tras las velas iba perdiendo el mástil y hasta las coberturas; no podía más que bajar los brazos. Con muy poco de los hombres importantes como Rodrigo, Horiha o Vujovic; con Prokop fuera de combate de nuevo y jugadores como Bernabéu disputando minutos sueltos, o Smetanka aportando menos que Darío Ajo; Balonmano Nava llega al final muy tocado en su línea de flotación, aunque dependiendo de sí mismo todavía.
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