![Fallece Cardellá, la firma del baloncesto en los años 90](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2025/02/12/Crademonto-kjVE-U230840699294PUG-1200x840@El%20Norte.jpg)
![Fallece Cardellá, la firma del baloncesto en los años 90](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2025/02/12/Crademonto-kjVE-U230840699294PUG-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Cardellá (José Antonio Carnero de Llano (Valladolid, 1943, Montemayor de Pililla, 12 de febrero de 2025) fue un periodista y empresario que desarrolló casi toda su labor en Valladolid. Esto podía ser, sencillamente, el inicio de un perfil de Wikipedia o de Linkedin. Pero se quedaría muy corto. Inimaginablemente corto.
José Antonio (Cardellá, que narices, que era así como le gustaba que le llamaran) fue periodista y empresario, sí. Y, también, técnico de radio, y administrativo en Renault, y presentador de programas radiofónicos y vecino de Montemayor de Pililla. Y, sobre todo, una magnífica persona a la que la vida no siempre trató como se merecía. Una persona íntegra, cabal, recta, de la que muchos se aprovecharon en cuanto se percataron que su bondad era tan acusada que no dejaba espacio para el rencor ni el doblez. Ser así, tan atípicamente bueno, le provocó sinsabores, disgustos y frustraciones. Y de todos ellos emergió porque, precisamente, esa bondad es la que hacía de él alguien rocoso, firme, estable frente al oleaje de la vida y a la vez flexible para empatizar.
Mari, su esposa, andaluza que nunca dejó de serlo y a la que nunca se le vio un gesto adusto, se desesperaba en ocasiones cuando intuía que tanta bonhomía era fuente de problemas cuando enfrente había personas que veían en esa virtud un defecto del que sacar réditos. Pero ella mejor que nadie sabía con quien estaba casada y que era bobada hacerle cambiar. A Cardellá se le quería como era o no se le quería.
Experto en baloncesto, Carlos Roldán le despidió el día de su cena de jubilación con un divertido discurso en el que glosó la figura de un jugador de balonceso italiano de nombre Cardella, su profesionalidad le hizo querer conocer los interiores de otros muchos deportes. Y a fe que lo logró. Con Marco Antonio Méndez, amigo y compañero en la firma del rombo, y Carmen Díez, diseccionó el balonmano. Con Ángel María de Pablos, compañero en la radio y jefe en El Norte de Castilla, se empapó del ciclismo. Con Miguel Ángel Pindado y Alfredo Gómez descubrió el fútbol del barro. Y a José Anselmo Moreno le inoculó el gusto por las historias. Aquella sección de Deportes de El Norte de finales de los 80 y primeros de los 90 era algo muy especial.
Cardellá había llegado a El Norte de la mano de Ángel María de Pablos. Y pronto se integró en aquella redacción de finales de los 70, en la que Jesús Díez Lobo solía saludarle con un 'Carnero, que viene el lobo' que acabó siendo un clásico. Tras su paso por las oficinas de Renault (época que no quería recordar), se metió en la aventura de ser empresario. Montó Monitor, empresa que fue puntera en su momento, allá por 1987, en la producción de vídeo. Terminada la aventura regresó a El Norte, del que ya no se movería hasta su jubilación.
De escritura sencilla, fácil, alejada de la ampulosidad y el barroquismo, su estilo, directo y claro, era especialmente bueno para narrar los partidos de un Fórum que de la mano de Mario Pesquera empezaba a sonar como equipo grande en el baloncesto español. Y a la estela de esa forma de contar lo que pasaba en la cancha, Huerta del Rey acabó quedándose pequeño para el baloncesto y tornando en referente para el mundo del balonmano.
Desde que se jubiló vivía retirado en Montemayor. Su espíritu inquieto necesitaba de las rutinas y la tranquilidad del mundo rural para disfrutar del tiempo, de las estaciones y de la conexión con la naturaleza. Porque él, que fue siempre de ciudad, acabó por descubrir que más allá del asfalto nace el camino que conduce hacia la vida deseada.
El funeral tendrá lugar el viernes, a las 11:00 horas, en la iglesia parroquial de Santa María Magdalena de Montemayor de Pililla. Acto seguido se realizará su incineración en el crematorio del Parque El Salvador.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
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