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Se había quejado amargamente Zupo Equisoain de falta de competitividad e intensidad en León, en el partido de Copa que suponía la vuelta a la competición. No fueron esos los condimentos que le faltaron al Viveros Herol en Cangas del Morrazo, pero igual queda claro ... y patente que la intensidad tras el parón vuelve a ser total y el equipo no la tiene. Dominó por momentos en la primera parte y a partir del minuto 18 de la segunda, toda la estructura se vino abajo por completo.
Frigoríficos Morrazo Cangas:
Javi Díaz, Dani Fernández (11), Soliño, Gayo (1), Iglesias (3), Alberto Martín (1) y Jenilson (3); Brais (1), Asensio (5), Santiago López (5), Quintas, Forns y Aizen
30
-
23
Viveros Herol Nava
Patotski, D´Antino (2), Rodrigo Pérez (5), Carró (4), Tsanaxidis (1), Filipe Mota (1) y Rosales (3); Smetanka, Óscar Marugán (1), Pleh, Moyano (1), Vujovic (5), Bernabéu
Parciales: 0-1; 3-4; 6-6; 8-8; 10-11; 12-13; 14-15; 16-17; 19-19; 24-19; 28-22 y 30-23.
Fueron cuatro pérdidas que abrieron la puerta a que el equipo gallego lanzase cuatro contras rápidas. Sin embargo, los errores puntuales da la impresión de que tienen mayor calado, de que no lo son tanto. Salió Zupo en la segunda parte dando responsabilidad en ataque, la dirección, a Smetanka. Una responsabilidad que no supo agarrar el muchacho, que ya en los minutos que había tenido en la primera parte había estado gris. Ni él, ni Filipe Mota, ni Rodrigo lograban que la bola circulase a su alrededor a una velocidad capaz de descomponer la durísima defensa del Frigoríficos Morrazo. Si la bola no llegaba a los extremos, sobre todo a un Filip Vujovic que fue el hombre más inspirado por momentos, no había forma de hacer daño a la portería de un Forns que sustituyó en la segunda mitad a Javi Díaz con acierto. Cuatro pérdidas, cuatro goles a la contra. La última, propiciada por un resbalón de Moyano al recibir en la derecha que dejaba la viva imagen de lo que era Nava en ese momento: un equipo que perdía pie sin entender lo que estaba pasando y sin saber cómo reaccionar. Esos seis goles de ventaja, cimentados luego desde la posición del pivote, supusieron una ventaja que ya nunca pudo ser reducida.
Ese discurrir de los acontecimientos prácticamente se lo encontró Cangas como llovido del cielo, porque el partido iba por otros derroteros. Mucho más ajustados, mucho más defensivos. La primera parte fue eso, la lucha de dos equipos que convertían a sus jugadores en bloques de granito para que los rivales chocasen y no cupiera ni el aire entre las posibles aperturas. Cuando algún valiente se aventuraba a chocar buscando el escaso bien del gol, ese granito se convertía en los árboles inteligentes de los libros de Tolkien, que agarraban con sus ramas a la víctima. Siempre al borde del golpe franco, en la línea de la agresividad. De hecho, en la primera parte hubo hasta seis exclusiones, Alberto Martín sobrevivió con dos muy seguidas el principio, y dos tarjetas amarillas.
Nadie quería perder y ganar iba a ser, se presumía, todo menos barato. Aunque es cierto que la línea arbitral era algo más laxa en la zona gallega que en la navera, que solo en la primera parte ya había recibido cinco castigos desde siete metros que Dani Fernández había transformado por completo. Esos lanzamientos liberados mantuvieron con vida al equipo de Ignacio Moyano. Porque la diferencia estaba en los detalles. La lástima para los segovianos fue que en ningún momento, aunque en ataque estuvieran menos ocurrentes, bajaron los brazos los gallegos. No era un partido de porteros, sino de defensas, pero en el descanso Cangas decidió sentar a Javi Díaz y salir con Forns. Todo un acierto, porque las escasas llegadas naveras que eludían la línea previa, quedaban rechazadas por él. En el caso de Patotski, no ocurrió lo mismo. Salvo algunas paradas que no se vieron seguidas de un castigo para el rival, muy esporádicas, el bielorruso parecía invisible.
Los bríos que parece que había infundido el gol de D´Antino sobre la bocina al final del primer tiempo, se esfumaron por completo cuando cambió el guión. Porque en los momentos previos al descalabro, la cosa no pintaba tan mal. Eran momentos continuistas con lo visto en los primeros treinta minutos, pero sin acierto de cara a portería. Mucha defensa, menos movilidad. Ataques más predecibles. Con lo que esta serie de errores fueron los que dieron aire al Morrazo. Que luego es cierto que supo hacer lo que tenía que hacer, que no era otra cosa que jugar con el tiempo y la distancia en goles. Jugar con los nervios de un Balonmano Nava que, además, se había encontrado con esta situación en un momento muy comprometido. Porque con dos goles de diferencia, Zupo Equisoain había parado el partido con un tiempo muerto para pedir al equipo cabeza, llegadas a posiciones ofensivas más rápidas para no dejar que hicieran bien el balance; mayor movilidad en ataque eludiendo la predictibilidad. Cuando terminó, Rosales recalcaba la velocidad y Carró, con mucha personalidad todo el partido, pedía minimizar las pérdidas. Fue terminar dicho tiempo muerto y que todo ocurriera como si la Ley de Murphy lo hubiera determinado.
De esos mazazos ya no cupo levantarse. Intento Zupo presionar a los árbitros para que vigilasen mejor la tendencia de Cangas al pasivo, pero fue como pedir peras al olmo. Porque ya habían marcado el territorio, habían abierto una brecha ineludible. Ni la garra de Rodrigo pudo levantar el ánimo de un equipo que bajó los brazos por completo, pues no estaba sabiendo resolver el puzzle desde mucho antes. Es por eso que, desde fuera, resaltaba más la baja de un Prokop que en partidos así de deslavazados es capaz de tirar del equipo con sus lanzamientos lejanos, bien tremendamente escaso en O Gatañal por parte de los dos equipos.
Con este resultado, Cangas, rival directo la temporada pasada en la lucha por no descender, se sitúa entre los cinco primeros con nada más y nada menos que 20 puntos ya cosechados. Y Balonmano Nava por su parte sigue tirando del rédito de la primera vuelta, pero ha comenzado la segunda inmerso en un cúmulo de dudas. Al equipo le falta ritmo, le falta velocidad para generar espacios ofensivos. Sin embargo, mirando el vaso medio lleno, en este partido de regreso a la Asobal no faltó la capacidad defensiva. Aunque sí, como pasó también en determinados encuentros de la primera vuelta, aliento para no bajar los brazos y cierto liderazgo para echarse el equipo a las espaldas en los momentos de zozobra. Esta próxima semana será la de las causas perdidas, porque el miércoles toca jugar en Nava la vuelta de Copa con la perspectiva de remontar nueve goles; y el viernes llega el Barça, un partido que no se cuenta con ganar.
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