Un jugador del Claret Innoporc lanza a canasta durante el partido de este sábado. AntoniO Tanarro

El Claret pone esfuerzo en el estreno de Moisés Martínez

Sabedor el equipo de la imposibilidad de ganar, dignificó con actitud el partido ante uno de los mejores equipo del grupo, tercer clasificado

Sábado, 15 de enero 2022, 21:17

El primer partido que dirigía Moisés Martínez en el banquillo del Claret Innoporc fue, ni más ni menos, que un duro golpe de realidad que seguramente no le pilló por sorpresa. Recibía el equipo al tercer clasificado del grupo, el Porriño, y ya en ... el calentamiento quedaba claro que la diferencia de centímetros iba a ser, a la larga, totalmente decisiva. Con un grupo en el que únicamente dos componentes pertenecían al Claret anterior al cisma deportivo y social, sin jugadores que pudieran ejercer ya no como cinco, sino casi ni como cuatro por estatura y kilos; la batalla estaba claramente desequilibrada. La grada lo sabía y por eso celebraba cada canasta como si fuera un gol en una cancha de fútbol sala y el bombo no dejaba de sonar, en ocasiones entonando un «sí se puede» que a todas luces era más un sueño que algo ajustado a la realidad del juego.

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Claret Innoporc

Agejas, Uriz (3), López (14), Lázaro (10) y Vázquez (9); Granda (5) y Calvo (1).

42

-

90

Porriño

Domínguez (18), Vaquero (2), García (2), Cardito (6) y González (9); Bardasz (7), Besada (8), Ka Fall (20) y Varela (18).

Eso, saberse inferiores, no hizo que los jugadores verdes salieran con actitud de poca energía o derrotados de antemano. La actitud no faltó, al menos en un primer cuarto que perdieron claramente, pero en el que intentaron, con constantes órdenes desde el banquillo, defender con agresividad manteniendo a los gallegos fuera de la zona. Si tardaba la bola en llegar al poste alto, todo iba a ser un poco más difícil para un equipo que, cuando se calmó y cayó en a cuenta de que los partidos no se ganan en el calentamiento, entró en dinámica y puso una diferencia ya más que apreciable en el primer cuarto.

A partir de ese momento, la diatriba no iba a estar en ganar o perder, sino en la diferencia en el marcador. Porque los apenas siete componentes de Claret dieron la cara lo que les duró la gasolina. Pablo López y Javier Lázaro, únicos integrantes veteranos, se vieron obligados a jugar muchos minutos; defendiendo además a jugadores de mucha mayor envergadura y fuerza, con el consiguiente desgaste. A Vázquez, el jugador más hecho del resto de recién llegados, también se unió al esfuerzo de tirar del carro y entre los tres prácticamente capitalizaron los puntos firmados por el equipo. El problema iba a terminar siendo, al margen de los ya mencionados, de gasolina. Cuando faltó el carburante y se empezó a llegar tarde a las ayudas, todo se convirtió mucho más en una suerte de guerra de guerrillas.

La última acción del segundo cuarto resultó ser muy elocuente: Ka Fall, un jugador africano que vive el baloncesto desde los dos metros, tuvo hasta cuatro palmeos para anotar la última canasta antes de llegar al descanso. Los intentos de saltar y saltar de los jugadores segovianos se quedaron en un esfuerzo vano. Pero esfuerzo, porque siguieron compitiendo siendo los primeros en entender todos los condicionantes.

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Un trámite desordenado

En muchas ocasiones ya durante la primera parte Claret no llegaba a agotar las posesiones en ataque. Cuanto más cansancio se acumulaba, más loco se volvía todo y las acciones ofensivas se volvían una suma de demasiados botes hasta buscar algún uno contra uno, o contra los que fuera, desbocado. Ni que decir tiene que el rendimiento obtenido no fue el mejor. Sin embargo, en la segunda mitad, con los jugadores gallegos muy condicionados por el colchón del marcador, eso salió mejor. Porriño fallaba, reboteaba menos porque se había instalado en ellos algo de desidia y Claret vivió un poco más de la anarquía. Al final, ya se trataba de divertirse jugando. Y, al menos en el tercer cuarto, lo consiguieron. Más puntos anotados, menos encajados.

El último cuarto fue otra película porque los chavales ya no daban para más y sus intentos se nublaron. Al encontrar el equipo gallego más a sus pívots, ajustaron los fallos y bajo tableros era imposible defender para los verdes. Aún así, se permitieron algún triple y alguna sonrisa; algo que este equipo necesita como el comer de aquí al final.

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