Los jugadores del UEMC Real Valladolid Baloncesto atienden las instrucciones de Paco García en un tiempo muerto. Rodrigo Jiménez

El reparto de roles, la tecla que ha tocado Paco García en el Pucela Basket

Análisis ·

El aterrizaje de Paco García en el banquillo ha dotado al UEMC de un mayor orden y disciplina en todos sus movimientos

Miércoles, 23 de marzo 2022, 13:35

Cada día son más los argumentos que avalan la vieja teoría de que en el despacho de un entrenador de elite, la prioridad debe ser ... un diván antes que una pizarra. Tener cuarto de Psicología aprobado es más importante, incluso, que el curso de entrenador superior.

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El último ejemplo escenificado por el UEMC en el polideportivo Pisuerga, con apenas 72 horas de margen para cambiarle la cara a un vestuario, viene al caso para explicar la importancia que cobra en un grupo el grado de motivación con el que sale a trabajar. En cierto modo el aterrizaje forzoso de Paco García me recordó el pasado domingo una de las sabias reflexiones de otro gran motivador, y psicólogo, que dejó huella en Valladolid. Me refiero a don Vicente Cantatore, que en cierta ocasión en una de sus charlas con Fernando Redondo le espetó sobre la valía de un jugador:«Este tipo es como el protagonista de una película: guapo, atleta y con la pistola siempre cargada... ¡Pero no dispara nunca! ¿Para qué quiere las balas?».

Es la misma munición que dormía en las manos de los jugadores del Real Valladolid Baloncesto, y que hasta la fecha Roberto González no había sido capaz de detonar. Lógicamente ese primer punto en el que se apoyó Paco en su reestreno no es garantía de éxito por sí solo, y su mérito por lo tanto tiene muchos más pilares.

El baloncesto, como cualquiera disciplina, se puede atacar desde muchos ángulos, pero estimular a la tropa, sobre todo si presenta un perfil tan inmaduro y pobre de espíritu como el que nos ocupa, debe ser uno de los primeros mandamientos en cualquier libreto que se precie. En el de Paco García siempre ha tenido un lugar de privilegio, aunque en determinadas ocasiones –más de lo habitual– necesite cruzar la raya de lo políticamente correcto.

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Asumiendo que este primer pilar hay que regarlo cada día, con el paso de las semanas se deben atacar otra serie de taras que ha venido acusando este equipo en los últimos meses, y que ya en el partido ante Lleida se empezaron a pulir. Sin necesidad de redundar en lo que ya explicó el técnico en sala de prensa, las desconexiones y faltas de concentración que sufren determinados jugadores se irán limando a buen seguro con ese otro sello que le caracteriza y que castiga el error con el banquillo. Esa tensión ayudará, sin duda, a mejorar las prestaciones defensivas de un equipo que venía encajando 79 puntos con Roberto en el banquillo –recibía más puntos que 14 equipos de la categoría– y que a las primeras de cambio ha comprobado en carne propia que es más factible ganar a los rivales cuando se les impide llegar a 70.

Solo desde la defensa es posible que aflore el poco o mucho talento que tiene esta plantilla, y que en su primera exposición con Paco García al frente dejó más posesiones a campo abierto para el lucimiento de Wintering y Kavion Pippen en el uno contra uno.

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En este punto es donde cualquier plantilla profesional que se precie debe interiorizar otro de los mandamientos de cabecera del manual del buen técnico o gestor de grupos. El famoso reparto de roles, tantas veces malentendido, es básico para que todos asuman en qué aspectos del juego pueden aportar y en cuáles deben dar un paso a un lado para el buen funcionamiento del equipo. Saber quien carga el rebote ofensivo y quien debe preocuparse por el balance defensivo es tan importante como el que se apunta la última canasta.

Si a la receta le añadimos una pizca más del orden y la disciplina que promovió sin resultados el anterior técnico, podemos al menos adivinar un grupo competitivo capaz de cuestionar plantillas con más recursos.

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