Recoletas y Ademar ofrecieron un extraordinario espectáculo de balonmano sobre el parqué de Huerta del Rey. Un espectáculo con sabor a otras épocas, cuando por allí se movían Raúl Entrerríos, Óscar Perales, Svensson, Arnautovic, Muratovic o Fis. Ganaron los leoneses porque son más equipo, porque ... tienen más fondo de armario y porque Cadenas sabe manejar los partidos como nadie, incluyendo en ello el acogotamiento a los árbitros. Enfrente, eso sí, se las vieron con un Atlético Valladolid que les puso los puntos sobre las íes, les forzó a enfrentarse con sus defectos y que provocó que en muchos momentos el equipo grande pareciera el que dirige Pisonero.
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Recoletas
César Pérez (Calle, ps), Dani Pérez (3), Adrián Fernández (2), Río (4), Dourte (4), Manu García (4p), Víctor Rodríguez (5), Nico López (2), Patrianova (4), Roberto Pérez (-), Serrano (1), Miguel Camino (-), Turrado (-), Miguel Martínez (1).
30
-
32
Ademar
Slavic (Patotski, ps) , Mario López (10,5p), Feuchtmann (3), Carou (-), Lucin (5), Juanjo Fernández (3), Jaime Fernández (2), Marchán (2), Pedro Martínez (-), Carrillo (-), Gonzalo Pérez (2,1p), Acacio (2), David Fernández (3).
Árbitros: Bustamante López y Álvarez Mata. Sectarios y con criterios distintos en función del área en la que se jugaba. Lamentables. Hicieron bueno su pésimo arbitraje en la semifinales de la Copa Asobal entre el Recoletas y el Bidasoa.
Parciales cada cinco minutos: 4-4, 8-7, 10-10, 13-11, 15-12, 17-15 (descanso); 20-18, 21-20, 21-23, 24-25, 26-27, 30-32 (final).
Polideportivo: 2.000 personas en Huerta del Rey, que durante muchos momentos llevaron en volandas a sus jugadores. Testimonial presencia de seguidores de León.
Pucelanos y leoneses decidieron, de entrada, tantearse a base de atacarse, no de defenderse. Los visitantes porque querían aprovechar que Pisonero está obligado a hacer muchos cambios entre el ataque y la defensa; los pucelanos porque habían previsto la misma estrategia. Total, que en el minuto 15 ya había 19 goles en el luminoso. Una orgía de lanzamientos. Aquel no era el camino. Piso y sus chicos lo vieron claro.
Y si no puedes ganar en el área rival, tienes que hacerlo en la tuya. Defendiendo, claro. Y funcionó. Al menos durante un rato lo suficientemente largo como para que los locales se fueran de cuatro. El centro de la defensa, con Roberto Pérez de mariscal de campo y Víctor Rodríguez de ayuda de cámara tras su mal inicio, empezó a tirar de sus compañeros. Al Ademar le costaba barricas de sudor y toneladas de piedra picada encontrar posiciones de lanzamiento. Y rara vez las hallaba como quería. La imposibilidad de hacer jugar a David Fernández en la primera parte -para evitar un cambio desde el lado contrario al banquillo- es un lastre exagerado para un conjunto que sin el vallisoletano pasa de bueno a normalito.
Ademar comprendió que el partido se iba a jugar en una situación distinta a la prevista y se aplicó en defensa. Con desigual fortaleza. Para su ventura, la falta de dirección de los pucelanos -Adrián sigue dubitativo y nervioso, en especial en las situaciones de ventaja- y la falta de decisión de los laterales para resolver con calidad las jugadas de dos contra dos les dio el respiro necesario para irse solo dos abajo en el marcador.
Los errores finales debieron de disgustar sobremanera a Pisonero, que tocó teclas y devolvió un equipo distinto a la cancha. Como una ciclogénesis imprevista, el Recoletas apabulló de salida a unos leoneses que no sabía por dónde les llegaba el aire. Hasta que los de amarillo, tras un show de Cadenas, decidieron que había que igualar la cosa, no fuera a ser que el de casa rompiera el partido. Así que exclusión incomprensible, falta en ataque inventada y los de León de nuevo en el partido. Y los de casa despistados con el cambio de criterio, claro.
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Mal debía de verlo Cadenas, que puso en cancha a David Fernández, renqueante y medio lesionado, para aprovechar el empuje que les daba la parcial actitud de los árbitros. Y la combinación de las dos cosas produjo el efecto deseado: el Recoletas se descentró y el Ademar empezó a remar a favor de corriente. Para más inri Pattosky se calentó, empezó a sacar balones y el Atlético Valladolid se fue diluyendo.
Pese a todo, el Recoletas tiró de pundonor y de honradez y trató de sacar adelante un partido que no le iban permitir ganar los jueces. Pero el cansancio y la falta de banquillo eran cemento en los tobillos de los pucelanos. Una doble exclusión a los visitantes y el empuje de la grada parecieron insuflar una energía desconocida a los de Pisonero. Pero ahí estaba el portero bielorruso para taponar heridas en los extremos y en los seis metros y salvar a los suyos. Pasada la tormenta llegó la calma. Ademar se asentó, Recoletas entró en modo ansiedad y la naturaleza (de los árbitros) hizo el resto.
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