¡Qué pena que esto se acabe!

El equipo de Pisonero desarboló de principio a fin a su eterno rival, en un partido que empezó con baile y acabó en fiesta.

La hipotética falta de tensión por parte del Recoletas Atlético, con la temporada hecha y empaquetada, no restó ni uno solo de los ingredientes que acostumbra a regalar los derbis ante Ademar. La inercia positiva que acompaña al equipo de Pisonero en este final de curso le ha soltado de todo tipo de ataduras, principalmente clasificatorias, y eso se traslada a la pista donde ha recuperado las señas de identidad que siempre le han acompañado. Un juego alegre, vivo, por momentos eléctrico que ahora sí hace disfrutar de lo lindo a sus aficionados.

Ahora ya no importan tanto los goles encajados porque su producción, apoyada en la solidez de Nagy en la portería (11 paradas) y en una defensa mucho más contundente, ofrece más garantías. Ese sello inconfundible marca los tiempos, también el derbi con ventajas que nunca le abandonaron del primer al último de los minutos. Desde el 4-0 de salida que obligó a Dani Gordo a parar el partido, pasando por el descanso (20-16), por un nuevo parcial a la vuelta de vestuarios que desesperó al técnico visitante (23-16), y por su máxima renta poco después (27-19).

El derbi fue azul por todos sus costados, y ni siquiera la necesidad con la que llegaba el Ademar, con opciones de meter la cabeza en Europa, hizo que el Recoletas perdiera la concentración. Ni siquiera la temprana expulsión de José De Toledo, contratiempo que en otro momento hubiera supuesto un freno, condicionó su respuesta en el campo. Apoyado en el momento dulce de Álvaro Martínez (7 goles al descanso) y Freitas (5) fabricó un pequeño colchón en la primera parte para después dejarse llevar por una inercia positiva difícil de frenar para su rival.

Solo hubo un momento de duda en el derbi (34-31, tras siete minutos sin marcar), y ese ingrediente de emoción que le había faltado al partido también lo resolvió favorablemente el equipo de Pisonero, esta vez sin brillo pero con el oficio que le faltó en otras ocasiones. Las opciones visitantes iban a morir con el único fallo desde el punto de penalti de Juan Castro, hasta entonces 7/7.

Con 36-32 alguien alertó de que se podía pelear el 'golaverage' particular (27-22 en León), pero el crono no dio para más.