Sergio García, de desconocido a reconocido

A cualquiera le hubiera temblado el pulso en una situación como la que vivió Sergio García en diciembre del año pasado. Porfi Fisac abandonó el equipo para ir a la ACB y dejó el Quesos Cerrato en las manos de este hombre, que llevaba ocho temporadas como entrenador suplente y de esta manera tomaba las riendas de un proyecto que encabezaba la clasificación de la Liga LEB Oro. García no se arrugó y demostró a la afición palentina que ese carácter pausado, completamente diferente al de Fisac, dotaría a la plantilla de una serenidad que se ha convertido ahora en éxito.

Tranquilidad. Esa es la cualidad que más destaca de este donostiarra de 1,90 metros, una altura que le permite ver desde una posición de privilegio todo lo que sucede en el Marta Domínguez, un pabellón que se ha acostumbrado a esa paz que desprende el técnico tan solo con su mera presencia. «Soy así. Creo que el entrenador debe tener su parte de protagonismo en los entrenamientos y que el partido es el momento en el que la única función del técnico es ayudar a los jugadores. Para bien o para mal, pienso que la mejor forma de ayudar a los jugadores es estando más tranquilo que ellos. Si me ven más nervioso a mí de lo que están ellos, eso no ayuda. Me mentalizo cada día para estar sosegado, pensar en frío y que mis jugadores vean en mí un apoyo y no una persona que incrementa la tensión», explica el técnico con ese gesto serio pero cercano que esconde tras su poblada barba.

El 8 de abril fue muy especial en la vida de Sergio García, por muchísimas razones, pero es un hombre fiel a sus costumbres y fue capaz de mantener su rutina. Comió, se echó la siesta, se levantó y se dirigió al pabellón, tal y como hace siempre. Aunque no era un día normal y, seguramente, le costaría un poco más de lo habitual conciliar el sueño en esa cabezadita previa al encuentro, algo que no supuso un problema porque la de ayer era un noche para soñar despierto, y el técnico del Quesos Cerrato lo hizo, a pesar del enorme ruido, del bullicio de un pabellón entregado, que está dispuesto a crecer hasta llegar a 5.016 butacas de aforo.

La vida está hecha de sueños y el de Sergio García ya está cumplido. Su trabajo y el de su equipo se ha convertido en la flor del ascenso y ahora hay que polinizar esa flor con ocho millones de euros para que pase a ser un fruto con sabor a ACB. «El club ha demostrado que camina hacia adelante y el siguiente paso que le queda por dar es estar en la categoría que le falta por probar», sentencia el entrenador del Quesos Cerrato, este fan de los Rolling Stones que el pasado 8 de abril se llevó la mayor de las satisfacciones. El bueno de Mick Jagger lleva desde 1965 buscando la satisfacción y sigue sin encontrarla, pero este donostiarra la ha alcanzado en apenas cuatro meses. García será tranquilo, pero también es rápido.