Los hermanos Hernández Velázquez: Edmundo, Teodosio y Vicente
El delegado de baloncesto con alma de árbitro de fútbol
Uno de los nuestros ·
Teo Hernández Velázquez fue durante 25 años trencilla y el primero de una saga arbitral de tres hermanos. En 2015 se pasó al básquet y al CB Valladolid, del que «no conocía nada» y en el que contribuye a «mejorar la convivencia de todos»
Santiago Hidalgo
Valladolid
Martes, 17 de mayo 2022, 10:20
En aquellos años, mediados de los ochenta del siglo pasado, los árbitros de fútbol vestían de negro riguroso e impoluto. Se les identificaba por sus dos apellidos generalmente muy sonoros y concordantes, y, casi como ahora, tenían en la Prensa al azote cruel de sus actuaciones. Quizás más y peor. Eran tiempos del presidente del colegio de los árbitros, José Plaza, al que otro José, José María García, el periodista radiofónico que a las doce de la noche interrumpía el sueño de muchos españoles para levantar polémicas y ampollas, se encargaba de dar estopa a diestro y siniestro. A él y a todo un colectivo vilipendiado además por un no siempre educado espectador que se solía acordar los domingos de sus madres. Por ahí campaba Teodosio Hernández Velázquez (Medina del Campo, 29-12-1946).
De padre militar, comenzó jugando al fútbol en edad juvenil en el San Nicolás, en el Arces y más tarde en el Valladolid juvenil con Santi Llorente. También en Tercera división con la Arandina. Era un defensa central alto, corpulento, de más de 1,80 m., al que una lesión de menisco en su rodilla izquierda mal operada le retiró de la práctica activa.
Parecía que el deporte se iba a acabar para él, pese a que era joven, cuando, motivado por su trabajo en FASA Renault de responsable de compras, tuvo contacto con Jesús Ausocúa Sanz, proveedor de Confecciones Castillo (empresa que les suministraba chaquetillas y ropa textil para el trabajo) además de árbitro de Primera división. «Fue él quien me dijo ¿por qué no te vienes a arbitrar? Dicho y hecho. Probé y me gustó», remarca Teo.
Ascenso meteórico
Con 18 años fue ascendiendo meteóricamente a Preferente, Tercera división y en una campaña a Segunda B y después a Segunda. Allí se mantuvo doce temporadas y otras tres en Primera división para terminar con unos números meritorios: 105 partidos arbitrados en Segunda división, 53 en Segunda B, 31 en la Copa de España y 13 en Primera división en la década de los 80 y 90. También fue juez de línea internacional. Para entonces, la nómina de árbitros vinculada a Valladolid era amplia: Barrenechea Montero, Rubio Valdivieso, Santamaría Uzqueda, y antes Balsa Ron, Pascual Tejerina o el propio Ausocúa Sanz, además de Hernández Velázquez que permaneció 25 años en la profesión arbitral. «Antes los árbitros nos equivocábamos igual que ahora, pero lo cierto es que en la actualidad tienen muchas ayudas: el cuarto árbitro, el VAR…», introduce.
Teo fue el mayor de otros dos hermanos, Edmundo y Vicente, que también se dedicaron a labores arbitrales. De hecho, Teo los llevó como jueces de línea en varios encuentros. Por ejemplo, en el debut del hermano de Maradona con el Granada. Las críticas de José María García siempre estaban allí. Que si llevaba a sus hermanos de turismo, que si todo quedaba en casa, que si ya estaba bien con un Hernández Velázquez, como para que hubiera tres... Lo cierto es que estas designaciones eran legales y las nombraba el comité.
Lo más rocambolesco que le ocurrió en estos años fue con motivo de un Andorra-Sporting de Gijón de Segunda B en el que Hernández Velázquez decidió suspender el encuentro pues el equipo local andorrano no se hacía cargo de pagar al colegiado con arreglo a las nuevas cuotas establecidas. Teo recuerda que lo detuvieron en la frontera acusado de atropellar con el coche a un policía que le escoltaba en la salida del campo. Lo mandaron a un calabozo y lo retuvieron hasta que el presidente José Plaza mandó un abogado desde Zaragoza y pudo cambiar su declaración cuando ya eran las diez de la noche. Pero el susto de estar en la cárcel se lo llevó.
Si su debut en Primera división fue también con el Sporting de Gijón en El Molinón en un encuentro contra el Cádiz en 1991. A las pocas jornadas se encontró con otra polémica. El presidente colchonero Jesús Gil había iniciado una feroz crítica a los árbitros y estos se negaron a arbitrarlo más hasta que se pusiera fin a este coto. La huelga estaba en marcha. Teo, que no pertenecía a la asociación-sindicato de árbitros ADAF, fue llamado por el nuevo presidente Sánchez Arminio para que pitara al Atlético de Madrid contra el Mallorca. «Y acepté, claro. Yo no pertenecía a la asociación… Era el Atlético de Madrid de Schuster y de Futre y, pese a todo, cayó con el cuadro bermellón. De resultas, José María García volvió a ponerme a caldo…», indica. De lo que sí está seguro Hernández Velázquez es de que los árbitros en esas categorías no estaban ni aleccionados, ni comprados. «Si casi no había dinero para los jugadores en Segunda, menos todavía para los árbitros».
Cuando se retiró del arbitraje, siguió vinculado en labores de delegado nacional, como observador y más tarde en la Escuela de Capacitación de Colegiados con Rodríguez Santiago. También un año de asesor arbitral en el Real Oviedo cuando este regresó a Segunda, donde intentó mejorar las relaciones del club con los árbitros, hasta que llegó 2015.
Ya jubilado, fue a través de su hijo Saúl Hernández, director general del Club Baloncesto Valladolid, cuando se vincula al proyecto. «¿Por qué no nos echas una mano, me dijeron mi hijo, Javier Casado y Hansen? No conocía nada de ese deporte ni del club, pero estoy cada vez más contento», dice. «Hemos tenido unos entrenadores extraordinarios: Iñaqui Martín, Paco García, Hugo de Miguel, Roberto González y ahora Paco García. Lo siento por Roberto y su equipo. No tuvo la suerte de dar en la diana. Ahora con Paco ha sido acierto total. Ha supuesto un revulsivo de fuerza, seguridad y mano dura. El equipo tiene calidad y si no nos metemos en 'playoff', va a ser por poco».
En el baloncesto, donde en general ha encontrado «más educación y respeto que en el fútbol hacia el colegiado», convive de 9 de la mañana a 9 de la noche con todo el plantel. Allí se valora su constancia, así como su experiencia por los años que lleva en esas tareas. Teo se preocupa de que al jugador no le falte de nada. Es muy detallista, pero además trata de ser colega de los árbitros (muchos de ellos conocen su pasado como trencilla), con la educación y el respeto por bandera. No en vano, sabe de qué habla. Conoce que los errores se producen, pero que la temporada es larga y unas veces te benefician y otras no. «Aquí me siento como un padre. Lo que intento es mejorar la convivencia de todos», finaliza.
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