El seleccionador nacional Jordi Ribera, durante los encuentros organizados por la APDV. Mariano G. de Egea
Balonmano

Jordi Ribera: «Desgraciadamente vivimos en un país en el que el resultado da credibilidad»

El seleccionador repasa su exitoso ciclo al frente del combinado nacional, que espera cerrar tras París'2024, durante los Desayunos de la APDV

Miércoles, 29 de marzo 2023, 13:59

En la era más mediática en la que el marketing lo solapa todo, la del autobombo y el 'porque yo lo valgo', hay quien todavía vive en la orilla contraria. Quien resiste en la cumbre en un perfil bajo. Subido a la ola del éxito, ... pero siempre en una segunda fila. A la sombra.

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El seleccionador nacional de balonmano representa la figura del antidivo. Serio y metódico, dentro y fuera de la pista, su discurso es el de un funcionario estudioso del balonmano, que cae a plomo cuando se traslada en un aforo como el de los Desayunos de la Asociación de la Prensa Deportiva de Valladolid (APDV) y que, sin embargo, brilla especialmente cuando se interpreta sobre una pista. El puñado de metales que ha reunido, definitivo en un país como el nuestro, tal y como él mismo subraya, no admite discusión.

Jordi Ribera, nacido hace 60 años en Sarriá de Ter (Gerona), es el primer seleccionador de la historia que encadena cinco semifinales consecutivas y el primero que se cuelga seis medallas en ocho grandes torneos desde que tomara las riendas en 2016 (dos oros en un Europeo, una plata, un bronce, un bronce en un Mundial y un bronce olímpico). Casi nada. El hombre tranquilo del balonmano español lidera un ránking en el que le acompañan un mito como Juan de Dios Román (5 medallas), Juan Carlos Pastor (3), y Valero Rivera y Manolo Cadenas, con dos.

Y ese ciclo triunfal, curiosamente, empezó en Valladolid, «un mes de noviembre contra Bosnia» en el que todo eran dudas a su alrededor. «Había muchos nervios porque yo venía de Brasil, de cuatro años un poco apartado de esta realidad, pero salió todo muy bien. Aquel fue el primero de estos siete años y nunca pensé que salieran como han salido», se ha arrancado el seleccionador en la mañana de este miércoles en las instalaciones de la Real Sociedad Hípica en Valladolid.

Después de aquella primera vez no todo fue color de rosa. Hubo sus turbulencias y también sus momentos agrios. «Recuerdo un partido crucial con Eslovenia (Europeo) que, de perderse, me hubiera apartado del cargo. Habíamos jugado con Croacia, perdemos por un gol, caemos eliminados y veo caras de decir 'esto se va acabando'. Tenía claro de que si no pasábamos semifinales, sabía que la continuidad podía ser un interrogante. Hubo una absoluta transformación porque terminamos ganando a Suecia de 8 cuando perdíamos al descanso. Ahí el equipo se da cuenta de que esto aún es muy lartgo y se pueden hacer muchas cosas. Fue la primera vez que España se proclamaba campeona de Europa y aquello fue un punto de inflexión para que el equipo creyera que podía ganar cualquier competición», recuerda Ribera, quien considera clave en todo ese proceso la fortaleza del grupo.

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«Este grupo tiene un foco terrible en lo que es la competición y el rendimiento. Difícilmente encontraría una situación de conflicto o de tensión en el grupo que no sea falta de concentración. Es un grupo al que el hecho de no estar en los Juegos le supuso una fortaleza mayor», señala, convencido de que, de no mediar la pandemia, España hubiera sido ya campeona olímpica. «La pandemia genera muchos interrogantes para muchos porque sabían que los Juegos eran su último evento. Si hubiésemos jugado en el 20, el resultado hubiera sido diferente. Pero tampoco soy una persona que se obsesione. A mi me gusta jugar y ganar», explica, recordando alguna anécdota . «Cuando perdemos la semifinal de los Juegos con Dinamarca es un drama. Recuerdo que querían bajar los políticos para hablar con los jugadores y yo le dije a Iceta, 'mira, no estamos para hablar con nadie. Nos queda un partido para jugar por una medalla'».

Ribera atiende una de las preguntas de Héctor Rodríguez, conductor del acto. Mariano G. de Egea.

Aquel día se empezó a ganar el bronce olímpico. «Recuerdo que en la preparación del partido les pusimos un vídeo de los chicos del CAR, en el que se celebraban diferentes competiciones. Salían chicos de 14-15 años que explicaban lo que para ellos era la selección absoluta. Hicimos los cortes, les pusimos un poco de música, y cuando lo estábamos preparando realmente nos emocionamos nosotros mismos. Estás concentrado en la villa olímpica y en estas competiciones cualquier cosa afecta mucho. Aquello fue para todos un subidón, conseguimos la medalla y celebramos más que cuando los daneses ganaron luego los Juegos», rememora Jordi Ribera, cuyo método ha implantado otra forma de trabajar en la federación. Su sello, el estilo que imprime la selección absoluta, lo transmite también el resto de equipos de categorías inferiores.

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«La idea es que sea un proyecto que vaya desde arriba hasta abajo y que no haya compartimentos estancos. Que todo genere una identidad. Reunimos un grupo de trabajo donde decimos 'Tú vas a ser preparador físico del equipo absoluto, pero no solo de ese grupo'. El CAR de Granada reúne todas las condiciones y por allí han pasado 599 jugadores, y algunos ya empiezan a pasar por la selección. Intentamos enchufarles la adrenalina del balonmano. Les entrevistamos cuando llegan para saber lo que opinan y nos damos cuenta de que sus perspectivas de futuro son muy cortas», explica el seleccionador sobre un proceso que, poco a poco, va generando feeling con los propios jugadores y un conocimiento fundamental a corto-medio plazo.

En ese proceso, ya en periodo avanzado, se encuentra el equipo nacional juvenil, con una media de altura por encima de la propia Dinamarca. «Los grupos a veces se van alterando, pero hemos llegado a tener una altura media de 1,92 con dos jugadores por encima de los dos metros con 16-17 años», señala Ribera. «En el último Europeo que se ganó nos decían los técnicos, '¿pero vosotros no eráis pequeños?'. Hay casos, como el de un chico de 2,04 metros que estaba en Eibar y que no jugaba, con el que decidimos llevar al CAR de Granada. Eso nos permite trabajar con aquellos que pueden ser buenos y útiles para la selección el día de mañana. ¿Qué pasa? Que la primera vez estuvo desorientado, pero en la segunda y sucesivas vino completamente cambiado», asegura el seleccionador, consciente de que lo que hace el equipo nacional repercute directamente en todos los que vienen por debajo.

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«Al final sabes que si nosotros ganamos, se pueden hacer muchas otras cosas porque desgraciadamente vivimos en un país en el que el resultado da crebidilidad. Por eso es importante el haber podido estar en todas partes, no por la calidad sino por el hecho de poder impulsar cosas», admite el preparador catalán.

Fin de ciclo

No es la primera vez que habla sobre ello y la posibilidad de poner el sello a su etapa en la selección con la celebración de los próximos Juegos Olímpicos de París en 2024. Ribera ni confirma ni desmiente, pero en su fuero interno tiene esa fecha como final del viaje.

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«Siempre pienso que todo tiene su tiempo. Si teóricamente llegamos a los Juegos y espero que sí, ya serán ocho años. Y un proyecto de 8 años ya está bien. Mi idea es que, cuando termine el 24, intentar volver a entrenar en el día a día. Llevo mucho tiempo que no lo hago. Es mi idea. Entonces el 24 es un punto de inflexión», reconoce, despreocupado por el futuro de la selección. «Tenemos la suerte de estar en un país donde hay grandes entrenadores».

En este punto se le pregunta al seleccionador más laureado de todos los tiempos sobre la posibilidad de compatibilizar cargo con un club, presente en otros deportes, y Ribera matiza ese 'conflicto de intereses'. «Lo que pienso es que si quieres hacer un proyecto no puedes hacer dos cosas al mismo tiempo. Ahora bien, si se trata de entrenar a una selección para una competición, quizás se pueda hacer. Yo no vería descabellado ahora compartir mi actividad en este tramo final, pero vuelvo a decir que si quieres hacer un proyecto debes tener dedicación exclusiva», concreta, partidario de dejar un estilo en herencia al que venga detrás. «Hay algo peligroso en todo esto y cuando tú vives el deporte como en España, que el balonmano aquí es algo histórico, no somos una generación de 'hoy'. Hemos heredado muchas cosas de los que estaban antes. Eso ayuda a lo que se puede conseguir después. El que venga tendrá que recoger, si es inteligente, lo bueno que se ha hecho en este periodo».

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Y en este punto entramos en el duelo de estilos y en esa mezcla de escuelas que ha generado el balonmano español en los últimos años. Valladolid es fiel ejemplo de ello gracias al legado que dejó Juan Carlos Pastor. «N me gusta poner etiquetas. Recuerdo que en Argentina me dijeron en una ocasión, '¿pero tú de qué escuela eres?. Les dije decirme las escuelas y os podré decir a cual me parezco. Creo que hay personas que han generado unas ideas y forma de funcionar, como pueden ser Pastor aquí o Juan de Dios, Manolo Cadenas, etc.. Pero luego los entrenadores ponen su sello, yo mismo soy una persona que copia de los demás. En su momento vivimos una etapa muy buena, de hecho aquí para ganar un partido tenías que estar muy bien preparado. Y todo eso se ha ido trasladando», sostiene.

El modelo Valladolid

A Jordi Ribera se le ha preguntado por el trabajo que se viene rfealizando tanto en el Recoletas Atlético como en el Caja Rural Aula. «Del balonmano femenino no entiendo mucho. Y el Valladolid siempre ha sido un club referente, ahora tenemos a Alejandro y a Pablo, que han sido campeones de Europa. Las selecciones y las federaciones dependemos de los clubes y de lo que se haga ahí. Al fin y al cabo lo que hacemos es cogerlos y tratar de motivarlos, pero el mérito es lo que ellos hacen», ha comentado. «No me gusta comparar porque sería peligroso, pero en España hay mucha afición al balonmano y Valladolid es un sitio especial. Lo he vivido porque he estado en León. Si me preguntan donde puede jugar la selección, sí diría Valladolid», ha señalado, consciente del problema que existe a día de hoy en el balonmano español.

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«La mayor parte de los jugadores que están en la selección se formaron aquí, aunque luego hayan perfeccionado en otros países. Pero hay jugadores que hace quince años sería imposible que pudiera debutar en la liga Asobal. Ahora lo que pasa es que faltan jugadores porque los chicos se van. Salen a un entorno que aquí no tienen. Necesitamos que ese chico vea en nuestro balonmano su estilo de vida y mañana si evoluciona pueda llegar arriba», ha explicado.

Jordi Ribera, el técnico serio y metódico que lo lleva todo al proceso. El antidivo que un buen día allá por 2004, cuando las cosas no funcionaban en el Bidasoa, estuvo a punto de colgar la pizarra para formar parte del mundo de la hostelería. «Tenía la idea de poner un restaurante y me entró una llamada para ir a Argentina. Me fui a vivir una experiencia personal, irme a otro lugar y formas de entender las cosas diferentes, aunque mi punto de inflexión fue al cabo de un año cuando me fui a Brasil, que sí me marcó mucho. Brasil es un país vital, apasionado, y viví tantas cosas a nivel personal que me hizo tener una perspectiva diferente de la vida. Fueron siete años que nunca borraría de mi vida», concluye Ribera.

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