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A Miguel Ángel Peñas le han llamado muchas cosas a lo largo de los últimos treinta años. Algunos le decían maestro. O gurú, porque era capaz de inspirar con su sabiduría logrando rendimientos insospechados. También le han llovido cosas menos agradables, porque su carácter, beligerante ... y de ir a las batallas a pecho descubierto, nunca ha hecho prisioneros. Aun así, a Karolo —por lo de los rizos— le precede su legado por todos los campos de España. Sus años junto a Jenaro Félix en las categorías de base de la selección nacional siguen mostrando sus frutos en el combinado absoluto. Y de sus pasos en el Aula, parafraseando al Tenorio, que responda el propio club y su historia.
Dice un compositor sevillano (allí son más escandalosos que los recios castellanos) que cuando un amigo se va algo se muere en el alma. Este artículo no es una elegía, porque Peñas va a seguir andando por ahí y pisando los parqués cancheros. Y tampoco es objetivo, porque, igual que indica la canción, somos amigos. Si han pasado por Huerta del Rey en alguna ocasión o Internet les ha hecho caer en algún vídeo del equipo, habrán visto que no es un tipo fácil en el deporte. Porque juega para ganar. Protesta, aprieta, apela al santoral de modo poco piadoso y exprime a sus pupilas. En una época en la que se tiende a la tibieza y a las medias tintas antes que a la intensidad, Miguel gira el tornillo hasta el máximo en cada entrenamiento. El resultado lo tienen ustedes en las mejores escuadras de este deporte, plagadas de jugadoras formadas en Valladolid o esculpidas hasta un relumbrón que hace que otros lugares, con mucho más parné o más habilidad para conseguirlo, las reclamen. Porque esa es otra. Peñas lleva haciendo un equipo de chavalitas década y pico. Casi cada año, media plantilla nueva. Es como si usted va al mercado de Plaza de España y compra la fruta verde. O tiene una pericia y vista fuera de lo normal para saber el producto que madurará adecuadamente, o corre el riesgo de llevarse a casa madera incomible.
Les contaré una historia porque, al haber pasado varios años con él, lo haré de primera mano: hay jugadoras remarcables que han aprendido a defender bajo su tutela. Esto es como decir que Vinicius ha aprendido a colocarse con Ancelotti y antes sólo sabía correr. Otra: los jueves se hacía un ejercicio que se llamaba «Alejandra». Consistía en unas series de ataques y defensas que, si les dijera que eran rápidas, estaría mintiendo. No han visto algo tan dinámico, raudo y ágil en sus parsimoniosas vidas. Ya no sólo las jugadoras subían y bajaban en interminables repeticiones, sino que las porteras paraban y sacaban en cuestión de décimas de segundo. En una ocasión, recuerdo que faltaba una guardameta y me ofrecí para formar parte del ejercicio. Nunca me he sentido más cerca del infarto que en aquel momento. Como dice Xesco Espar, se juega como se entrena. Y, claro, el Aula jugaba como hablaba el locutor del anuncio de Micro Machines: a velocidad estelar.
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Por supuesto, y es justo decirlo, Miguel Ángel Peñas ha cometido errores. Evidentemente, y usted, y yo, y el alcalde de Valdunquillo. A él se le ve más, es lo que tiene la efervescencia. Ha habido alguno gordo y ha pagado por él, porque después del calentón Miguel es un tío noble. Un llorón, en el sentido emocional. Se lo digo yo, que he perdido junto a él dos finales de Copa de la Reina. Y le dolió mucho más la tristeza de las chicas que la derrota.
La próxima temporada va a ver el juego desde el burladero. Intentaré encontrar sitio en el asiento aledaño, a ver si así le calmo cuando haya tensión y para agarrarlo si las cosas van mal antes de que se tire al campo. Pensándolo bien, creo que al principio le costará ir. Yo dejé el equipo hace dos años y los primeros meses no podía ni mirar las noticias. Es un vía crucis que hay que superar. El caso es que, cuando acabe el presente curso, Teresa colgará la camiseta del techo de Huerta del Rey y Karolo no estará en el banco chillando para que se defienda a la pivote por delante, «porque hacerlo por detrás es un error gravísimo». Menudo cambio. De fallos y aciertos no voy a hablar, porque decía García (José Mª) que para eso está el tiempo. Pero si de tiempo se trata, sólo puedo agradecer el pasado a su lado, intentando hacer crecer un equipo de barrio hasta convertirlo en el club femenino de la ciudad. Insisto: Peñas es un guía, un gurú y no un Terminator, pero no duden de que, como este, volverá.
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