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Han pasado diez años ya, García. A estas alturas de la vida me tengo que conformar con ver los partidos de mi hijo Guillermo ... desde la grada porque mi cuerpo decidió poner punto final a la práctica del baloncesto. Aun así, me sigo acordando de los últimos tiempos donde, desde una perspectiva diferente a la profesional, disfrutaste de este deporte junto a tus amigos.
Hace unos días releía 'Señora de rojo sobre fondo gris', una de las novelas predilectas para la tercera generación Delibes porque, gracias a ella, pudimos conocer de primera mano a la que fue nuestra abuela y uno de los pilares fundamentales en la vida y obra del escritor. En uno de los pasajes de la citada novela, me vino tu imagen a la cabeza cuando Delibes hacía la siguiente reflexión: «Cuando alguien imprescindible se va de tu lado, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales». Tras leer la cita por dos veces, me di cuenta de que es algo que también nos pasó contigo. Tras tu ausencia y, tal vez sin pretenderlo, nos hemos vuelto insoportablemente banales. Los años pasan y seguimos viviendo como autómatas. Nos hemos acostumbrado a dejar de lado los aspectos realmente importantes y nos preocupamos por cosas que, a la larga, resultan intrascendentes.
Aunque contigo mantuve una relación muy estrecha forjada en las categorías inferiores del equipo de nuestra ciudad, he de recordar aquí a tus compañeros del Guantánamo, el último equipo del que formamos parte y, probablemente, uno de los pocos reductos, familia aparte, donde en los últimos tiempos encontraste cobijo. Quizá la poca celebridad de sus componentes sea la razón por la que ninguno de ellos estuvo presente en los reportajes que la prensa y televisión llevaron a cabo tras tu pérdida y en los que, políticos y personalidades del ámbito deportivo, lloraron tu muerte. Es una evidencia que ninguno de tus compañeros llegó a ministro, o alcalde de su ciudad, pero diez años después, puedo asegurar que te siguen recordando con nostalgia en cada cita 'Guantanamera'.
¡Qué tendrá el destino, compañero! Ese mismo destino cruel y caprichoso que te llevó por delante hace ya una década, ha decidido juntar en una cancha de baloncesto a Álvaro y a Guillermo. Veinte años después de que sus padres lo hicieran juntos por última vez, un García y un Delibes comparten equipo bajo la atenta mirada en la grada, tal y como hiciera con nosotros, de Montse Téllez, tu madre. Vaya por ella y por todos los que te seguimos recordando a pesar de los años este pequeño, pero merecidísimo homenaje.
Te seguimos extrañando, amigo. Un abrazo, Ger.
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