Abanderó una generación dorada, reconocida por la medalla de plata colgada en los Juegos de Los Angeles'84, que abrió camino y fue pionera en la progresión y devenir del baloncesto español. Una época en la que se recitaban de memoria alineaciones de los equipos, ... dorsales incluidos, y en la que los Fernando Martín, Epi, Iturriaga, Romay, Solozábal y Corbalán, entre otros, hicieron historia al protagonizar un capítulo que, cuarenta años después, aún sigue muy presente. Él mismo recuerda cada vez que tiene oportunidad que aquella selección «ha sido la única en la historia de España capaz de batir en partidos oficiales a Estados Unidos, Unión Soviética y Yugoslavia, algo ya absolutamente irrepetible».
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Juan Antonio Corbalán (Madrid, 1954), mejor jugador europeo de baloncesto en 1983, ha protagonizado este viernes una edición más de los Desayunos de la Asociación de la Prensa Deportiva de Valladolid (APDV), conducido por Carlos Raúl Martínez, en la que ha presentado su último libro 'Eso no estaba en mi libro de Historia del Baloncesto' (Editorial Almuzara), escrito a dos manos junto a Francisco Gallardo. «Un libro muy llevado por las emociones», en el que lo americano, como no podía ser de otro modo, está muy presente. «Porque el baloncesto se extiende por el mundo gracias a las bases americanas», ha apuntado el base de aquella mítica selección de Díaz Miguel, cuyos orígenes pasaron por un balón de fútbol en el colegio San Viator. «Cuando se inventó el minibasket en el colegio, yo jugaba a fútbol y tuvimos que juntarnos diez para jugar el primer torneo. Mientras me lo han permitido mis rodillas, he hecho muchos deportes. De hecho jugué un partido oficial con la camiseta del Real Madrid como delantero centro rematador», ha comentado con sorna.
Con más de treinta títulos con el Real Madrid y 178 internacionalidades a su espalda, supo labrarse un futuro mucho antes de cerrar su carrera deportiva. «El deporte a edad precoz parece que arde, es como una hoja de periódico que se quema y que dura muy poco, y hay que saber que hay otra vida mucho más larga. El deporte se queda en rescoldo cuando la vida es la verdadera llama. Una fuerza inmensa que tenemos que aprovechar mientras podamos y elegir los momentos en ese proceso vital», explica. De hecho, tal y como reconoce, empezó a labrar su futuro con su primer contrato profesional con el Real Madrid.
«Fue en el año 72 cuando empecé Medicina, y de los seis años que dura la carrera, yo tardé seis y medio porque iba dejando algunas asignaturas en función de los viajes. No fui un estudiante de matrícula en el colegio pero sí en la universidad donde pude planificar mis tiempos para rendir como rendía en el baloncesto. Siempre estaba estudiando cuando no estaba entrenando, y cuando nos pusieron también entrenamientos por la tarde tuve que planificar con el preparador físico para compaginarlo todo. Ahora el profesionalismo te da mucho dinero pero te quita transversalidad», comenta, ejemplo como fue de que el deporte profesional es perfectamente compatible con la formación académica. «A más exigencia, más rendimiento. Yo nunca he rendido más en los estudios como en aquellos años», apunta, hasta cierto punto contrariado con lo que se ha convertido el baloncesto hoy día. «El baloncesto que hay ahora es un deporte hipertrofiado en donde hay jugadores del Real Madrid que tienen cocinero para ellos. No voy a caer en el error de decir que mi época era mejor, no, pero en un baloncesto tan globalizado sí mantenemos a jugadores que son referentes y cercanos como Llul, Rudy o Chacho que cumplen una misión de enraizar el baloncesto a la tierra».
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Los éxitos de aquella selección dieron una relevancia y una notoriedad a todos sus integrantes que les impulsaron al olimpo del deporte español. «Yo estaba en ese grupo de Ángel Nieto, Ballesteros o Santana y sin embargo no había ganado nada. No era campeón del mundo como ellos, pero tuve el mismo cariño y reconocimiento a pesar de estar entre dos montañas enormes porque nosotros caminamos sobre el asfalto que fueron dejando otros. Yo no podía entender esto sin Buscató, Emiliano, Sagivela, Vicente Ramos o Paniagua, del mismo modo que los que vinieron no se entienden sin nuestra generación», reconoce Corbalán, que recuerda una de tantas conversaciones como tuvo entonces con Fernando Martín, otro de los ídolos deportivos de los años 80. «Una noche antes de dormir le dije 'Fernando, tú eres muy bueno y vas a ser uno de los referentes de nuestra historia en baloncesto, pero en nuestro equipo nos importa un pimiento que seas bueno o malo porque tú serás bueno en la medida que respondamos los demás'. Uno es mejor en la medida en que lo que haces repercute en los demás».
Su última estación deportiva a nivel profesional fue en Valladolid, dos años después de colgar la camiseta en el Real Madrid. Un fichaje que, además de sonado, alimentó la rumorología en la ciudad y también en el mundillo baloncestístico. Juan Antonio Corbalán recuerda con cariño aquella etapa en el Fórum 90-91,, especialmente sus inicios. «Entonces se decía 'este ha vuelto por dinero'», sonríe, recordando cómo fue aquella llamada. «Estábamos viendo un Campeonato de Europa de baloncesto y me llama por teléfono un agente, y me dice 'Oye Juan, ¿tú volverías a jugar a baloncesto? Yo en ese momento tapo el auricular y le digo a Marcelo Sagra, que estaba conmigo, 'me ofrecen volver a jugar', y Marcelo me dice 'pues pídeles la pasta'», admite, reconociendo una oferta de 25 millones de pesetas, «que era lo mismo que había cobrado en mi último año en el Real Madrid». «Entonces, como yo sabía que Sabonis cobraba un millón de dólares, como buen jugador de mus, le dije 'Si quieres que me ponga en calzoncillos otra vez tienes que darme 50 millones de pesetas'. Me colgó y poco después me llamó y me dijo: 'Vale'».
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Aquella conversación fue la primera de muchas que le siguieron para definir un rol que trascendió lo deportivo. «Sentado con Gonzalo, un día me dice 'necesito dos cosas de ti, una que me hagas tiempo hasta que pueda nacionalizar a Tomasiello', a lo que yo le respondí, bien entonces vamos a dividir el contrato en 25 millones en una primera mitad de temporada y otra si lo nacionalizas en la segunda y yo me tengo que ir. Y la segunda cosa que me pide es que le eche una mano con Sabonis. Porque claro, Sabas venía a entrenar... o no venía. Y se vestía... o no se vestía. Así que le dije a Javier (el médico) dile a Sabonis que vamos a cenar los tres un día. Nos fuimos al Cuberito y le dije 'mira Sabas, tú lo has sido todo ya en el baloncesto'. Aquel equipo del Fórum era muy joven con muchas promesas. Quiero que pienses que todos estos jugadores son buenísimos y puede que ninguno viva lo que has vivido todo, pero cuyo mejor recuerdo va a ser haber jugado contigo. Entonces a ti no te cuesta nada vestirte para entrenar, tirar dos ganchos, dos tiros de personal y cuando quieras te sales porque todo eso nos da la sensación de pertenecer al mismo grupo. Porque parecía que le habíamos traido de la luna, y tu puedes hacer que los chicos se sientan orgullosos de jugar contigo. Le pedí ese pequeño esfuerzo», admite, «algo que ni siquiera supo Javier Casero», entrenador aquella temporada.
El propio Corbalán bromea cuando recuerda el rol que tuvo aquel año. «Yo decía medio en broma que había venido a pastorear a Sabonis, porque yo utilizaba a Javi (Alonso, todavía médico del club) para que le dijera ciertas cosas. Javi hizo un trabajo impresionante», comenta, advirtiendo del talento que había en aquella plantilla. «El secreto de un deportista es saber lo que haces bien y lo que no haces bien, y hacer muchas veces lo que sabes hacer y nunca lo que no sabes hacer», expone poniendo el ejemplo de Miguel Ángel Reyes, «y en aquel equipo había muchos jugadores que esto no lo sabían, entonces nunca fui mas guarda urbano que cuando jugué en Valladolid».
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Además de escribir varios libros, Corbalán también ha producido algún que otro documental, uno de ellos 'Shooting for Mirza' ('Tirando por Mirza') en el que recuerda la figura icónica de Delibasic. «Le conocí con 15 años cuando éramos juveniles, no como la gran estrella que vino aquí, y para mi representaba todos los elementos cualitativos. Era imposible que le pudieras sacar del tiesto en el que había sido plantado. Él era yugoslavo y bosnio como muchos jugadores que hemos conocido. Cuando vino a Madrid, en quince días sabía todo de Madrid. No tenía ningún endiosamiento», señala sobre un jugador que dejó honda huella entre sus compañeros y también entre sus rivales -Corbalán firma también una novela titulada 'Conversaciones con Mirza'-.
El recuerdo de Mirza Delibasic ha traído a la memoria el de una figura, también icónica, como la de Lalo García, compañero en aquel Fórum Filatélico. «No soy un negacionista o pesimista qe diga que no me voy a morir, porque lo único que estamos seguros cuando nacemos es que vamos a morir. Lo que sí es verdad es que hay gente que muere fuera de guión, y ese es el caso de Lalo», ha apuntado.
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Por último, Juan Antonio Corbalán ha deslizado algunas de las propuestas que le pusieron sobre la mesa cuando acabó contrato en Valladolid. «Llegaron muchas cosas, algunas interesantes, pero una vez que has jugado a baloncesto, te das cuenta de que ningún puesto en un club o federación se puede equiparar. Me pude quedar como médico en el Madrid, pero no lo encontré sentido. Tuve una oferta de Israel que me ofrecían un millón de dólares, como a Sabonis, pero la oferta decía 'puedes ser presidente del club, entrenador o jugador. O dos cosas o las tres'», ha señalado entre risas, admitiendo que entre esas ofertas, también hubo alguna de ámbito político. «Algún devaneo político por ambas bandas hubo, pero no necesito que alguien me haga miembro de ningún partido».
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