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Explosión de alegría. Vujovic, que marcó tres goles, celebra la victoria con la afición navera. Antonio de Torre

Nava sobrevive a la tormenta

Una sufrida victoria sobre Anaitasuna (28-24) termina con el premio de la permanencia en una temporada vivida siempre en el alambre

sergio perela

Nava de la Asunción (Segovia)

Domingo, 30 de mayo 2021

Si de un partido se pudieran guardar instantes en cápsulas para, posteriormente, poder revivirlos según antojo, del agónico partido entre Balonmano Nava y Anaitasuna estaría bien acercarse a los últimos diez minutos. Patotski saca con el tobillo derecho una bola que buscaba la ... portería desde el extremo diestro y, mientras el equipo busca un nuevo ataque, Yerai Lamariano le dice desde el banquillo mientras aplaude: «Una más y ya está». Una parada más. Diez minutos. Marcador 23 a 19. Zupo Equisoain, mientras, paseo hacia un lado y hacia otro por delante del banquillo, no les tiene todas consigo porque su equipo está dando muestras de cansancio. Y aunque él de vez en cuando cambia la posición de manos en la cintura a la de palmas abiertas hacia adelante, como en un ademán de citar al toro que tiene delante, con el 23 a 21 tiene que pedir tiempo muerto porque los suyos necesitan aire y esa parada de Patotski, esa única parada que un veterano como Lamariano calculaba, no llegaba.

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En esta secuencia, por más que revivida igual de inquietante, tras el tiempo muerto se entra en los últimos cinco minutos de partido. Nava vuelve a fallar en ataque, donde se ha atascado como un ordenador viejo toda la temporada, y Etxeberria se lanza solo contra Patotski. La bola se marcha por encima del larguero. No hubo parada, pero hay que considerarla como tal, porque como estimaba Yerai, a partir de esa acción que podía haber puesto el partido en un gol de diferencia, nada sería igual. Darío Ajo, el mito navero que disputaba el último partido en su cancha y que estaba resultando decisivo, volvía a arrancar un siete metros que Filipe Mota transformaba. Faltaban cuatro minutos y la diferencia era de tres goles.

Una energética acción de Carlos Villagrán de esas en las que parece un rookie, en las que se cruza la pista como si tuviera veinte años, suponía la vuelta de la diferencia de cuatro y, justo, con el grito del capitán se iba a confundir el de la grada y el del banquillo. Un grito de celebración porque en ese preciso instante, Puerto Sagunto empataba en Guadalajara y Balonmano Nava estaba salvado. Comenzaban los cánticos evocando a 'Verano Azul' con la grada entonando aquel «del barco de Chanquete, no nos moverán». También los homenajes a los que iban a decir adiós y querían hacerlo sobre la cancha como Lamariano o Alonso.

Sonaba el pitido final y Nava respiraba, Zupo Equisoain se deshacía en lágrimas. Una carrera dilatadísima, éxitos de todo tipo, experiencias de todos los colores y el de Pamplona lloraba ante la consecución del reto que comenzaba para él a mediados de diciembre y que ha sido duro. Muy duro. Por eso, sin duda, sabe todavía mejor.

Guardia pretoriana

Al final de la temporada, Zupo ha terminado ciñéndose a una guardia pretoriana muy concreta a los que ha exprimido con creces. Y en este partido, por momentos, algunos lo notaron y zozobraron. Patotski no, porque volvió a firmar un partido mayúsculo con diez paradas sobre 31 lanzamientos, aunque más que la cantidad fue la calidad y los momentos de partido. La primera diferencia de cinco goles a favor de Nava llegaba tras una parada estratosférica que propiciaba un ataque rápido para que finalizase D'Antino. Y luego, para cimentar, impedía un mano a mano de Chocarro. En la segunda parte tuvo otras dos en las que arrancó los cánticos del público mientras él se quedaba, tras haberse comido literalmente el palo, limpiando el suelo con la suela y mirando al banquillo como el que no ha hecho nada.

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Rodrigues y Rosales se han terminado convirtiendo en un muro bien compensado. Filipe Mota, en ocasiones más inestable, se alternaba con el inconmensurable Rodrigo para intentar hacer daño. Y en los extremos, Vujovic y D'Antino. El montenegrino se exprimía en defensa y, en ataque, anduvo romo en la primera parte fallando dos desde el extremo que no suele. Se resarció marcándose una segunda mitad casi perfecta. Lo de Nicolo D'Antino en este último partido fue sencillamente extraordinario. Goles al espacio, a la contra, sorprendiendo. Estas han sido las balas de Zupo y, cuando ha sido menester cambiar de marcha, han sido claves Villagrán y Paco Bernabéu.

Mención aparte merece, en este último instante, Darío Ajo. Al principio de la temporada apenas contaba y en muchos partidos se terminaba marchando en blanco, algo que ha tenido que ser muy duro para un pivote. En el decisivo, el de la permanencia, le salió todo. Se fajó como un luchador de grecorromana, imposible de asir del todo por las defensas. Anotó goles de todos los colores, sin que nadie pudiera hacer nada.Provocó faltas y sembró el terror en el centro de la defensa de Anaitasuna. Seguramente hizo el partido que había soñado y, encima, terminó como sin duda habría soñado. Un punto y final perfecto a una carrera volcada y dedicada a un solo club.

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Rival respetuoso

Anaitasuna no fue un convidado de piedra. Desde el calentamiento, con profesionalidad y precisión, aumentaron los nervios que cundían en el vestuario navero. Su salida a pista fue para hacer apretar los dientes de los segovianos, con un Del Arco arrollador que, si encontraba media rendija, apabullaba la portería de Patotski. Y, por momentos, se metió en partido para asustar. Por ejemplo, al final de la primera parte, cuando Nava había atesorado una ventaja que debía salvaguardar. Dos balones perdidos los convirtió Gastón en goles desde su cancha y sin portero que ponían la diferencia en únicamente dos tantos. Y así iba a ser durante la segunda parte. Al mínimo bajón físico navero, apreturas de cinturón y de nuevo el marcador ajustado.

Zupo, de vez en cuando, le decía cosas a la espalda de Del Arco. Seguramente algo así como «somos paisanos, a ver si termináis levantando el acelerador». No lo hicieron hasta el final. Una muestra de respeto a la competición y al rival. Incluso a la fiesta final.

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