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En una de las partes culminantes de 'El diablo viste de Prada', el malvado personaje al que da vida Meryl Streep suelta, con la seguridad de que lo que dice tiene el mismo peso que la verdad absoluta, la siguiente frase: «Todo el mundo quiere esto, todo el mundo quiere ser nosotras». Y eso parecían expresar las caras, seriotas, de las jugadoras del Aula Cultural al saltar a su escenario forrado de parqué este pasado jueves ante más de dos mil espectadores.
Siguiendo con el símil, podríamos establecer una analogía entre el vetusto pabellón de Huerta del Rey y una suerte de pasarela de moda y espectáculo. Miren: aquí, más frecuentemente que de Pascuas a Ramos, hay función de postín. Horario de tarde noche. El show, por si no ha ido por allí en su vida, está en la cancha, pero nunca está de más girar la cabeza y ver con quiénes se comparten los indecentes asientos colorados que pueblan las gradas (señor Carnero, Mayte o el gerente de la FMD que se ocupe de esto: por favor, ni en el antiguo rastro de Portugalete se venderían. Auténtica purrela. En 'Cuéntame' no pasarían el filtro de atrezzo por cutres).
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Haré una mención pequeña a las protagonistas, que van de azul y juegan y corren como centellas, para, a continuación, señalar que ante tamaña proeza atlética uno hubiese querido que gente preponderante relacionada con los siete metros se hubiese dejado ver. Un calvo en el palco hubiera quedado bien: me hubiera dado igual el alcalde, haciendo patria con el deporte femenino pucelano que aporta, asómbrense, tres jugadoras al próximo mundial de diciembre, que César Pérez Gellida, que hizo sus pinitos como central en el colegio de La Enseñanza antes de escribir la novela en la que se basa la serie más exitosa en las últimas dos semanas en este país (o lo que queda). El primero, supongo, habrá delegado funciones en la concejal del ramo. El segundo, entiendo, quizá no acudió porque no le invitaron. Señores directivos: ya saben dónde disparar para el siguiente lance.
Si fue usted comodón es posible que lo viera desde el sofá, que no es lo mismo que en vivo, y se diera cuenta de que se encargó de contar y cantar los goles La8 de CyLTV, con Manuel Centeno a la cabeza. La terna de mosqueteros que comentaban la jugada estaba formada por un histórico de los patios de escuela como Javier de Larrea y Carlos Colmenero, que lo mismo te hace de director de colegio, que de entrenador, que expone argumentos con soltura ante el micro. Un tío completo; le das un escaño y te arregla la tensión de este país.
La platea VIP, como en las grandes ocasiones, estaba repleta y encontrar un sitio era igual de caro que pillar una entrada para los próximos conciertos de Luis Miguel en España. Junto al presidente del club tenían plaza dos ediles como la antes mencionada Martínez y Pedro Herrero. Con la distancia que aparentemente los separa y entre ellos solo estaba Cayetano Cifuentes. Lo que une el juego limpio, curioso.
En la parte alta, y supuestamente menos noble, anidaban Goyo Yeves, de Celtas Cortos, y el humorista Roberto Chapu. La azotea de la zona acotada tiene la ventaja de poder gritar, levantarse o sentirse arrebatado por la intensidad de la contienda y creo que los dos sabían que vivirían más tranquilos los sesenta minutos de partido allí arriba. Algo escorados estaban sentados Paco García, entrenador del Real Valladolid Club de Baloncesto, y su mujer, Ana Paunero. Doy por sentado que en alguna jugada confusa, el cuerpo le pediría a Paco tener unas palabras con los árbitros de la contienda. Como Alejandro García Pellitero andaba también cerca, debió de hacer un bloqueo digno de Sergio de la Fuente. Ojo no lo fiche para el primer equipo.
Leticia Gutiérrez, jefa de ventas de Volvo Palausa, colaborador del club, también poblaba una primera fila bastante frondosa. Se agradece la cantidad y la calidad en estos encuentros de pompa y boato. Pero que no olviden que la liga tiene jornadas con menos brilli-brilli en las que también se necesita gente que dé ejemplo y salga en la foto, que el balonmano lo merece.
Cerca de allí, entre vítores y aplausos a la escuadra local, Jaime Curiel, de Solera, daba la merienda a su hijo mientras protestaba una falta. Otro que se curtió en el cemento de los recreos de La Salle.
Estaba el partido en lo más interesante cuando me di cuenta de que mi mujer se fijaba en los estilismos y yo en las acciones tácticas. «Vaya golazo, cariño. ¿Lo has visto?». «Claro, lo ha metido la pelirroja, que tiene una melena preciosa». Parece que hemos venido a ver dos películas diferentes y estábamos en la misma sala.
En los últimos instantes, el speaker arengaba a las masas y el público aplaudía al compás. Podría haber sido la marcha Radetzky, pero estábamos en Valladolid a mediados de noviembre. Como ensayo de ritmo para la mañana de Año Nuevo, nos puede haber valido.
Y con la clase magistral que impartió Carmen Sanz bajo palos y el coraje de María O'Mullony llegamos al final del 'desfile'. Si quieren saber el resultado, fue un digno empate, pero el relato deportivo búsquenlo en esta cabecera a cargo de Víctor Borda; lo mío es otra cosa. Cierro, por hoy, el escaparate. El que hoy nos ha ocupado, el del equipo que viste de azul y se mueve a la velocidad del diablo. Y si usted no ha estado… se lo ha perdido.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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