El viernes se enfrentaron los dos mejores equipos a día de hoy de la Euroliga. Fue en el Palau. Los rivales FC Barcelona y Real Madrid. Ganó quien demostró querer la victoria en la pista, quien más y mejor defendió, y quien mejor supo sacar ... provecho de sus ventajas ofensivas localizando las carencias del rival.
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Todo lo que llenó los titulares posteriores no es más que humo, fuegos de artificio que desvían la atención de la esencia real del juego. Ni las técnicas, ni los gestos, ni los insultos, la presión, las reacciones o las disculpas deben desviar el foco de lo que realmente sucedió en la pista y por qué ganó un equipo que fue superior y perdió otro por carecer de intensidad, ambición y actitud. Cuando se juegan estos clásicos siempre tengo la sensación de que hay demasiados 'aficionados' al Real Madrid y al Barcelona, demasiados forofos que se escudan en la rivalidad o en el resultado –que es lo único que les preocupa–, y pocos aficionados o seguidores del baloncesto.
Al término del partido, cuando los jugadores se retiraban a los vestuarios, Sergio Llull se cargó, de golpe y porrazo, todo el habitual discurso de su presidente, Florentino Pérez. Llull lanzó al público una peineta que extraña en un jugador que se ha ganado en su dilatada carrera el respeto de rivales y aficiones más allá del forofismo futbolero. Llull es un jugador que no suele estar en el centro de la diana de la polémica ni la busca. Por eso sorprende mucho más su acción.
Incluso cuentan quienes allí estuvieron que se citó con varios espectadores «a la salida del pabellón» y que más tarde hubo alguna peineta más. El mensaje del señorío del Madrid de Florentino Pérez en cada presentación de un jugador o en las asambleas anuales de palmeros del club blanco quedó por tierra en un santiamén. Ese señorío aparece hasta en los mensajes institucionales de Navidad o en el típico discurso del postre de la comida en vísperas de Papá Noel. Y Llull echó por tierra con un simple gesto la estrategia de comunicación e imagen del brillante empresario de la construcción. Fue un segundo, pero captado por el objetivo del fotógrafo de El Mundo Deportivo Pere Punti.
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Cierto es que horas más tarde Llull pidió disculpas en las redes sociales por sacar el dedito a pasear. Bien. Como bien estuvo Abrines echando un cable a su amigo y compañero de selección pidiendo «respeto», o «lo que hay que aprender de los americanos» o «los valores que se enseñan a los niños que se sientan en la grada». «Lo que pasó ayer es lo que pasa cuando llevas aguantando insultos durante mucho tiempo y explotas», indicaba el sábado Alex Abrines.
Yo he asistido en Madrid a la Supercopa en la que se estrenó Mirotic tras regresar de la NBA y en la que se le bautizó con aquello tan feo y malsonante de «rata». Todo el fin de semana fue insultado a coro con ese cariñoso apelativo. Supongo que así decidieron llamarle por cambiar de equipo, pero no he escuchado que quienes así tratan de insultar empleen el mismo calificativo para, por ejemplo, Heurtel o Hanga, que este verano han cambiado el Palau por el Wizink, o para Laprovittola, que ha hecho el camino inverso. También hay quejas con los cánticos a Heurtel y la famosa historia de Estambul cuando el Barcelona sospechó que había solicitado la baja para fichar por el Madrid. «¿Dónde está el avión?» le dedicaron a coro en el tercer cuarto. Más humo.
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Ni voy a defender ni justificar cánticos, insultos, chascarrillos o gestos. Lo que sorprende es lo fina que es la moral en muchos casos. ¿Acaso las dos plantillas, esos 30 jugadores, no juegan en Grecia, Turquía o Belgrado, por poner tres ejemplos, en cuyas canchas sí se insulta, amenaza y presiona como si del mismísimo infierno se tratara? Recordemos que Sanli viene de Turquía y Calathes hizo carrera en Grecia. Ellos dirán dónde se sienten las apreturas.
Al Wizink y al Palau acuden ositos de peluche a ver los partidos a apretar al rival en comparación con los que acuden en Grecia, Turquía, Belgrado u otras pistas que podríamos sumar a la lista. Allí amenazan e insultan La Monja de Expediente Warren, Craig de Creep, Gwoemul de The Host, Pazuzu de El Exorcista, la mismísima Niña del Exorcista o su amiga, La Niña Medeiros en REC. Esos sí dan miedo, meten presión y pueden alterar el nervio de profesionales de esto, que llevan una mochila cargada de vivencias, experiencia y arrestos tras lustros como profesionales ganando millonadas por jugar. Y curtidos en mil batallas mundialistas, europeos o Juegos Olímpicos. Como diría un amigo mío: mimimí, mimimí, mimimí… Excusas para que no se hable del partido y sí del entorno.
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El caso es que esta vez Mirotic sí estuvo al nivel en un partido de estas características. Un partido que no es más que eso, uno más de la Euroliga, que deja al Barcelona líder con un balance 12-2 y al Madrid segundo (11-3), ambos dominadores, con Olympiacos, Milán y CSKA ya con 5 derrotas. El montenegrino, 39 de valoración, con 31 puntos, 10 rebotes y 9 faltas recibidas. Faltaron Randolph, Thompkins, Calathes, Higgins y Abrines. Este clásico en diciembre sirve para poco. No es más que un partido destacado, de rivalidad, entre los dos mejores de la Euroliga y de la ACB. Tranquilidad. Ya vendrán partidos importantes de verdad. Estos ni dan títulos ni tienen tanto valor como nos tratan de hacer ver a estas alturas de la temporada. Esta vez estuvieron mejor los ex del equipo blanco, Laprovittola 16 puntos, Mirotic 31. Enfrente, los ex blaugranas, Hanga 5 puntos y Heurtel 11 puntos. Ya cambiarán los guarismos en próximos duelos.
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