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Julio Ares
Martes, 28 de marzo 2023, 18:30
Si hay una fecha histórica en el baloncesto vallisoletano, ésa se corresponde con el 11 de abril de 1976, a una jornada de la finalización del campeonato de Segunda División, cuando el Asociación Deportivo Cultural Castilla consigue matemáticamente el ascenso a la máxima categoría del ... basket español. De la mano de su entrenador Moncho Monsalve, de su presidente Francisco Javier Martín Calabaza y de su patronicador, Lámparas Gamo, cuyo propietario, Gonzalo Gonzalo va a acudir rápidamente en auxilio de un club acosado por las deudas que el esfuerzo económico realizado para conseguir el ascenso había generado.
Es en agosto de ese mismo año cuando, tras cederle el Castilla todos sus derechos, nace el Valladolid C.B, que va a debutar, solo dos meses después, en la Liga de Primera División. Lo preside Gonzalo Gonzalo, quien nombra tesorero del club a su inseparable amigo Teodoro Rodríguez Marqués, junto a un grupo de altruistas empresarios de la plaza que también van a poner de lo suyo para sanear las cuentas del club: Rafael Viloria (Mentaberry), Javier Fernández (Javier Regalos), Germán Iglesias (Gis Publicidad), Fidel San de Inés (Inmobiliaria), además de Juan Pagés y Juan Codina.
Teodoro Rodríguez Marqués (Nava del Rey, 19-11-1931) conoció a Gonzalo Gonzalo desde niño, vecinos que eran de la Plaza del Rosarillo y compañeros del colegio de los Maristas donde pergeñaron su primera experiencia: el club de Fútbol Huracán, donde Gonzalo se desempeñaba como portero y Teodoro como todocampista. Aventura que tuvo poco recorrido, pues al cabo, el uno se fue al negocio familiar de las lámparas y el otro a la farmacia de la calle Panaderos en la que había entrado como mancebo a los quince años. Allí se cuidaba de la salud de los pacientes, pero también se afinaban las cuentas y los números que podían hacer factibles las 'locuras' del presidente que, en aquellos años de gloria, bajo el patrocinio de Fórum Filatélico, iban a permitir la llegada de grandes estrellas del baloncesto como el primer tándem prodigioso que formaran Carmelo Cabrera y Nate Davis, o el posterior con Juan Antonio Corbalán y Arvydas Sabonis, además de los Homicius, Thikonenko, Oscar Schmidt y un largo etcétera de estrellas que desfilaron por el Pisuerga.
Cuando, en 1990, Gonzalo Gonzalo se aupó a la presidencia del Real Valladolid, Teodoro se hizo cargo de la presidencia del club de baloncesto y de la vicepresidencia del club de fútbol, donde los fichajes del clan colombiano (Maturana, Higuita, Valderrama y Leonel Álvarez) también obligó a cuadrar muchos números. No fue tan exitosa la experiencia futbolera como aquella del basket que se perpetuó durante más de treinta años y que quedará como la más gloriosa de la historia de la canasta vallisoletana. Amigo de sus amigos, cariñoso y entrañable, disfrutó de esa amistad hasta los útimos días de su vida, recluido en una residencia desde donde llamaba frecuentemente a la legión de amigos que tanto en el ámbito de la medicina como en el del deporte le seguían profesando afecto y admiración.
En la Peña de los Lunes de Fuensaldaña, donde hasta hace bien poco seguíamos gozando de su prudencia y de su bondad, le seguiremos teniendo presente cada semana, convencidos de que, ahora, al lado de su esposa Nines, de su hija María José y de su recordado Gonzalo, seguirá esbozando la sonrisa de lo que fue en vida: un hombre fundamentalmente bueno.
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