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Nava de la Asunción es la capital del balonmano en la provincia y Segovia aspira a ser su embajada, pese a que tiene 15 veces más población. La Escuela de Balonmano IMD Segovia vive un nuevo comienzo tras la pandemia, con cerca de una treintena de niños. Todo un granero para que la ciudad recupere un deporte que fue importante a finales del siglo pasado y para que el Balonmano Nava extienda sus valores. Así lo explica su capitán, Carlos Villagrán, responsable de las escuelas: «Lo que queremos es sacar el máximo balonmano en la provincia. Aprovechando la salud que tiene el club, creemos que es un muy buen momento para promocionar el balonmano en la provincia y, sobre todo, en Segovia. Y soñar con un pequeño club que el día de mañana tenga su propio sustento», declara.
El Ayuntamiento de Segovia pone las instalaciones y el club a los técnicos. Jorge Oseguera, jugador del filial, es el técnico de la escuela segoviana, que entrena en el pabellón Emperador Teodosio. Las primeras escuelas impulsadas por el Balonmano Nava llegaron en Navas de Oro, Carbonero el Mayor, Cuéllar o Navalmanzano. El proyecto echó a andar años atrás, pero la pandemia cortó de seco su estructura y este ha sido el primer curso de plena normalidad. Actualmente, el club tiene escuelas en Trescasas, Segovia, Olmedo e Íscar –estas dos últimas en Valladolid– para un total de unos 50 niños. Villagrán pone en valor la diversidad. «Cuantos más deportes haya activos, mejor para la sociedad. Eso enriquece mucho», asevera
Segovia es la apuesta fuerte, el granero con más niños. Villagrán recuerda la fase de ascenso a Asobal de 2018 como una promoción fuerte del balonmano en la capital. «No era simplemente porque estaba en Pedro Delgado, sino para intentar picar allí piedra. Tuvimos mucha repercusión en Segovia y eso nos ha facilitado mucho el trabajo». Habla de la implicación de los padres. «Los niños tienen millones de actividad y hay que ser capaces de engancharles».
La escuela segoviana llegó a la treintena de niños antes de la pandemia. Tras el parón, el proyecto ha recuperado números parecidos, con 24 niños de siete a doce años. Las inscripciones siguen abiertas y llegan nuevos fichajes. «Tenemos un goteo semanal de uno o dos niños. Si llegara a 30, habría que dividirles en dos clases de 15 y repartir edades», comenta. Son principiantes y comparten hora de entrenamiento, aunque hay trabajos diferenciados por edades: no se trabaja igual con un niño de siete que con otro de doce. La inscripción anual –de noviembre a junio– es de 30 euros. El grueso de niños proviene del colegio Martín Chico, aunque hay otros centros como el Diego de Colmenares.
El club celebra unas cuatro o cinco concentraciones cada curso con las diferentes escuelas, tanto la de Nava como las demás. La primera, 'Navibal', será en Segovia el 23 de diciembre. «Que compartan experiencias. Muchas veces se creen que no saben jugar y luego se dan cuenta de que sí. Los propios niños de Nava, que son los que más balonmano tienen, hacen de entrenadores y eso es muy enriquecedor. Más que competición es convivencia», precisa. Los entrenamientos semanales son de una hora porque, en un primer momento, prima lo lúdico. «Hay niños que demandan entrenar media hora más y ahí sí podríamos abrir el abanico. Intentamos hacerlo a demanda». Por ejemplo, dos niños de 14 años han pedido entrar, pero el salto era demasiado grande. «Se aburre el de 8 y se aburre el de 14», explica.
El ascenso del Nava desde la cuarta categoría del balonmano nacional a la máxima responde a una generación local. De cara al futuro, el club necesita un granero de jugadores y, en términos demográficos, el pueblo produce esas 15 veces menos niños que la capital de provincia. «Cuantos más niños, más posibilidades de que salgan, pero las escuelas no se hacen para captar jugadores, sino para afianzar el balonmano en el núcleo correspondiente. Ojalá en siete años Segovia tuviera un equipo infantil y dos cadetes; ese sería un éxito rotundo». El objetivo del club es que estas escuelas, que no compiten, formaran parte de una liga provincial de balonmano. «Harían falta mínimo diez núcleos, que se generen clubes y haya quien lo lleve. Nosotros damos todas las facilidades», añade.
La concejala de Deportes del Ayuntamiento de Segovia, Marian Rueda, apoya esta competición y habla de un compromiso de largo plazo para recuperar el peso del balonmano en la capital. «Es uno de los deportes que queremos reflotar. Nava está muy cerca y tenemos la posibilidad de estar bien nutridos», asevera. Lo argumenta con las facilidades para que el Barcelona o el Granollers, este mismo mes, hayan podido entrenar en Segovia, en el María Martín. «Lo hacemos para que ellos, en puertas abiertas, pudiesen divulgar el deporte».
La edil, también profesora, destaca los valores colaborativos del balonmano. «A nivel de formación de niños, me parece un deporte muy noble». Habla de la enseñanza a partir de juegos como balón prisionero; lo lúdico por delante de la competición. «Creo que es un deporte a descubrir y a potenciar. En su época, en Segovia hubo equipo de buena línea como el Acueducto o la Caja; poco a poco, se ha dejado ir». Su diagnóstico es que los éxitos naveros sirvan como motivación. «Vamos a aprovecharlo. Y que en Segovia haya niños que solamente hagan fútbol, fútbol sala o baloncesto. Porque hay muchos que juegan al fútbol, pero sufren, no les gusta. A lo mejor descubren algo nuevo».
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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