Dicen los que saben de esto que donde se ven las posibilidades reales de un equipo es en las malas. Cuando todo está en tu contra y son tantos los obstáculos que tú mismo darías por bueno una derrota digna. Cuando el agua te llega ... al cuello y debes cruzar el río sin más apoyo que tu propia convicción. Una fortaleza mental de la que hizo gala el equipo de Paco García en Madrid ante un rival y en un escenario en el que cualquiera hubiera salido derrotado en no menos de cuatro ocasiones.
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La primera, en el calentamiento al ver cómo has dejado en el hotel a una de tus mejores armas –Kovacevic, por un fuerte proceso gripal–, imprescindible para rebatir al mejor porcentaje exterior de la liga. La segunda, iniciado el partido, al sufrir en carnes propias el extraordinario acierto de tu rival (14/20 triples antes del descanso). La tercera cuando, una vez dado caza al mirlo blanco, dejas escapar la oportunidad de rematarlo cometiendo errores impropios de la categoría –16 pérdidas, alguna inadmisible en deporte profesional, amén de bandejas perdonadas–. Y la cuarta, afrontar el momento de la verdad (la prórroga) sin tu jugador franquicia y ese al que buscan todos cuando más quema el balón en las manos.
A todo eso sobrevivió en Madrid el equipo de Paco García, que además de ganar, salió del WiZink Center con la sensación de haber recuperado jugadores que parecían perdidos para la causa, caso de Sergi Costa o Jaime Fernández. Incluso un pedacito de Nwogbo.
Hay resiliencia y hay aspirante... veremos hasta cuándo.
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