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La novena derrota de la temporada no descubrió nada nuevo a este lado de la liga; tal vez sí al otro lado, donde el aficionado pudo comprobar el armamento que presenta este año Estudiantes en su candidatura al ascenso. Muy probablemente no tan pesado como ... el que defienden San Pablo Burgos o Betis, seguro que sin el colmillo de estos para matar partidos (y rivales), pero también compensado y con suficiente fondo de armario como para llegar fresco al tramo decisivo de la temporada.
A este lado, mientras tanto, el diagnóstico es claro y meridiano. No arroja dudas. Y la visita estudiantil no hizo sino reafirmar a todos los presentes en la idea de que el UEMC juega encuentros partidos a la mitad. Divide el tablero y pone todas sus fichas en ataque, infravalorando la recompensa que ofrece el esfuerzo defensivo. Atrás sigue siendo un flan que prueban con gusto los rivales de su liga y devoran sin piedad equipos inaccesibles como el Estudiantes.
En ataque, por contra, la incorporación de efectivos reforzará la rotación (esta vez sin Rozitis) y mejorará las prestaciones, que en este último partido llegaron a camuflar el vacío que sufre el equipo de Lolo Encinas en el otro tablero.
UEMC
Mike Torres (2), Puidet (2), Demers (8), Egekeze (6) y Vucetic (18) -quinteto inicial-, Sans (10), Manchón (14), Kovacevic (5), Sergio (3), Wilson (5), García Abril (-).
73
-
87
Estudiantes
Granger (17), Garino (3), Francis Alonso (11), Alderete (2) y Kravic (6) -quinteto inicial-, Christian Díaz (12), Devin Schmidt (12), Andric (6), Barro (10), Adam Sola (1), Rubio (4), Giovannetti (3)
Árbitros: Hurtado, Mª Ángeles García y Alejandro Calvo. Alguien debería explicarnos por qué hay árbitros (Mª Ángeles García) que solo pueden pitar a un lado de la pista.
Parciales: 21-29, 33-51 descanso); 49-70 y 73-87 (final).
Incidencias: Jornada 13ª. Polideportivo Pisuerga.
El partido duró lo que tardó Estudiantes en darse cuenta de que el pase extra tenía premio. Hasta entonces, sobre el parqué se vio un intercambio de golpes entre dos púgiles desiguales en el que imperaba la mayor calidad colegial pero sin llegar a apabullar. Manejaba el tempo el conjunto colegial, manteniendo a raya a su rival con una rotación uniforme, pero a golpe de acciones individuales. Hasta ahí, minuto 17, la cita era una subasta de posesiones en la que el balón no cambiaba apenas de manos.
Y en ese juego, el UEMC pierde pero se siente cómodo, consciente de que una mínima racha de dos-tres aciertos desde la línea de 6,75 le devuelven a partido. Cuando sufre es cuando el de enfrente le obliga a defender más allá del segundo diez. Es entonces cuando el castillo de naipes salta por los aires y su defensa muta en mantequilla. Es entonces cuando el rival -si se llama San Pablo, Betis o Estudiantes, la explosión cobra rango de seísmo- huele sangre y aprovecha esa debilidad para poner la directa.
En este caso, la primera gota la olió el equipo de Pedro Rivero en el tramo final de primera parte. Minuto 17, aproximadamente. Un grande se hace inaccesible cuando juega como bloque. Cuando las individualidades son un recurso del que echar mano en situaciones puntuales. Y ese pase extra le hizo a Estudiantes marcar diferencias e irse al descanso con su máxima renta hasta entonces (33-51).
La resistencia había durado esta vez cuarto y medio. Probablemente por una mayor rotación, sí, al disponer de Egekeze (titular) y Wilson (desde el minuto 7), pero con el mismo talón de Aquiles que persigue a este equipo. Su escasa oposición atrás. Su defensa de sombras a partir del segundo 10 de posesión. Su extraordinaria generosidad para con los rivales cuando hay que doblar el lomo y acercar el culo al suelo.
Un equipo que solo se activa con el balón en las manos está condenado a ganar solo cuando se asome a los 90 puntos. Y no es el caso.
Estudiantes sí los rondó, sin necesidad siquiera de mostrar la mejor versión de (ahora mismo) su jugador franquicia. Jayson Granger dejó su carta de presentación en las primeras posesiones (dos triples conecutivos, 10-14), repitió guiño con el tímido amago del UEMC en el tercer cuarto (dos triples consecutivos, 38-60), y se fue al banco para cederle los trastos a Christian Díaz.
El base canario no desmereció. Especialista en ir vertical hacia el aro y buscar acciones límite cerca de canasta, Díaz dejó en evidencia cada vez la falta de dureza y permisividad de la defensa blanquivioleta.
Con la victoria ya decantada, el UEMC pudo al menos llevarse a la boca un triunfo en el último cuarto (24-17) que le deja abierta una puerta cuando juegue de igual a igual con rivales de su liga. Estudiantes no lo es, Obradoiro el próximo lunes en Copa tampoco, Palencia el día 28 mucho menos,... Toca emplazarse al 4 de enero con Ourense para buscar la primera victoria en Pisuerga.
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