Con casi 60 años de oficio a sus espaldas y un prestigio fuera de toda duda, el periodista Iñaki Gabilondo (San Sebastián, 1942) es una de las voces más autorizadas del periodismo. Firme defensor de la independencia de los medios, «que lo son más de lo que la gente cree», ofrecerá «una mirada ancha» sobre el sector en el I Congreso Internacional Miguel Delibes sobre la profesión.
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–Ha sido y es un referente para varias generaciones de periodistas. ¿Le enorgullece, le abruma o ya lo tiene metabolizado?
–Pues... La verdad es que las tres cosas, porque lo tengo metabolizado, aunque no hace mucho, y me abruma también y me impresiona. En los últimos años he ido digiriéndolo un poco más, pero me sigue desconcertando.
–Cuando dejó la actualidad diaria, el pasado enero, dijo que estaba perdiendo la fe en la profesión. ¿A qué se debe?
–Estaba perdiendo cierta fe, en general, por el desánimo que me producía la realidad pública política, muy decepcionante y entristecedora. Por otra parte, a mi edad me parecía más que justificado quitarme de en medio. No pretendo ser una aportación de oxígeno diaria, pero lo que no quiero ser es el cenizo de las mañanas (ríe), y como me estaba entrando un amodorre de pesimismo bastante general dije «es el momento».
–¿Le cuesta más opinar ahora?
–No, opinar me ha costado siempre mucho, mucho esfuerzo. Si estuviera aquí mi mujer te diría la cantidad de horas que me paso para tratar de entender un problema. Necesito mucha información para tener opinión. Soy un hombre que he dudado y dudo mucho.
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«No pretendo ser una aportación de oxígeno diaria, pero lo que no quiero ser es el cenizo de las mañanas (ríe), y como me estaba entrando un amodorre de pesimismo bastante general dije 'es el momento'»
Iñaki Gabilondo
–Hasta hace poco hacía una sección donde daba voz a juventud. ¿Qué hay en Delibes para ellos?
–Muchísimo. Los chicos jóvenes tienen necesidad de referencias claras. Y Delibes, que aparte de un escritor monumental como ser humano me parece una pieza de integridad, sentido de la vida, honor y nobleza, transmite un mensaje de gran limpieza. Como toda la gente que tiene esa solidez. Como José Luis Sampedro, una persona a la que yo quise mucho.
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–¿Aconsejaría a uno de esos jóvenes que fuera periodista?
–¡Sí, claro! Sí, sí. Por supuesto que sí. Yo he hecho un recorrido largo y estoy cansado, pero eso no quiere decir que no sea consciente de que el periodismo es posiblemente uno de los oficios más bonitos que hay, y de que yo he sido un ser absolutamente privilegiado, que he disfrutado mucho a lo largo de mi vida observando los cambios enormes que se producían en el mundo y mi país. A los chicos les digo: «Habéis elegido una profesión extraordinaria pero tenéis que preparaos muy bien, porque os va a infectar a su vez con una gran cantidad de tensiones y problemas, porque estaréis viviendo en el corazón, en el centro del volcán, en la línea primera de la acción de la vida». Y por tanto es una actividad que puede resultar más desgastadora.
«la gente suele confundir independencia con ideología. La independencia quiere decir que cada uno se expresa a partir de su personal visión y no como la voz de un amo»
Iñaki Gabilondo
–¿Se puede hacer periodismo con independencia cuando arrecian las presiones políticas, de las empresas o de otro tipo?
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–Se tiene que poder hacer, porque si uno no puede hacerlo con independencia es que no puede hacerlo, sencillamente. Lo malo es que la gente suele confundir independencia con ideología. La independencia quiere decir que cada uno se expresa a partir de su personal visión y no como la voz de un amo, como el muñeco del ventrilocuo. El independiente es el que expresa sus verdaderas opiniones y posiciones. Los medios de comunicación son proyectos intelectuales que nacen con una manifiesta intención de presentar la realidad a partir de una mirada sobre las cosas, que es una legítima ideología. La independencia no tiene que ver con cuál sea esa ideología, sino con no estar actuando como el portavoz de un pensamiento ajeno.
–¿Está en riesgo la libertad de los profesionales del sector?
–Está siempre en riesgo y amenazada. Los vientos políticos, económicos, de los poderes, al periodista le azotan de manera especial. Pero eso no le exime de su obligación, de cumplir con su deber, de tratar de mantener su valor de referencia. Se puede, se debe y se hace. Hay mucha más independencia profesional de la que se dice y más de la que la gente se cree. La sociedad ha terminado por creerse que somos todos una cuadrilla de muñecos a los que nos mueven con una mano por detrás. Pero eso no es así. Es que no es así (vehemente). La gente lo cree porque nosotros lo decimos. Hemos desacreditado a nuestro gremio como la política ha desacreditado al suyo. Y eso produce un efecto muy malo. A mí me parece que es una imprudencia y con eso hay que tener cuidado.
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–¿Las redes sociales están pervirtiendo el papel de los medios?
–Se están convirtiendo en un peligro grande. Reconozco la gran capacidad aportadora que tienen, pero de paso están envenenado por completo la relación de la sociedad, utilizando la más peligrosa de todas las posiciones en la vida: el anonimato, desde el que se dispara de cualquier manera haciendo estragos. Son una novedad de grandes posibilidades, en muchos casos desaprovechadas como consecuencia de ese uso por tanta gente que las ha convertido en una especie de máquina de soltar veneno desde el anonimato.
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