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De arriba a abajo, y de izquierda a derecha: Pilar Rodríguez, Chus Domínguez, Rosa Gutiérrez, Esther Mostaza, María José Villanueva, Francisca Garrido, Paz Álvarez y Carmen Orobón (Doki).
Un homenaje a la amistad
Uno de los nuestros

Un homenaje a la amistad

El equipo de baloncesto femenino Sedruol se reúne más de cinco décadas después de su fundación. Jugó en Primera división nacional desde 1969 y cambió su nombre en reconocimiento a una de sus jugadoras, Lourdes Muñoz, fallecida en plena temporada. Manolo Ripollés fue su entrenador y alma mater

Santiago Hidalgo

Sábado, 23 de septiembre 2023

El 28 de diciembre de 1969, amanecía oscuro y turbio para el baloncesto femenino vallisoletano. Con 22 años, la jugadora Lourdes Muñoz fallecía de un coma diabético. Ella no sabía de su enfermedad. Unas fechas antes había disputado su último encuentro del año. Se torció un tobillo, pero eso no revertía importancia. Cuando ese mismo día de los inocentes avisaron al resto de jugadoras de su equipo, el Iberit, un mazazo de incredulidad explosionó en sus cabezas.

Iberit era una empresa de uralita que patrocinaba a este club femenino. Lo hizo en segunda división y así hasta la fase de ascenso disputada en Salamanca cuando las vallisoletanas lograron llegar a la máxima categoría del baloncesto nacional. Sin embargo, la retirada de este apoyo empresarial motivó que buscaran otro nombre al equipo. Ellas no lo recuerdan con exactitud, pero «debió de ser Manolo (Manuel García Ripollés, el entrenador)» al que se le ocurrió que a partir de ese momento y en homenaje precisamente a Lourdes, se llamarían Sedruol. Lourdes, al revés. De ese germen salió una magnífica escuadra. Un roble alimentado por la amistad, con escasos recursos y solo unos años de existencia, pero que ha sido capaz de mantenerse vivo en el tiempo 55 años después.

El baloncesto venía desde la Sección Femenina. En 1940 aparecían ya los primeros partidos, aunque el nivel de las féminas no era elevado. En el Iberit se juntaron, según relatan algunas de sus componentes como Carmen Orobón y María José Villanueva, varias jugadoras de entre 17 y 20 años del Carmelitas Museo, a las que las monjas habían prohibido jugar más. También otras como Carmen (alias Doki, por su defensa a ultranza al delantero del Real Valladolid, Docal), y Marga, o las estudiantes universitarias de Medicina, la vasca María José, y de Químicas, la cántabra Paz. Un grupo heterogéneo a las órdenes de Manolo Ripollés que dominó el cotarro en Valladolid y ascendió esa campaña de 1968-69. En Primera jugaba por entonces el Medina SF vallisoletano, equipo entre otras de Pilar Fernández de Valderrama y el mejor local sin duda.

2023

Imagen después - La evolución de la plantilla del Sedruol.

1969

Imagen antes - La evolución de la plantilla del Sedruol.
La evolución de la plantilla del Sedruol.

El Sedruol militó esa campaña y alguna más en el grupo noroeste de Primera división junto a clubes asturianos y gallegos, los más fuertes, entre ellos el Tabacos y el Medina A Coruña. Los lazos de esta pequeña entente comenzaron a estrecharse. María José se casó pronto con su entrenador Manolo Ripollés (recientemente fallecido) y Chus Domínguez, con el mejor amigo de Manolo y delegado de ese equipo, Ruperto Vargas (también tristemente desaparecido). Eran casi una gran familia y muy bien uniformada, sobre todo cuando se incorporó Deportes Blasco de patrocinador y les aprovisionó de ropa: falda corta blanca, camisetas de juego gris de la marca Lacoste y dos chándales, envidia de muchas jugadoras.

«Al principio, Manolo no sabía nada de baloncesto», dice su propia mujer María José. Sin embargo, ambos se formaron desde abajo. Sacaron los títulos correspondientes hasta lograr el máximo nivel en 1972 en Barcelona. «Soy la primera entrenadora nacional de este país. Hicimos el curso allí con Antonio Díaz Miguel de director. Y luego fuimos profesores de Mario Pesquera, de Paco García… Manolo era íntimo de Moncho Monsalve». Casi todo el baloncesto vallisoletano, como indica María José.

Eran un equipo de Primera división con escasos recursos, solo la ayuda federativa, así que, según reconoce Carmen, la situación era precaria: «Muchas cosas comidas, viajes, coches, lo aportaba Manolo, que incluso liaba a su hermano para llevarnos en dos coches a los desplazamientos. Y no solo bocadillos. Algún día comimos una mariscada». En casa jugaban en la cancha de Santa Cruz, también en las piscinas Deportiva, donde incluso retiraban el hielo del piso antes de los partidos, y más tarde, ya a cubierto en la Feria de Muestras. Los viajes en coche o en tren eran pequeña aventuras que recuerdan hoy día cuando se reúnen; la nieve en el puerto de Pajares; el tren destino Galicia con la única litera para Doki que era la que trabajaba y por tanto madrugaba; las horas y horas de carretera, viajar cinco y hasta siete en un Seat 1430; la bondad de dos guardias civiles que no les multaron y eso que había suficientes motivos. Eran chicas deportistas… aunque buenas en lo suyo.

25 puntos de desventaja

Las temporadas acababan muy pronto así que los equipos de Valladolid jugaban todos los años el 'Trofeo primavera'. «Antes de comenzar cada partido los concedíamos 25 puntos de ventaja en el marcador y aun así las ganábamos siempre», dice María José.

Antes de ser el referente en el baloncesto de Medina del Campo, Manolo Ripollés cuajó también en el baloncesto femenino. «Manolo fue pionero a la hora entrenar. Veía mucho la NBA. Nos enseñaba cómo se debe defender. ¡Agachadas!, decía. Se reían de nosotros porque la gente lo hacía estirándose. Mario Pesquera decía que nadie defendía tan bien como nosotras el 1-3-1. ¡Cómo se hace el 1-3-1 de Manolo!, me preguntaban», relata Carmen.

Pero el Sedruol desapareció. Vinculado después al Valladolid Castilla Gamo, algunas de sus jugadoras recalaron más tarde en el CDU o en el Sarabris de Medina del Campo. Sin embargo, nunca perdieron el contacto y hoy en día siguen viéndose las nueve para comer, disfrutar y contar.

Quizás el que próximamente haya una 'presidenta' de la federación como la de baloncesto, la segunda con más licencias en España. Que en 2022 se federaran más de 130.000 féminas y el que el 35% de las licencias del básquet sean de mujeres son hechos que a lo mejor no se pueden entender sin lo que significaron las aportaciones de pequeños grupúsculos como el Sedruol. Larga vida.

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