Lorena Téllez (Santiago de Cuba, 26 de noviembre de 1996), llegó al Aula Cultural en el verano de 2019. Un chica grandota, algo lenta, de hablar dulce y a la que en la pista se le notaba carácter. En una de las primeras ruedas de ... prensa de esa temporada su técnico, Miguel Ángel Peñas 'Carolo', dijo sin que nadie le preguntara que estaba impresionado con la jugadora que acababan de contratar. «En mi vida he visto una jugadora tan fuerte como Lorena y con tanta capacidad de defender. Es brutal, es impresionante. Nos va a dar muchísimo». Lo que Peñas se calló, porque no podía decirlo, era que a Lorena Téllez había que pulirla porque con su forma de entender el balonmano no iba a triunfar en Valladolid. Tres años y medio después, la jugadora cubana ha dejado atrás el sufrimiento de aquellos primeros días, acaba de ser madre, sus ojos brillan cada vez que habla de su hija Ayla Cloé, y la felicidad le supura por cada uno de los poros de su cuerpo. Solo le falta un detalle: volver a jugar. Eso será el 28 de diciembre en Huerta del Rey y frente a Málaga.
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El nacimiento de un hijo cambia la vida a todas las personas. Y a una deportista de élite más si cabe. A finales de febrero el club anunciaba su baja poco después de que el equipo consiguiera la clasificación para la Copa de la Reina, en un encuentro en el que la defensora cubana fue pieza fundamental. «Ese día», recuerda, «solo el presidente y Carolo sabían que estaba embarazada y que iba a ser mi último partido de la temporada. Fue un encuentro muy especial. Me lo dejé todo, todo, todo sobre la pista. No me guardé nada. Me tiré a por balones, me exigí el máximo,... Hasta Elena Cuadrado, que era quien defendía a mi lado, me decía: '¿pero Lore qué te pasa, estás bien?'». Y una sonrisa gigantesca, limpia, feliz, conquista su cara mientras lo cuenta y lo narra con ese deje tan mimoso que tiene el acento cubano.
Y eso que no sabía lo que se le venía encima. Un parto que duró dos días y medio porque, pese a la oxitocina, su cuerpo no reaccionaba y no dilataba lo suficiente. Dos días y medio en la que pese a la epidural, dos le pusieron, su cuerpo era un puro dolor. Y luego las mastitis, y Cloé que perdía peso, y los médicos que no autorizaban el biberón hasta que Pocholo, su marido, se puso bravo.
Esa plenitud que exhala el lenguaje corporal de Lorena Téllez es producto de muchas situaciones. Varias acontecieron antes del encuentro que significó su despedida temporal de las pistas; otras de lo que vivió desde que dejó de pisar las canchas hasta que regresó a los entrenamientos hace apenas unas semanas.
El primer factor fue Carolo. El moldeador de jugadoras, el hombre que pule los diamantes, el tallador de joyas. «Cuando llegué al equipo y vi cómo trabajaban y cómo jugaban, pensé que yo no iba a valer para estar aquí». Fueron duros los principios. «A mí me gusta mucho defender, y en Cuba te enseñan a defender dando golpes, pegando, pero aquí vi enseguida que no pega nadie, que en Valladolid se defiende de otra manera». Es el 'amagar y no dar' que hizo campeón del Mundo a España en Túnez con Juan Carlos Pastor en el banquillo y del que Miguel Ángel Peñas es uno de sus más aventajados alumnos. «Al principio no entendía nada», recuerda Lorena. «Yo, por ejemplo, siempre tenía que tocar al pivote para saber dónde estaba, aunque luego no hiciera nada más. Y Carolo siempre me día que no, que me olvidara del pivote, que no era cosa mía». Y Lorena miraba a su técnico y pensaba que aquello no era normal. «Yo siempre había defendido en individual, y ahora tenía que hacerlo en zona. Me costó muchísimo acostumbrarme, entenderlo, comprender que no había que dar golpes sino hacer que el rival no supiera qué iba a hacer. Pero lo entendí gracias a Miguel Ángel. Él me moldeó, él me ha hecho ser lo que soy como jugadora».
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El pasado jueves tuvo su primer contacto con los movimientos defensivos en un entrenamiento. Era un momento que esperaba con miedo. La prueba fue positiva. Sus sensaciones estuvieron acordes con lo que notaba antes de quedarse embarazada y dejar la competición.
Y respiró. ¡Vaya si respiró! Los meses de sufrimiento van a acabar, los partidos en la grada mordiéndose las uñas y desesperándose ante la imposibilidad de bajar a la pista a arreglar los errores que veía.
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«Estar en la grada es horrible. No se lo deseo a nadie. Ves todo. Las equivocaciones, las decisiones mal tomadas, las jugadas mal ejecutadas. También ves lo bueno, claro, pero te mueres en cada partido que no puedes jugar».
Pese a un parto tan complicado, pese a los ocho kilos que engordó, Lorena se recuperó deprisa. Tanto que los técnicos han tenido que frenarla para contener sus ganas de volver a jugar. Y ella ha sabido contenerse y mantener más viva que nunca la sonrisa. De oreja a oreja. De mujer plena, de madre feliz.
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