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Se equivocaron quienes pensaron que este equipo acabaría la temporada peleando la permanencia. También los que no vieron siquiera una mínima opción de pelear por ... el play-off. Se equivocaron aquellos que consideraron imposible que asomara la cabeza in extremis en la lucha de ascenso. Los que vieron fuera aquel tiro de Steinarson en la pista del TAU Castellón. Incluso aquellos que pensaron que la gasolina se había agotado y la serie acabaría por la vía rápida.
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Sí tienen razón estos últimos en que el depósito anda más bien justo, pero si algo ha venido demostrando el Real Valladolid Baloncesto desde que Paco García aterrizó con la varita mágica es que tiene duende y esa voluntad necesaria para superar todo tipo de adversidades. De otro modo no se explica que un equipo roto en los físico, condicionado por los problemas que arrastra literalmente su principal motor, sea capaz de alargar la serie al cuarto partido ante la plantilla más amplia -seguro que también más cara- de la competición.
Cualquier otro grupo, tocado como ha llegado al mes de junio, se hubiera dejado llevar y dar por bueno un 3-0 ante el favorito y candidato número uno al ascenso desde el pasado mes de septiembre de 2021. Incluso este mismo cuatro meses atrás hubiese hincado la rodilla por la vía rápida, desconocedor entonces de que tenía un alma a prueba de bombas. Solo necesitaba alguien que encendiera la luz y lo desenterrara. Ese alguien, con nombre y apellidos, volvió a dar una lección de liderazgo desde el banquillo, haciendo suya la fe y convicción que muy pocos -por no decir nadie- tenía en puntuar en la eliminatoria después de dos partidos chocando de bruces con la realidad.
Paco García, ya sin la blanquivioleta enfundada, hizo creer a los suyos que más allá de los nombres y los contratos, a la pista saltan cinco contra cinco y el baloncesto recompensa a aquel que se lo merece sin mirar carnés ni nóminas. Pocas dudas caben de que en lo baloncestístico, el plantel estudiantil es muy superior al vallisoletano, pero en deporte juegan muchos otros factores, llamados intangibles, que en ocasiones valoran más que la propia estadística.
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El alma que demostró en el tercero de la eliminatoria envuelto en un ambiente como hacía tiempo no se vivía en Pisuerga le dio la mejor recompensa, además de una lección a Estudiantes.
Pucela Basket
Wintering (2), Geks (5), Gilbert (11), Sergio de la Fuente (17) y Raffington (2) -quinteto inicial-, Kuiper (5), Kavion Pippen (8), Pantzar (15), Puidet (-) y Berg (2).
67
-
54
Estudiantes
Faggiano (-), Dee (14), Beirán (10), Djurisic (4) y Larsen (5) -quinteto inicial-, Urtasun (2), Nacho Martín (7), Adams Sola (2), Varela (2), y Dos Anjos (8).
Parciales: 15-12, 14-20 (29-32 al descanso); 21-7 (50-39) y 17-15 (67-54)
Árbitros: Francisco José Zafra, Guillermo Ríos y Jorge Baena, el más joven de los tres, que ejerció de poli bueno para el 'grande' cuando fue necesario. Sin eliminados
Incidencias: Tercer partido de la eliminatoria de 'play-off' de ascenso previa a la Final a Cuatro, disputado en el polideportivo Pisuerga.
El tercero de la serie exigía un cambio de guion para voltear la tendencia estudiantil que había tomado la eliminatoria. No se trataba tanto de minimizar el efecto Dee o de esquivar el factor Dos Anjos como de encontrar fórmulas para disimular los graves problemas de anotación con los que ha encarado el 'play-off' el equipo de Paco García. Muy probablemente buena parte de culpa de que se le haya cerrado el grifo repentinamente la tienen los problemas físicos que han surgido en este final de temporada. Primordialmente los de Wintering, visiblemente mermado desde el salto inicial, y también los de Pippen, que le dejaron fuera físicamente de los dos primeros y mentalmente del tercero.
Sin puntos en las manos de los locales, sujetados por el brillante final de campeonato de Pantzar y la grata explosión de Gilbert, había que incluir a alguien en la ecuación para devolver cierta igualdad a la serie. La cojera de Wintering le restó velocidad y ese cambio de ritmo tan característico que le permite romper defensas cerradas. El poco aire que le quedaba se encargó Epi de robárselo ordenando a Faggiano una defensa a toda pista. Se esperaba algún voluntario, una ayuda extra, alguien que levantara la mano para sujetar el ataque, pero las señales emitidas por los Geks, Kuiper, Berg o incluso Sergio de la Fuente fueron más bien débiles.
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¿La alternativa? Apretar los dientes para jugar a un marcador bajo y buscar una victoria a 60 puntos. No iba a ser fácil pero había que dejar todo el empeño en ello. El premio, prolongar una extraordinaria eliminatoria de buen baloncesto -seguramente la más disputada del cuadro-, lo merecía. La otra cara de la moneda escondía una despedida de temporada agridulce, y el alma que ha demostrado este equipo desde la llegada de Paco García al vestuario evitó que Estudiantes viera el tercero tan fácil como lo vieron Girona o Palencia.
Solo en un momento de partido vio el cielo abierto, coincidiendo con la tercera falta de Pippen y dos triples consecutivos de Dee (27-32, minuto 19). El resto de partido se encontró mucho candado y pocas llaves para desentrañar la tela de araña tejida por los de Paco García. No había otra fórmula.
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El partido, definitivamente, estaba atrás. Con Wintering desenchufado y Pippen desconectado, el Pucela Basket lo fió todo a su sacrificio y capacidad para limitar todo el arsenal ofensivo de Estudiantes. Ese esfuerzo extra vino en el tercer cuarto gracias a una espectacular puesta en escena que disparó los decibelios en Pisuerga. El equipo vallisoletano consiguió sellar su aro y eso facilitó canastas fáciles que, unido a dos triples consecutivos de Puidet y Sergio, provocó un parcial de 18-1 en apenas cuatro minutos (47-33)... y un cambio a la americana de Epi (los cinco al banco).
El arreón, espectacular, dejó como damnificados a Puidet y Sergio, con tres faltas, en un tercer cuarto en el que el Estudiantes fue desbordado y se cayó con todos sus recursos, no solo los ofensivos sino también las alternativas que buscó su técnico Epi atrás, defensa zonal incluida.
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Con 50-39, y ya el depósito bajo mínimos, se entró en un último cuarto que el Estudiantes planteó a tumba abierta y sin miramientos a la hora de hacer prisioneros. Subió líneas, multiplicó las manos en una defensa al límite, y mandó el partido a la trinchera. Esa apuesta aturdió al Pucela Basket y por momentos dio a los colegiales un rédito esperanzador (52-47, minuto 35), pero no lo suficiente como para tumbar el alma demostrada por los locales. Con cuatro minutos por jugar, y un escenario en el que el trío arbitral dejó jugar y golpear a diestro y siniestro, el equipo que iba por delante salió beneficiado. Gilbert, con un triple y una asistencia, acabó por decantar el partido e hizo desistir de su intento a un Estudiantes que se equivocó al minusvalorar la fe de su rival.
¿Se equivocarán también los que piensan que la serie no volverá a Madrid?
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