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Él dice que no sabe dónde reside en su cuerpo el sentimiento por el Balonmano Nava, «no sé si está en el corazón o en las entrañas», pero al final la transmisión del mismo es lo que ha hecho que Darío Ajo se vuelva a enfundar la camiseta del equipo. Y para ello tuvo que ver mucho Carlos Villagrán. «Ha sido una decisión complicada, después de hablar mucho con Carlos. Y al límite, porque la tomamos casi 10 minutos antes del plazo de inscripción de fichas. Es para ayudar más que nada en el vestuario, meter al lado a otra persona de Nava que refuerce. Y pensando también en una posible promoción, contar con una posibilidad de rotación más, porque Chris (Tsanaxidis) tiene unas molestias».
El caso es que Ajo, miembro de una saga que parece haber nacido con un balón de balonmano adherido, no estaba del todo retirado. Estaba entrenando con un equipo de Segunda Nacional y había jugado incluso algún partido, con lo que «me acordaba de cómo era el balón». Lo cual no le sirvió para evitar sensaciones de debutante en el partido en el que regresaba, frente al Atlético Valladolid. «Estaba nervioso ese día en el calentamiento, con la de veces que se ha visto uno en esas situaciones», comenta con cierta extrañeza. «Pensaba que lo lógico era que no iba a jugar, pero viendo la intensidad del partido, cómo estaban defendiendo Chris y Gonzalo (Carró), que se estaban dejando la piel. Hubo algunas exclusiones y tuve que salir». Y, nada más entrar, se situó en su zona como pivote, le cayó una asistencia y anotó para volver corriendo al banquillo celebrando a voz en grito, puños cerrados, con una energía que el equipo necesitaba en ese momento. «Se me quitaron los nervios de golpe», dice con timidez para luego quitar mérito a la acción y definirla más bien como un golpe de suerte.
De nuevo se reencontrará con su pabellón, o más bien con el parqué, porque prácticamente no ha faltado a un solo partido en toda la temporada; aunque viéndolo desde la grada. Haciendo vida en el pueblo, ha trabado mucha relación con las dos torres del equipo, Tsanaxidis y Gonzalo Carró. De los nuevos, eran los dos jugadores con los que más contacto había trabado. Tenía menos cercanía con jugadores como Prokop, que es uno de los que más le ha sorprendido en su vuelta a los entrenamientos: «Va como un avión en los entrenamientos, se mueve rapidísimo». El otro con el que alucina, es Horiha. «Es impresionante. Cuando viene en carrera y te toca defender, te da hasta un poco de miedo».
Tras no haber podido salvaguardar ninguna de las ventajas que, sobre todo al principio del partido, el Balonmano Nava tuvo sobre el Atlético Valladolid, lo que queda en positivo es que hubo tramos de defensa muy sólida. La lástima, que no se vieron apoyados por un ataque contundente que confirmase una victoria que hubiera sido importante. Ante Huesca y en casa, «un equipo sólido que tiene una buena defensa; tiene un buen contraataque» y que juega muy bien con el pivote, las tornas han de cambiar.
En las cuentas de Zupo Equisoain , vale ganar, pero el mal menor sería conseguir un punto «para evitar el descenso directo y nada más». Quedan tres jornadas, dos de ellas serán en casa. La primera lucha es salvar esa amenaza de los dos últimos puestos. La siguiente, será involucrar a los equipos que hay por arriba y que están en puntuaciones accesibles en ese intento de evitar también la promoción. Bada Huesca está ahí, tres puestos por encima del Nava con 24 puntos. Ellos ya matemáticamente no pueden descender, pero luchan por que los segovianos no les abran las puertas de esa tercera plaza por la cola.
Las cuentas generales para evitar todos los apuros de la zona baja, están en tres o cuatro puntos. Por eso el partido de esta tarde resulta tan importante. Porque no cabe procrastinar más la consecución de la salvación matemática. Huesca viene de cuatro resultados en los cuáles ha ido sumando, más o menos, lo que debía. Ganó con claridad en Antequera, empató en casa con Sinfín complicando algo más al Balonmano Nava; sacó un excelente punto igualando al Ademar en León a 37 goles y perdió con cierta contundencia con Logroño en la última jornada.
El miedo precisamente es lo que hay que disipar cuanto antes. El temor a los puestos de descenso directo y el secundario, el de la promoción por la permanencia. «Ganando hoy y a Anaitasuna», los dos partidos de los tres que quedan que el equipo juega en casa; «como Valladolid tiene el calendario más complicado, yo creo que valdría para evitar las dos cosas. Pero es verdad que si Valladolid saca puntos, igual ya hay que empezar a mirar otros factores como el golaverage». Del tema de jugarse la promoción contra un equipo de Plata, por mucho que Zupo Equisoain haya defendido que ningún equipo de inferior categoría podría nunca superar a uno de Asobal, Darío Ajo prefiere no conocer la situación: «Se te puede dar mal el primer partido en su cancha, traerte una diferencia de goles y ya estás con nervios en la vuelta».
Huesca, un equipo que parece accesible, es la primera prueba. Buen lanzamiento, un buen pivote, equipo capacitado para correr. Pero al final, el navero piensa que los partidos están yéndose más por detalles. Eso fue lo que pasó en Valladolid, donde el equipo trabajó bien en defensa, «Patotski paró mucho. De todos modos, el partido estuvo en un par de contras que fallamos que podían ponernos con tres de diferencia; los penalties que tampoco están entrando últimamente. Esas son las claves. No puedes perdonar cuando puedes abrir diferencias en un partido».
No tiene claro si su sentimiento de apego al club está en el corazón o en las tripas, pero seguro que sí tiene claro que saltar a la pista del Guerreros Naveros con el 10 en su camiseta otra vez va a ser especial. Su presencia, tenga o no ocasión de saltar a ayudar, va a infundir ánimos renovados también en la grada. Darío Ajo es el espíritu de Nava.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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