Baloncesto

Los pilares del baloncesto de élite

Juanjo Fernández ‘Feñe’ estuvo muy presente en dos momentos cruciales de este deporte en la ciudad. El primer ascenso a la máxima categoría y el nacimiento del Club Baloncesto Valladolid. Ahora continúa con las ardillas, mientras pergeña belenes y magníficas maquetas con la pequeña frustración de no haber sido arquitecto

santiago hidlago chacel

Domingo, 1 de enero 2017, 20:09

En septiembre de 1965, el colegio San José acogía el primer encuentro de la selección española de baloncesto en la ciudad. Su rival, un combinado de Valladolid. La pista aledaña a la piscina, con unas canastas de cristal que si se rompían pasaban bastantes días hasta que eran sustituidas, se llenaba para tal acontecimiento. Entre el público, el alumno jeringuilla Juanjo Fernández, por entonces un chico de apenas 14 años, al que de forma sorprendente le costó poder practicar deporte. Y es que los inicios fueron duros. Siguiendo a sus amigos, lo intentó primero con el rugby, luego con el baloncesto; pero su aspecto endeble y fifiriche «de complexión asténica», dice él, le impidió entrar en los equipos. «A mi amigo le cogieron en el rugby y luego en el baloncesto, pero a mí me echaron de ambos. Esto supuso un drama. Fui creciendo e hice mi propio equipo hasta que di el estirón a los 15 años», señala.

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A partir de ahí sí empieza a destacar, participa en la selección de Valladolid y en los campeonatos provinciales que casi siempre se decantaban hacia tres colegios: Maristas, Lourdes o San José. Pero las miras de Juanjo Fernández Feñe ya eran más altas.

En 1971, un año antes de conmemorar el 50 aniversario de la llegada del baloncesto a España, el Castilla Jher se proclamaba campeón de Tercera división y ascendía a Segunda. Los Rebollo, Bragado, Montequi, Castrillón y el capitán Juanjo Fernández eran jugadores que se habían visto las caras en las competiciones inferiores, pero que ahora defendían ese lugar privilegiado del baloncesto vallisoletano.

Con la incorporación de Pedro Callejo o Gutiérrez y a las órdenes de Fernando García llegaba también el primer norteamericano, Gregory David Sten, un pívot de 2,02. Ya por entonces se hablaba en la prensa de Feñe como un prodigio de entrega y capacidad defensiva. Con sus 193 centímetros, él prefiere ahora utilizar otras palabras: «He sido un jugador malo que, a base de esfuerzo y labores de defensa dura, siempre me encargaban secar al mejor de ellos o al americano».

Otra cosa era lo del pabellón. Con Huerta del Rey por construir y en unas interminables obras, el Castilla Gamo (ahora) disputaba sus encuentros en la Feria de Muestras, un «recinto gélido, en el que se te quedaban las cejas blancas y las manos no se calentaban hasta el segundo tiempo». Ante el Mataró, en una pista de tarima habilitada sobre el asfalto, no se pudo lograr el ascenso a la máxima categoría, si bien fue el preludio de la hazaña obtenida al año siguiente con Moncho Monsalve en el banquillo. Junto a Feñe, Martín de Francisco, Puente o Seara, ya aparecían para jugar en Primera División en 1975, aunque el Castilla tenía sus días contados por los insalvables problemas económicos.

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Corría el año 1976, el Castilla con su presidente, Martín Calabaza, decide dar un paso al lado y ceder los derechos. Era el 27 de agosto y aparece el Valladolid Club de Baloncesto. Feñe tuvo mucho que decir en esta gestación del histórico equipo. «La nueva entidad nace en mi casa de Viana de Cega, que es donde se celebran las reuniones. Tenía relación con Javier Fernández, el hijo del entonces alcalde de Valladolid Francisco Fernández Santamaría, y llamaron a una serie de gente próxima que convencieron a Gonzalo Gonzalo para que fuera el primer presidente. Allí estaba Juan Codina, Rafael Viloria, Teodoro Rodríguez Todos ellos personajes muy importantes en el nacimiento del baloncesto de élite». Juanjo vive con el equipo un descenso, un ascenso, luego disputa un año en la máxima categoría con Carmelo Cabrera y Nate Davis. Las convivencias, amistades, los viajes en taxi con trasportín son recuerdos que guarda. Después, pasa al Universitario con Mario Pesquera. La exigencia en un baloncesto de cada vez más centímetros provocan su marcha: «No podía con la espalda». Jugando de tres defensivo, marcador, o por dentro de la pintura, enfrentándose a Luik, Manolo Flores o a los americanos, cubriendo las lesiones de muchos compañeros, terminó exprimido.

Si Juanjo Fernández Feñe hubiera nacido en la Edad Media le hubiera gustado ser el arquitecto de las catedrales, el Tom Builder de la obra de Ken Follet. Es el «principal resquemor» de su carrera profesional. «Mientras jugaba estaba estudiando Arquitectura y no pude compatibilizarlo. Me hubiera gustado terminar o haber hecho Bellas Artes», señala. A pesar de todo, sacó las oposiciones al Ministerio de Fomento y Obras Públicas y derivó al baloncesto,ahora como entrenador al frente del CDU, con el que llegó a ser campeón de España universitario. Tras ello, permaneció doce años junto a Pedro Enériz en la coordinación de las escuelas de baloncesto de Valladolid. Hace tres años, David Enciso le rescata para volver al baloncesto en la cantera y presencia en primera fila la desaparición del club. «A punto de cumplir los 40 años, para mí fue un drama, pero con siete millones de deuda la situación era inviable», señala.

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Con la llegada de Mike Hansen y la creación del nuevo y modesto Club Baloncesto Ciudad de Valladolid le incorporan de nuevo como directivo fundador, aunque no le gusta estar en primera línea: «Soy de cancha y de cantera», dice. Desde allí gestiona 17 equipos y 270 chicos en las escuelas. «Son niños que no pueden hacer baloncesto en sus colegio y otros que, como tenemos equipos autonómicos de primer nivel, vienen los mejores. Pero también tratamos de poder derivar a los colegios los que formemos nosotros».

Dentro de su cansancio y desgaste, Feñe donde ahora se encuentra más a gusto tras su jubilación es en su «espacio creativo». Una impresionante maqueta de 2x2 metros a escala 1:1.500 del Plano de Ventura Seco del Valladolid de 1738 ha sido una de las grandes obras en las que echó el resto. Ahora descansa en el Museo Fabio Nelli.

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La otra vocación son los belenes, herencia de su padre, presidente de la asociación belenista. Junto a José Luis Chacel, al que un día involucró hace muchos años en estas lides, exponen actualmente una gran muestra de más de 900 dioramas, belenes y un belén animado en la Residencia Cardenal Marcelo de Parquesol. Se trata de continuar poniendo columnas, de seguir construyendo

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