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Carlos e Ismael Villagrán aplauden a la afición durante un partido en Nava de la Asunción. El Norte
La despedida de la dinastía Villagrán

La despedida de la dinastía Villagrán

Ismael Villagrán repasa los años con Carlos dentro y fuera de la pista antes del adiós del jugador al que aquella generación eligió como emblema: «Subimos con él»

Martes, 30 de mayo 2023, 00:45

Primos, compañeros de equipo, de viaje, de fiesta, confidentes en las noches de carretera, amigos. Ismael y Carlos Villagrán no son hermanos, pero cuentan con todo lo demás. «Hemos tenido siempre una relación especial», resume Ismael, el serio, el que aguardaba concentrado en la víspera de los partidos cuando compartían habitación mientras Carlos, la «espontaneidad en persona», bromeaba: «Tranquilo, si ganamos de sobra. Mañana, fácil». Esta última frase la repetía siempre, hasta en la víspera del Barça. Esa máquina de alegría se despidió este sábado del balonmano en casa, con los suyos, en el duelo entre el Nava y el Puerto Sagunto. Un partido entre los ascendidos a Asobal para despedir al capitán.

Llegó un punto en el que se Ismael y Carlos se cansaron de aclarar que no son hermanos –son primos segundos–, una confusión que tenían hasta algunos compañeros, así que seguían el juego. Como ocurrió con tanto niño de Nava de la Asunción, el balonmano acabó encontrando a Ismael, un niño que jugaba al fútbol o hacía kárate. Faltaban jugadores para un partido en Valladolid, así le reclutaron a aquel chaval de 12 años. Y fue amor a primera vista. Carlos, un año más mayor, tenía un grupo de amigos diferente, pero compartían vida. «Lo bueno que tenían los pueblos era que te pasabas todo el santo día en la calle jugando a lo que pillabas». Y el barrio de San Blas. «Éramos muchas generaciones y nos protegíamos unos a otros».

De ahí surgió el grupo del Campeonato de España que jugaron como infantiles; Ismael, de primer año, lo jugó con la generación de Carlos. «Los cuatro amigos del pueblo» ganaron el campeonato regional al Ademar o al Valladolid y quedaron quintos de España ante filiales de equipos grandes. «Es el origen de todo lo que ha ido sucediendo después». Junto a los Villagrán estaban David de Diego, Alberto 'Buji' o Miguel Velasco.

Carlos se marchó al Valladolid juvenil, así que fue Ismael el que debutó antes con el sénior del Nava. Tras la vuelta del primo mayor, los segovianos rozaron su primer título, en Segunda Nacional. Se marcharon juntos al filial del Valladolid; allí pasaron dos años, ganaron dos ligas y consiguieron el ascenso a Primera Nacional. Al curso siguiente, Carlos se marchó a Salamanca e Ismael a Soria. Se pasaban los viajes desde cada destino hacia Nava hablando por teléfono para no quedarse dormidos por la madrugada. «Cuando llegábamos a Nava nos cambiábamos rápido y salíamos a tomar algo».

Volvieron a Nava para reencontrarse con 'Cananas' y Buji y lograr el ascenso a Primera Nacional en casa. «Yo no he vivido el ascenso a Asobal, pero ese año es el que recuerdo con más cariño. Yo había ascendido con Valladolid, pero con Nava, con mis amigos… no me lo podía ni imaginar». Luego llegó la travesía en el desierto, el camino «larguísimo» para subir el siguiente escalón. Fases de ascenso como a la que Ismael llegó tras un año sin jugar porque vivía en Londres. Carlos le acabó fichando para aquel fin de semana en Segovia. «Llevo todo el año sin moverme», le dijo. Pero el primo insistió: «Para echarnos una mano en defensa te da». Aún no sabe cómo, pero le lio. «Llegué en un avión el viernes por la mañana y por la tarde estaba jugando. Y el culpable fue Carlitos, con ese carácter embaucador que tiene».

Ismael dejó el balonmano tras el primer año del Nava en Plata por problemas en la espalda. Pero la familia llegó cuatro años después a la élite del balonmano español. «He sentido mucho orgullo. Ya no por el apellido, que también, sino por Carlos. El único que llegó a Asobal de aquella generación fue él, nosotros le teníamos como el representante de aquel grupo de niños. Todos tenemos clarísimo que no hubiéramos ascendido a Asobal por nosotros mismos, ni locos; el hecho de que se haya podido hacer con gente de fuera y que Carlos estuviera ahí ha hecho que nos viéramos reflejados en él en cada partido».

Habla de envidia por no seguir jugando. «Hubiera dado todo por haber jugado en Asobal, pero no teníamos capacidad para ello». Si ellos no hubieran puesto la primera piedra, el equipo de pueblo no hubiera tumbado gigantes. Lo reconoció el club después del primer ascenso, invitándoles a celebrarlo en la pista como una parte más. «Fue bonito. Yo sé perfectamente que no participé ese año, pero lo sientes como tuyo».

¿Habrá otro Villagrán jugando en Nava? «Seguro, pero no mi hijo, el de Carlos. Jugará porque le gusta y ha visto a su padre como referente de todo. El mío, si viviéramos en Nava... Habrá más Villagrán, eso espero».

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