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Mientras Carlos Villagrán atendía a la prensa, el pabellón entero estaba todavía en pie y cantando una letanía de agradecimiento por haber estado en Asobal. Antes habían casi forzado a sus jugadores a que fueran pasando por toda la barandilla para chocar las manos de ... su gente, recibir abrazos y consuelo. Había más medias sonrisas que lágrimas en la grada. No así en un banquillo que estaba roto. El capitán, experimentado, lo llevaba mejor; pero Óscar Marugán se quedó sin lágrimas aunque no le faltaron abrazos de consuelo. Igual que D'Antino, también apoyado por Carró. «Lo merecen todo», resaltaba Villagrán. «Hemos luchado mucho, hemos trabajado más, hemos sufrido y ahora toca otra vez un episodio que no es mejor ni peor. Es el que ha tocado, el que hay que escribir y a lo mejor es un impulso para volver más fuerte o para reestructurar algunas cosas».
Nada será igual en el club a partir de ayer. Haber estado en Asobal convierte a Nava en uno de los más fuertes de División de Plata la próxima temporada y, por supuesto, no todos seguirán. Precisamente Adrián Rosales confirmaba que él no estará, porque había jugado el último partido de su vida: «Una decepción, la verdad. Hemos salido agarrotados. Yo creo que la presión de saber que nos la estábamos jugando nos ha pesado mucho y no hemos sabido estar en partido. El ambiente en el pabellón ha sido increíble, personalmente es mi último partido aquí y mi último partido de balonmano además y es una pena despedirme así, la verdad», comentaba con la voz entrecortada.
Sin camiseta, paseando en solitario y en silencio entre el vestuario y la cancha, con los brazos en jarras, Rodrigo Pérez Arce era mucho más crítico y duro: «Es una decepción como toda la segunda vuelta que hemos hecho, que es una auténtica vergüenza. Lo que hemos hecho desde enero hasta hoy es una auténtica vergüenza, un auténtico despropósito. Hemos ganado un partido, hemos hecho creo que los mismos puntos que el colista en todo el año. Tenemos lo que nos merecemos. Llega el último partido y nos meten casi 40 goles». Sin hablar de la presión, recordando lo hecho en la primera vuelta y sin pensar en más lamentos, tenía palabras para la afición porque «es lo mejor que tiene este club, más allá del club como institución, de los jugadores. Estoy dolido por ellos, porque no se merecen lo que les hemos hecho». Aunque decía que no creía que hubiera mucho que hablar, sí lo hay porque el club tiene pendientes renovaciones bien encauzadas, como la suya propia, que ahora no se sabe qué va a pasar con ellas. «A ver qué idea tiene el club, si quiere luchar por volver a subir, si no. Está claro que nadie quiere jugar en la B. Hay que ver la idea que tiene el club».
En la sala de prensa, el entrenador navarro empezó con cara de enfado terrible y terminó con la voz entrecortada y los ojos empañados. «Si en diciembre nos dicen que iba a ocurrir esto, nadie se lo hubiera creído. Es algo incomprensible. Pero ha pasado y lo siento mucho». En ese momento, Equisoain ya tenía que hacer pausas para poder seguir: «Seguramente será el día más triste de mi vida en el tema deportivo. El año pasado vine y el equipo permaneció y conmigo ha descendido. Es duro porque yo nunca había descendido. Y porque lo que me ha pasado en estos cuatro meses es algo incomprensible. Continuas lesiones y problemas. No hay que darle más vueltas. Hemos llegado al último partido contra posiblemente uno de los peores equipos que nos podía tocar. No hemos llegado bien porque la dinámica del equipo no era buena».
Sin saber dar más explicaciones, asumía toda la responsabilidad todavía atónito. «Esto no me había pasado nunca. Han sido continuamente problemas de jugadores. Un año 22 horrible». Preguntado por el futuro más inminente, pedía tiempo. «Ahora reflexionar. Es momento de duelo y de tristeza». Pero cuando se le mencionaba el comportamiento de la gente en la grada, se terminaba de romper: «Eso es un valor añadido que tiene el club y eso es lo mejor que tiene este club, toda esa gente. Lo mejor. La gente que trabaja para el club, el presidente que pone su dinero». Casi sin fuerzas para continuar, terminaba aseverando: «Hay que devolver a categoría cuanto antes». Sea o no con él.
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