Al conocerse las audiencias televisivas de los denominados partidos de la jornada de las primeras fechas del calendario, es prácticamente imposible el no inquietarse por el futuro del baloncesto. Es cierto que los clubes reciben más dinero que en los últimos años y que la plataforma televisiva que tiene los derechos no escatima en medios para su difusión, pero uno no deja de preguntarse si volverá a ser como dice el refrán, pan para hoy y hambre para mañana.

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Aún recuerdo cuando el seguimiento masivo del baloncesto en España se transformó de forma radical. Se unieron dos factores a la vez que dejaron secuelas importantes: de un lado, la aprobación de la Ley Bosman, que suponía la no consideración como extranjeros a jugadores de un buen número de países y, por otro, la venta de los derechos televisivos a una plataforma de pago que por entonces aún era más exclusiva de lo que es actualmente. Fue como entrar en un túnel del tiempo en el que lo que entró y lo que salió por él no tenía nada que ver. De plantillas conocidas e identificables con muchos jugadores españoles, a otras con demasiados extranjeros y con la imposibilidad de poder identificarlos al dejar de haber un seguimiento y contacto visual. Desde entonces nada ha sido igual.

La vuelta a las emisiones en abierto coincidió además con la emergencia de una selección española de leyenda, y el fenómeno de la marcha de los mejores jugadores españoles a la NBA, con lo que el basket de clubes sufrió un menoscabo importante. La grave crisis económica lo remató.

En la actualidad, salvo Real Madrid y FC Barcelona Lassa por razones obvias, el Unicaja de Málaga por seguir contando con el apoyo de la entidad financiera, y el Valencia Basket con el de la familia Roig, la mayoría se las ve y se las desea para poder subsistir. Incluso el Baskonia, siempre ambicioso, no tiene patrocinador principal a día de hoy.

Lo del tremendo éxito de la selección y tener cada vez más jugadores de la NBA deberían de actuar como alicientes para que el baloncesto tuviese cada más adeptos el resto del año en España. Pero no es así, y el principal problema es lo mal que están expuestas las competiciones y su difícil acceso. Lo de mayor abundancia de extranjeros en las plantillas tampoco puede detenerse en un mundo que avanza hacia la globalización, pero el problema es que es imposible conocerlos si no se les ve por ningún lado.

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Ya lo anticipamos hace unos días, el fútbol, que podría abusar de su evidente superioridad, deja ver en abierto algunos partidos de Champions y de las ligas nacionales. El baloncesto, ninguno.

Es innegable que la televisión estatal tampoco lo trataba en condiciones, pero el que al menos hubiese posibilidad de que pasase por algún cadena un partido de ACB y otro de Euroliga sin tener que pagar por ello, es algo que tendría que ser innegociable. La conquista no es captarnos a los que vamos a ir detrás del baloncesto allá donde nos lo pongan, y sin importarnos lo que cueste, es exponerlo para que el gran público se lo encuentre sin esfuerzo y también se enganche. Pues no lo entienden o, a lo peor, no quieren entenderlo.

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