sergio perela
Nava de la Asunción (Segovia)
Sábado, 15 de mayo 2021, 22:37
Se han acostumbrado en Nava de la Asunción a que en los partidos en el Guerreros Naveros pasen cosas «galácticas» en palabras del siempre elocuente Zupo Equisoain. Su equipo decide hacer cosas raras, seguir senderos tortuosos y difíciles y, últimamente, terminar sacando los puntos jugando con las constantes vitales de sus seguidores. Frente a un rival directo como Cangas, haber ganado por una diferencia de dos o más goles habría supuesto la salvación tirando de matemáticas y diferencias de goles. La pírrica victoria por un tanto supone que hay que esperar resultados, que quizá el miércoles, con la disputa de partidos atrasados, se consume ya la salvación; pero si no, con un punto de cuatro que quedan en juego valdría.
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Está casi hecho, se toca con los dedos y de ahí la celebración, prolongada y en comunión con la grada, del equipo al final del partido. Un partido en el que siempre fueron por detrás en el marcador, que lograron empatar con un gol de Rodrigo cuando se entraba en los últimos cinco minutos y que terminó definiéndose con un gol de Bernabéu atacando el espacio a la carrera tras una extraordinaria parada de Patotski y una rápida asistencia del portero.
El gol ganador llegaba cuando quedaba únicamente un minuto y doce segundos de juego. A falta de 51 segundos, Nacho Moyano pide tiempo muerto para intentar al menos sacar un punto, ya que su equipo había remado demasiado para quedarse llorando en la orilla. Una excelente defensa en el extremo de Rosales y Bernabéu fuerza a Fernández a pisar dentro del área y anulan una acción en la que pudo estar el empate para los gallegos. Y cuando existía la posibilidad de ir a buscar ese último tanto que diese el 'goleaverage', faltaron fuerzas. Una lástima para el que se hubiera enganchado al partido en el descanso. Todo un final inesperado, de película de sobremesa, para quien tuviera en la memoria lo ocurrido en la primera parte.
Los números marcan perfectamente lo que ocurrió en los primeros treinta minutos de juego. Un gol en los primeros cinco, cuatro en los primeros diez y solo uno navero. La historia estaba clara: defensas fuertes, muchos nervios en la pista por todo lo que había en juego, puesto que los del Morrazo eran el equipo que marcaba la línea de la salvación al inicio de la jornada 32. Pero también una falta de ideas y de claridad para finalizar de los segovianos que llevaba a Zupo a mirar constantemente al suelo y a enrojecer más de la cuenta. Sumado a eso el acierto de Javi Díaz bajo palos, aliado en muchas ocasiones precisamente con ellos, el menú y la explicación del mismo estaban servidos. En esos momentos también la rotación de Equisoain estaba siendo muy medida.
Solo entraba Darío Ajo para jugar en ataque por Rodrigues, que en ocasiones también se postuló como pivote ofensivo. Un golazo de Ajo sumado a la exclusión de Cerqueira dejaba a los naveros la opción de igualar cuando se iba a entrar en los últimos diez minutos, pero lo que se sacaba en defensa no se refrendaba en ataque y el equipo se iba resintiendo.
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La primera parte terminaba sabiendo Nava que comenzaría la segunda en inferioridad, por exclusión de D'Antino. En esos momentos es donde el equipo volvió a verle las orejas al lobo, porque llegó a ir hasta cuatro goles abajo cuando se iban a cumplir los primeros cinco minutos. Hacía falta algo que cambiase el tono y eso fue la subida de la línea defensiva, de la intensidad. Con dos goles de diferencia a favor gallega, en una acción defensiva de Filipe Mota, la sangre que manaba de la nariz de David Iglesias llevó a los árbitros a considerar que debían expulsar al central navero. Se estaba permitiendo mucho, pero había que establecer unas líneas. Fue entonces cuando emergió la figura de Patotski.
En defensa el equipo estaba apretando mucho con un Simenas muy entregado, Vujovic igual y la entrada en rotación de Bernabéu, que también activó esas constantes. Pero para levantar todo eso necesitaban la levadura de su portero, que estaba en una línea tan discreta como el equipo en general. Patotski empezó a sacar esos reflejos que a simple vista oculta tras su apariencia, a salir a cerrar espacios con una agilidad felina. De una de esas paradas iba a nacer una asistencia, previa a la del gol del triunfo final, para un Vujovic que anotaba, ponía a Nava tan solo un gol por detrás y enardecía a una grada que nunca había estado en silencio.
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Mediada la segunda parte, el partido se había metido a empellones defensivos en ese pañuelo de un gol de diferencia, un alambre que cada vez era más fino sobre el que querían caminar los gallegos hasta el final. El cambio de rumbo definitivo lo iba a dar un veterano que siente esos colores y ese pueblo segoviano como si fueran suyos, como si estuvieran cosidos a su apellido. Carlos Villagrán, con la actitud de un 'rookie' que debuta en una cancha de la NBA, se agazapó para interceptar una línea de pase fácil aprovechando que los de Cangas del Morrazo atacaban de seis por estar con uno menos. Gol sin portero, empate a 16 y partido nuevo.
Pero es que un minuto después, el inmenso Simenas se iba a convertir en el muro del Norte de 'Juego de Tronos' y ese 'viejoven' de apellido Villagrán se iba a recorrer toda la cancha bola en mano zigzagueando hasta anotar otro tanto. Dos goles consecutivos que no fueron decisivos, pero sí sirvieron para azuzar a sus huestes e ir metiendo en el frigorífico a un equipo gallego que terminó frío sobre la cancha y caliente por dentro. Tanto, que su entrenador declinó hablar tras el partido temiendo no poder contener sus declaraciones. Lo que no se pudo contener fue la alegría desatada en Nava.
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