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Eloy de la Pisa
Miércoles, 8 de junio 2016, 13:10
La primera vez que vi jugar a Quino Salvo fue en un amistoso de pretemporada ante la Cibona de Zagreb. Una Cibona en la que jugaba un tal Drazen Petrovic, del que ya se decía que era un jugador estratosférico. Era un crío, cierto, pero recuerdo que salí del polideportivo Huerta del rey aquel día pensando que lo de ese Petrovic no era para tanto. Igenuo de mí. Lo que con el tiempo me di cuenta es que su marcador fue Quino Salvo, que lo anuló por completo. Es más, recuerdo vívidamente como le arrebató un balón de las manos ante la perplejidad y la estupefacción del 'genio de Sibenik'. Años después, cuando Petrovic destrozaba una y otra vez al Madrid en las Copas de Euorpa, cuando la única arma que tenía contra él el equipo blanco era Alfonso del Corral, siempre pensaba lo mismo: ¿Porqué no fichan a Salvo para parar a ese tío?
Aquella imagen de Petrovic anonadado mientras Salvo iba camino de canasta con el balón que le acaba de birlar se me quedó grabada a fuego, y desde entonces seguí de cerca la carrera de este gallego que nos acaba de dejar. De él se están diciendo muchas cosas. Todas buenas. Y no por postureo, sino por compromiso con la verdad. Unas líneas más abajo tienen ustedes algunos de los mensajes en las redes sociales más destacados. Y todas se ajustan como un guante a lo que fue la realidad y la vida de Salvo. Un tipo en el que las palabras carisma, liderazgo, bonhomía, nobleza y honradez se conjugaban en su rostro con una extraña perfección. Alguien que le conoció de cerca, muy de cerca, decía esta mañana en la redacción de El Norte: «no sé que tenía, no lo sé, pero en cuanto le conocías le seguías».
Y así han reconocido las redes sociales esas virtudes.
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