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Paco Bernabéu anota un contragolpe, ese placer del balonmano que premia a partes iguales la velocidad y la puntería. Cuando el balón besa la red, suena la bocina porque los locales pierden de ocho. El extremo corre hacia el banquillo, sacando pecho, gritando y abrazando ... a Carlos Villagrán. Porque el descenso de categoría no supone un descenso de ambición. Lejos de la indolencia que amenaza al favorito, el Viveros Herol Nava se trabajó sus primeros dos puntos en el forzado regreso a División de Honor Plata en un partido en el que alternó fases de una superioridad apabullante con otras en la que experimentó las emboscadas que aguarda la segunda categoría del balonmano español.
Alcobendas
Pereiro (2), De la Rubia (2), Mario Nevado (3), Gonzalo Velasco (2), Antonio Ortega (1), Sergio Lozano (2), Chema Gutiérrez (3), Mario Crespo (3), Fernando Nevado, Bruno García (2), Iker Aguilera, Marcos Cecilia, Ignacio Jimeno (4) y Alejandro Echevarría.
24
-
29
BM Nava
DzimitryPatotski, Paco Bernabéu (6), Dani Pérez (3), Darío Ajo (2), Nico López, Carlos Villagrán (1), Jakub Prokop (4), Roberto Pérez (2), Álex Lodos (1), Óscar Marugán (6), Tomas Smetanka (2) y Andrés Moyano (2).
PARCIALES: 0-0, 2-4, 4-6, 5-8, 8-9, 10-14 (descanso), 11-18, 14-22, 18-23, 19-24, 21-25 y 24-29.
Los segovianos tuvieron que sudar sangre para estrenar su marcador. No lo consiguió Prokop con un tiro de cadera. Tampoco Bernabéu, que falló el primer lanzamiento de siete metros de la temporada. Moyano tuvo dos disparos lejanos, uno desequilibrado con el pasivo amenazando y otro más cómodo; tampoco hubo suerte. Nico López no acertó en seis metros ante un Alejandro Echevarría que se estaba creciendo en portería. Estaba escrito en el guión que el primer gol tenía que ser del Alcobendas, pero pasaron seis minutos hasta que lo firmó Mario Crespo.
Segundos después, el Nava volvía a tener otro penalti. Esta vez lo ejecutó Óscar Marugán, que borró el cero visitante seis minutos y 13 segundos después. El extremo metió a su equipo en la contienda: tres de los cuatro primeros goles naveros llevaron su firma, cada uno de una forma, como los tripletes perfectos en el fútbol. Al tanto de siete metros sumó otro desde el extremo y un tercero al contragolpe. Después, anotaba otro penalti con un precioso movimiento elástico. Prokop, que estrenó su cuenta con uno de esos lanzamientos en los que suelta el balón justo en el momento del aterrizaje, ponía de su parte para que su equipo marcara las primeras distancias (4-8).
No era un pabellón sencillo para empezar una temporada. Porque sus dimensiones crean una caja sonora que aprovecha el público. Y el encargado del sonido llevaba la batuta del ambiente como si de un partido de NBA se tratara. Cada gol o parada local se celebraba subiendo la música y el público afeaba decisiones polémicas como un gol de Roberto Pérez que botó cerca de la línea de gol antes de que la sacara el portero, demasiado tarde a juicio del colegiado. Ese ambiente, junto a unos minutos de desconexión defensiva, permitió que el Alcobendas sumara tres goles seguidos, incluyendo un tiro lejano demasiado despejado y una visita a placer a seis metros. Y de repente, de un envite con cierto control visitante a bola para el empate de los locales.
No la aprovecharon porque delante estaba un tal Patotski, un tipo que paraba un 30% de los lanzamientos en Asobal y que, por momentos, es un hombre contra niños en esta categoría. Paró lanzamientos a seis metros, rechaces o intentos de colgada, entre otras lindezas. Porque ver al bielorruso salir a tu encuentro con los brazos extendidos es poco menos que cruzarse a un ogro hambriento. Atajó un disparo de cadera como quien recoge un pase y salvó otro balón mientras estaba vencido en el suelo. El conato de rebelión del Alcobendas murió antes de empezar.
El Viveros Herol Nava volvió a acelerar, con más intensidad defensiva, la picardía de Bernabéu o un gol de bella factura de Villagrán, que soltó el balón en un suspiro para enganchar un latigazo letal al palo largo. Roberto Pérez, un chaval de 38 años para una liga en la que jugará Rolando Uríos a los 51, marcó el que debió ser el último gol de la primera parte. Fieles a las malas costumbres del curso pasado, los segovianos permitieron un lanzamiento sobre la bocina que permitió al Alcobendas reducir su déficit (10-14).
Si el descanso devolvió a los locales las ganar de soñar, el Nava se las quitó de un plumazo. Dani Pérez abrió la herida transformando un ataque rápido; Smetanka, asumiendo los galones de central con una sobriedad impropia de su edad, se coló entre la defensa y anotó con un tiro que besó el travesaño; después, Prokop robaba el balón y aprovechaba la portería vacía del Alcobendas y, segundos después, llegaba el gol de Bernabéu que pareció cerrar la contienda. Si el tiempo muerto quería cortar una sangría de cuatro goles en cuatro minutos, no lo logró, pues el parcial de 4-0 se convirtió en 8-1. Y el Nava, tras dos goles solventes de Darío Ajo, el pivote que nunca se va, doblaba al rival (11-22).
Demostró resiliencia el Alcobendas ante un Nava que dio muestras de relajación en defensa y se desconectó en ataque. Así las cosas, los locales, mucho mejor en ataque, firmaron un parcial de 10-2. El técnico visitante, Álvaro Senovilla, dejó seguir a sus pupilos tras encajar los primeros seis goles y la tormenta pareció amainar tras un buen tanto de Moyano y otro de Bernabéu desde el extremo, pero los visitantes estuvieron los nueve siguientes minutos sin anotar. El susto, con el Alcobendas a tres goles, lo ahuyentaron los mismos protagonistas: robo de Bernabéu y latigazo de Moyano.
La campaña de abonados del Nava invitaba a sus aficionados a soñar de nuevo, a volver a Asobal. Guiños del destino, el sueño empezó en un pabellón que los lleva en el nombre. El mismo en el que jugaron su primer partido a domicilio en Plata hace ya ocho años. Pero este es otro Nava: aquella cenicienta se ha convertido en un ogro.
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