Faltando 35 segundos, Zupo Equisoain lanzaba sobre la mesa de anotación la cartulina que indicaba que quería consumir su último tiempo muerto. El partido estaba empatado y era lo suficiente para diseñar una última acción que pudiera culminar con una remontada de tintes absolutamente épicos. ... La jugada nunca sabremos cuál iba a ser, porque entre Smetanka y Djukic no supieron interpretar los papeles y concedieron unos segundos para que el Valladolid tuviera la última bala. No lograron lanzar a la portería defendida entonces por Haris Pleh, pero sí sacar una falta que, con el tiempo consumido, tuvo derecho a lanzar un hombre como Basualdo, con un brazo como una catapulta. Se marchó fuera y todo quedó en un empate mucho más amargo para los visitantes que para los jugadores de Balonmano Nava.
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Porque, las cosas como son, el partido al descanso pintaba mal. Balonmano Nava no había marcado, entre el minuto 23 y el 30, más que dos goles. Al descanso el marcador reflejaba un 11 a 16 que era para frotarse los ojos cuando los de Equisoain en esta temporada están alcanzando partido sí, partido también, los 30 goles. ¿Qué estaba pasando? Pues que varias piezas del engranaje no estaban funcionando como debían, como si les faltase pila. Dándole al César lo que es del César, Balonmano Valladolid defendió muy bien, taponando el centro y dejando la producción ofensiva de Prokop y Rodrigo Pérez Arce en testimonial. Cuando a este Nava se le atasca el medio y no termina de encontrar los extremos, algo va mal. Además, en la portería pucelana estaba el mismísimo César, un portero que terminó rozando el 32% de efectividad. Aunque más importante que todas sus paradas era cuándo llegaron las más reseñables; justo en momentos en que parecía que el Viveros Herol podía enlazar un par de acciones de ataque tras dos buenas defensas.
Otra de las claves estuvo precisamente en la portería segoviana. Patotski, en muchas ocasiones bastión y pilar, terminaría el partido con apenas 6 paradas, un 20% de efectividad. Mediada la segunda parte, cuando el problema de la portería se agudizó, Zupo tiró de Pleh, que le dio más energía al equipo que valor real.
Tras haberse marchado al descanso en un momento de desconcierto bárbaro, perdiendo balones y pases relativamente fáciles, Balonmano Nava tenía la obligación de entrar a los segundos treinta minutos de otra forma, con otra cara. Y lo hicieron jugándose el físico. Vujovic recibía a los 44 segundos un golpe en las costillas que, tras mantenerle unos minutos tendido sobre la cancha incapaz de respirar bien y dolorido, le dejó fuera. Intentó probar a entrar de nuevo en rotación, pero se tomó la determinación de salir camino del hospital a ver qué alcance podía tener ese golpe en las costillas.
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Ese parón se unió a dos golazos de mucha calidad desde el extremo izquierdo de Dani Pérez. Un mensaje que podría haber hundido la moral de la grada. Pero no ocurrió así y a la ola de palmas y gritos al unísono de todo el pabellón, se subió con gusto Moyano con cuatro tantos consecutivos que, si bien no servían para reducir la grieta en el marcador, sí mermaban poco a poco al rival. Le indicaban que la segunda parte se le iba a hacer larga. Así lo entendió David Pisonero, sobre todo después de ver cómo Patotski encontraba a D´Antino en una de las pocas contras que pudo conectar Nava y de los seis goles de diferencia que tenía su equipo, se pasaba a únicamente cuatro con veinte minutos por delante.
Quizá la premisa en ese momento de los vallisoletanos era la de meter el partido en el congelador y permitir que el tiempo pasara para consumir la paciencia segoviana. Quizá, como comentaría su entrenador al terminar el encuentro, el problema era que el físico no les daba para más y la rotación ya no surtía el mismo efecto que en la primera mitad. El caso es que, si bien la ventaja no se tambaleaba, a los puntos parecía que sí iba adelantando Nava. Además, el público empezó a apretar mucho a la pareja arbitral, porque cansados de señalar amenazas de pasivo, nunca terminaban de indicar algo que parecía una evidencia, y es que al Atlético Valladolid lo que más le rentaba es que el tiempo pasara sin que nada ocurriera. Claro que jugaban ataques largos y pasivos. Eso desesperó por momentos, pero no hizo más que cargar de razones emotivas el ambiente. La expulsión de un Fisher que se había pasado en varias ocasiones de la raya, también desvirtuó el centro de la defensa pucelana. A César le habían quitado un valioso centurión de delante.
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Más o menos todo eso coincidió en el tiempo con otro par de decisiones de Zupo que surtieron el efecto deseado. Fuera de la rotación Vujovic, habló con Djukic para que activase y, cuando estuviera, que le avisara. En cuanto el jugador vio que estaba, el navarro le dio entrada rápido para activar el ataque. Como por sí solo no estaba consiguiendo nada, tiró del jovencísimo Smetanka. Pero no lo hizo como complemento o como una rotación más, sino que le dio el mando del equipo. Él llevaba la batuta y Djukic empezó a sentirse más cómodo y a calentar el brazo. Entre los dos y las ayudas esporádicas, el barco encontró al fin el viento a favor para la remontada.
Lo de Pleh fue más que curioso, porque entró para mejorar los porcentajes de Patotski, pero no lo hizo. De las seis que le lanzaron , detuvo una. Pero su actitud, gritando y celebrando con la grada cada pérdida de Valladolid y espoleando a los suyos y a los aficionados, sí fue importante. Sería Smetanka el que anotase el empate cuando faltaban cerca de cuatro minutos y Carró el que pusiera al equipo por delante con menos de tres por jugarse. Al final, aunque con poca gana al principio, hubo que celebrar el punto. Porque se quería acabar con 14, se pudo terminar con 12 y la tabla refleja que el equipo tiene 13 y es quinto. Nada menos.
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