Puede resultar tan fácil de explicar como inexplicable la diferencia que se vio en el Coliseum de Burgos el pasado sábado. Para empezar habría que distinguir entre lo que se cuece en ambos despachos, donde el margen sí se podría acercar a los treinta puntos, ... y lo que se cocina en la pista, donde la distancia que registró el marcador, siendo absolutamente irreal, tiene más que ver con lo deportivo que con los 300.000 euros que separan ambas plantillas.
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De hecho, el Zunder Palencia se presentó a la Final a Cuatro con el segundo presupuesto más bajo (900.000), solo por encima de Valladolid (600.000 euros para el primer equipo) y muy lejos de los que han amparado tanto a Gipuzkoa (1.558.000, 425.000 de la Diputación) como a San Pablo Burgos (2.800.000, 500.000 del ayuntamiento) esta temporada. Es la prueba más palpable de que entrar en el club del millón de euros no es garantía de éxito. Y si no, que se lo pregunten a Estudiantes, segundo pinchazo sonoro –más acusado este año al no haberse metido siquiera en la 'Final Four'–, o al Leyma Coruña, con una de las plantillas más redondas de la categoría.
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Adrián García González
El dinero, por lo tanto, no gana plazas ACB. Sí te acerca y te sitúa en primera fila acumular años haciendo bien las cosas y planificar con coherencia cada detalle. Cada decisión que tomas. Cada paso que das. Y en ese escalón, Palencia hace tiempo que viene sumando méritos y sacando varias cabezas al resto de clubes de la LEB. No es demérito del Real Valladolid Baloncesto, con solo 8 años de vida. Es el triunfo de un club que hace un año ya se coló en la fiesta de los grandes de la competición y que hace siete hubo de renunciar al ascenso por las leoninas condiciones económicas exigidas entonces por la Liga ACB.
Son 44 años colocando piedra sobre piedra, en silencio y esperando su momento, hasta hacer de su proyecto un espejo en el que mirarse. No queda ni rastro de aquella ciudad a la que se la miraba por encima, baloncestísticamente hablando, y a la que solo nos asomábamos para disfrutar de su Torneo de Navidad.
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Hoy en día es para Valladolid un ejemplo de gestión, mucho más allá de los 300.000 euros que le separan, y también de planificación deportiva –la llegada de Kasibabu en diciembre por la lesión de Chema González es una buena prueba–. Todos los datos suman, y para llegar a cerrar el círculo como hizo Palencia el pasado domingo se necesita sumar unos cuantos, alguno tan primordial como el respaldo de la masa social que sí tienen clubes como Burgos (8.000 abonados), Estudiantes (8.000) o el propio Zunder (4.000), y que todavía se le resiste al Real Valladolid Baloncesto (1.800 socios) por mucho que haya dado algún síntoma de esperanza esta temporada.
Ayer mismo daba en el clavo Ignacio Núñez, presidente del Gipuzkoa Basket, en la despedida de su director deportivo, Aitor Uriondo. «Tener tres victorias más no te ayuda a crecer; tener 2.000 aficionados más en el pabellón cada día, sí».
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Y en esa asignatura, el club continúa pinchando año tras año sin un plan optimista al que agarrarse.
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